Borrar
La memoria: cómo mantenerla en forma y su inesperado gran enemigo

Últimas investigaciones

La memoria: cómo mantenerla en forma y su inesperado gran enemigo

Nuestros recuerdos nos definen, y confiamos en ellos. Pero, cuidado, cambian con el tiempo. Exploramos los misterios –y desmontamos mitos– de ese proceso tan delicado, inestable y complejo al que llamamos 'memoria'.

Viernes, 15 de Marzo 2024

Tiempo de lectura: 13 min

Un disco duro, un almacén sin fondo... rara vez las metáforas asociadas a la memoria le hacen justicia. Nuestros recuerdos, lo que define quiénes somos, la base de nuestra personalidad, están muy lejos de ser algo objetivo e inamovible. «Nuestra identidad se construye sobre arenas movedizas», reflexiona el neurocientífico Charan Ranganath, uno de los mayores expertos del mundo en la materia.

Y lo dice porque esos complejos cruces de emociones, experiencias, química y conexiones neuronales a los que llamamos 'recuerdos' cambian, evolucionan. De hecho, son tan volátiles que, como reza el dicho popular, pueden llegar a traicionarnos... Y no podemos imaginar hasta qué punto.

Porque cuando aseguramos con convicción: «Esto sucedió y, además, sucedió así», es altamente improbable que sea cierto o, cuando menos, que no estemos siendo totalmente objetivos. Es lo que en psicología se denomina 'efecto Rashomon', referencia a la película de Akira Kurosawa en la que se cuenta un mismo hecho desde la perspectiva de varios testigos. Todos dicen la verdad, pero cada uno lo recuerda de forma diferente. Lo que nos aleja por completo de esa concepción tan popular de la memoria como un depósito de experiencias pasadas retenidas con precisión fotográfica.

Según Ranganath, profesor de Psicología y Neurociencia en la Universidad de California y autor de un libro revelador: Por qué recordamos (Península), «nuestros recuerdos funcionan, más bien, como una pintura». Es decir, partimos de una representación realista, pero lo que recordamos es una interpretación personal, filtrada, de la misma. Actitudes, creencias, prejuicios, hábitos, valores, experiencias, conocimientos, emociones, sentimientos; todo lo que somos y vivimos condiciona nuestros recuerdos. Y estos, a su vez, nuestro modo de actuar. De hecho, la principal función de la memoria sería esa: evaluar el pasado para actuar en el presente y planificar el futuro.

Entrevista

Hanna Monyer: «Que el móvil interrumpa constantemente tus pensamientos es peligroso para tu memoria»

Hablamos con una de las grandes investigadoras sobre la memoria, la directora médica del Departamento de Neurobiología Clínica del Hospital Universitario de Heidelberg (Alemania). | Por Maik Großekathöfer y Claus Hecking

Para eso sirven los recuerdos. Ahora bien, su almacenaje, evocación y reinterpretación es apenas una parte del proceso, lo que se conoce como 'la memoria a largo plazo'. Es la más importante, claro, el fin último de todo, pero ¿cómo llega una experiencia o una determinada información a convertirse en recuerdo?

La ciencia distingue tipos de memoria que son, en realidad, las fases por las que pasa la información hasta quedar fijada en nuestro cerebro: memoria sensorial, memoria a corto plazo y la ya citada memoria a largo plazo.

«Nuestros recuerdos no funcionan como una fotografía, más bien como una pintura. Partimos de una representación realista, pero recordamos nuestra interpretación personal»

Charan RanganathNeurocientífico

La sensorial define la etapa más temprana del proceso en que, de forma inconsciente, retenemos información del entorno y sus múltiples estímulos durante, máximo, cuatro segundos. Entre todo ese alboroto, el cerebro guarda lo que estima pertinente y evalúa si lo envía a la memoria a corto plazo, que se encarga de gestionar la información de la que somos conscientes. En esta fase, casi toda la información que recibimos se borra en 20 o 30 segundos. Retenemos aquello a lo que de verdad prestamos atención. Verbalizar o repetir lo que nos interesa recordar permite que se asiente, se codifique y sea sometido finalmente a la 'consolidación de la memoria', el paso definitivo a la memoria a largo plazo, almacén y gestor de los verdaderos recuerdos.

Así nos ‘traiciona’ nuestra memoria

Hay detrás de todo esto un complejo baile bioquímico. Simplificando mucho, un recuerdo es inestable hasta que, mediante la creación de sinapsis, queda fijado en conjuntos de neuronas específicos. Y ahí se queda, en la memoria inconsciente, hasta que lo evocamos. Las vías neuronales que lo preservan se reactivan, vuelve a hacerse inestable y, al fijarse de nuevo, queda impregnado por la información que, de forma inconsciente, le hemos añadido. Por eso cuando lo volvemos a evocar ya no es el original. «Actualizamos los recuerdos cada vez que los recordamos», recalca Ranganath. Este es el modo en que nos 'traiciona' nuestra memoria.

'Traición' que, ojo, no debe entenderse como algo negativo. Es la clave, sin ir más lejos, de la terapia conductual. Porque, cuando un recuerdo se evoca, se vuelve permeable a nuestro estado de ánimo en ese momento. Y, si este es positivo, lo podemos modificar en esa dirección. «Al compartir recuerdos tristes o traumáticos, cambia mi perspectiva sobre ellos, los actualizo y puedo transformar mi relación con ese hecho del pasado –subraya Ranganath–. La actualización de los recuerdos, por lo tanto, es un proceso que lleva implícito un sentido dinámico del yo, porque nos da el poder de cambiar nuestro sentido de quiénes somos».

alternative text

Y esa es la clave. La memoria puede resultar un laberinto misterioso –influido por aspectos genéticos, bioquímicos, personales...–, pero cada individuo tiene, en realidad, un gran poder sobre ella. Entrenarla, mejorarla, reforzarla depende de nosotros mismos. «La gente cree que la memoria se ejercita sin esfuerzo –prosigue el neurocientífico–, pero en el trabajo personal reside buena parte de la diferencia entre lo que queremos y lo que somos capaces de recordar».

Todos sufrimos amnesia infantil

Todo nos influye, en realidad, desde el mismo momento en que nacemos. Durante los cuatro primeros años de vida, la producción de neuronas en el hipocampo de ambos hemisferios del cerebro –zonas capitales en la formación de nuestros recuerdos– es un auténtico torrente. El flujo prosigue a partir de los 4 años, la edad que, por lo visto, marca el inicio de la llamada 'memoria autobiográfica' (colección de los recuerdos de nuestra historia vital) y, con ella, lo que se conoce como 'amnesia infantil'.

5 cosas que mejoran tu memoria

  • · El nivel de estudios

    Cuanto más, mejor. Amortigua el deterioro cognitivo ante el envejecimiento. Hace crecer la materia gris y las conexiones neuronales.

  • · Escribir a mano

    Ayuda a implantar los recuerdos en el cerebro.

  • · Emociones intensas

    Las emociones generan recuerdos más intensos y duraderos. Conecta tus experiencias con emociones positivas y te será más difícil olvidarlas.

  • · No sugestionarte con el olvido

    Creer que perderemos recuerdos con la edad agrava el problema. En China, la India o Japón, donde no está extendido el estigma de que son ‘olvidadizos’, los mayores sacan mejores notas en las pruebas de memoria.

  • · La actividad física

    Una hormona que se genera al hacer ejercicio estimula el crecimiento del hipocampo y la corteza prefrontal, regiones claves para la memoria y para reducir el riesgo de neurodegene-ración.

No es una patología, descuida, nos pasa a todos. Los recuerdos de nuestros primeros años, simplemente, van quedando sepultados bajo el peso de esta nueva fase de la creación del yo, impulsada por el desarrollo del lenguaje y la maduración de los procesos de consolidación de la memoria.

Lo que nos lleva a otro concepto clave en este universo: el olvido. Contrariamente a lo que se suele pensar, no es lo opuesto a la memoria. Su antítesis es, en realidad, la amnesia, ya que el olvido es parte del sistema de la memoria. Está, de hecho, completamente a su servicio (salvo que sea resultado de problemas neurodegenerativos).

«Si recordáramos todo, estaríamos la mayoría de las veces tan incapacitados como si no recordáramos nada», escribió William James, uno de los padres de la psicología, allá por 1890. Es decir, sin el olvido la memoria no puede ser eficaz porque, más que los detalles, nos interesa la esencia de lo que percibimos para ayudarnos a sobrevivir –interpretar, analizar, concluir, decidir...– en un entorno cambiante.

La tragedia de recordarlo todo

Jorge Luis Borges lo expresó como nadie en Funes el memorioso, relato de un personaje ficticio que lo recordaba todo: «Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles». La neuropsicología lo demostró con el caso de Solomón Shereshevski, un mnemonista que recordaba cada cosa que veía, leía o escuchaba de forma 'fotográfica', pero era incapaz de analizar textos, captar dobles sentidos, hacer razonamientos lógicos y matemáticos y dejar espacio en su memoria a las cosas verdaderamente importantes de la vida.

El olvido, en todo caso, tiene mala fama. Perder las llaves u olvidarnos de una cita son dos buenos ejemplos de situaciones que atribuimos a una supuesta 'mala memoria', cuando, en realidad, se deben a que nunca recordamos con facilidad aquello a lo que no prestamos atención. Además, entre el momento en que dejas las llaves y el que las buscas recibes una avalancha de estímulos –vas al baño, hablas por el móvil, cocinas, cuelgas la ropa, discutes con tu pareja...– que interfieren en un recuerdo que apenas dejó un breve trazo en tu memoria sensorial. Recientes estudios revelan, eso sí, que hay personas más vulnerables a las interferencias que otras.

«No es cierto que la memoria disminuya siempre con la edad. Hay muchos adultos cuyos procesos y capacidades cognitivas se preservan toda su vida»

José María Ruiz-VargasPsicólogo e investigador

Del mismo modo, también hay personas más proclives a perder memoria con la edad. «Hay aspectos que declinan, pero no es cierto que la memoria disminuya siempre con el tiempo. Todo depende del recorrido vital de cada uno –explica el psicólogo e investigador de la memoria José María Ruiz-Vargas en su libro La memoria y la vida (Debate)–. Hay personas de edad avanzada con deterioro cognitivo patológico y otras que experimentan un declive cognitivo leve en habilidades muy concretas, pero también hay muchos adultos cuyos procesos y capacidades cognitivas se preservan toda su vida».

Amplio es, como se ve, el campo de la memoria y muchas las áreas de investigación activas y sus misterios pendientes, pero si hay una certeza sobre los recuerdos es que perduran mejor los que brotaron acompañados de sentimientos intensos. Se graban con más fuerza en el sistema límbico, repartidos por estructuras como la amígdala, el tálamo o el hipocampo, áreas relacionadas con las emociones, que son, como dicen los expertos, el mejor cemento para la memoria.