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 Zach Avery, el actor que montó el mayor esquema ponzi de la historia de Hollywood

Con su estafa acumuló casi 700 millones de dólares

Zach Avery, el actor que montó el mayor esquema ponzi de la historia de Hollywood

Timó a productoras, artistas y hasta amigos de la infancia hasta amasar 690 millones de dólares. Zach Avery –un actor mediocre– encontró el papel de su vida como estafador de carne y hueso. Ahora, una serie revive sus andanzas.

Viernes, 12 de Julio 2024, 10:14h

Tiempo de lectura: 6 min

Interior. Dormitorio de una mansión en Hollywood. Noche. Zach Avery (actor y productor treintañero) duerme con Mallory, su mujer. Sonido de fuertes golpes y gritos en la puerta principal. La pareja se despierta sobresaltada. Mallory salta de la cama y corre a la habitación de sus dos hijos pequeños, que lloran asustados. Como su marido no reacciona, es ella la que se dirige a la puerta con el bebé en brazos. Por la mirilla ve a un tropel de agentes del FBI con las armas desenfundadas. Les abre. Los federales entran, dejan atrás la bodega con más de mil botellas, la sala de proyección privada... Mientras tanto, Zach ha salido por fin del dormitorio. Lo encañonan, lo esposan, le leen sus derechos... Fundido a negro.

No es una escena inventada. Sucedió el 6 de abril de 2021, aunque Zach Avery ya la había visualizado durante los meses de zozobra que precedieron al desmantelamiento de su doble vida. A sus viejos amigos de la universidad les contaba que iba a los rodajes en jet privado. A sus socios de Los Ángeles, que era una promesa del fútbol cuya carrera se truncó por una lesión. Todos dicen que era un actor pésimo, ¿pero entonces cómo consiguió timar a una industria tan cruel? Ese enigma convierte a Zach Avery en carne de serie… Amazon ha adquirido los derechos. Rebecca Chaiklin, la directora de la premiada Tiger King, firma un documental basado en hechos reales, pero tan improbables que muchos de sus protagonistas, víctimas de una estafa colosal, se preguntan todavía en qué giro del guion terminaba la verdad y empezaba la ficción.

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La esposa.Mallory Hagedorn –una estilista a la que Avery conoció en una fiesta– llevaba siete años casada con él cuando fue detenido, en abril de 2021. Ella no tardó en pedir el divorcio y la custodia de sus dos hijos.

El relato escueto de los acontecimientos presenta a Zach Avery como un audaz estafador que engañó a cientos de personas para recaudar 690 millones de dólares, el mayor esquema Ponzi en la historia de Hollywood. 

Zach Avery es el nombre artístico (y alias delictivo) de Zachary Horwitz (Fort Wayne, 1986). Nació y creció en una población de Indiana. De adolescente, destacó en atletismo. «Era guapo y jugador de fútbol, es decir, de la realeza del instituto», recuerda un conocido. Sus padres se habían divorciado y su madre, Susan, se volvió a casar con un próspero ejecutivo. Ya desde joven Zach manejaba 'pasta'. En cierta ocasión dio una propina de dos mil dólares a una camarera. Procuraba que su generosidad siempre tuviera un público. Conoció a Mallory, la que sería su mujer, en una fiesta. «Todos lo querían. Si veía a un indigente por la calle, le daba una limosna espléndida. Sentí que tenía una conexión muy profunda con él», le contó a The New Yorker.

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Las posesiones. Avery llenó su vida de yates y aviones privados, fiestas en Las Vegas y coches de lujo, y compró en 2018 una mansión con piscina y seis dormitorios en Beverlywood, Los Ángeles, por 5,7 millones de dólares.

Pronto, Zach empieza a dedicarse a los negocios. Convence a un colega de la universidad, Jake Wunderlin, gestor de patrimonios en la banca J. P. Morgan, de que tiene el respaldo de Howard Schultz, el fundador de Starbucks, para montar una cadena de restaurantes saludables. Zach le reenvía un supuesto correo de Shultz: «Sé la persona que siempre has soñado ser y todo lo demás encajará». Wunderlin, deslumbrado, deja su trabajo y juntos montan un bar de zumos y se ponen sueldos de cinco cifras… Pero todo se viene abajo. Zach alega que Schultz se ha echado atrás. Wunderlin se queda dolido y sin blanca. Zach, por su parte, convence a Mallory para mudarse a Los Ángeles.

En plena fiebre del 'streaming', asegura que su empresa vende derechos de películas a HBO, Netflix y Sony. Alquila oficinas y cochazos mientras falsifica documentos y firmas

Mallory trabaja como peluquera mientras Zach frecuenta los castings, pero solo consigue papeles menores. Tiene dificultades para transmitir emociones. «Era como interactuar con un plátano», sentencia un excompañero de reparto. Esa sosería le vendrá bien como vendedor. El mensaje: «No me importa si lo tomas o lo dejas porque me sobran los clientes».

Zach cambia de táctica al ver que Hollywood está en plena fiebre del streaming. Netflix llegó a gastar más de doce mil millones de dólares al año en programación. La Warner crea HBO Max; Amazon y Disney no quieren quedarse atrás… La competencia entre las plataformas proporciona el contexto para que las maniobras de Zach parezcan plausibles. Monta su propia productora con la intención de hacer películas independientes (y, de paso, protagonizarlas). Encuentra socios. Alquila oficinas y cochazos. Asegura que compra los derechos de series y películas para venderlos a HBO, Netflix y Sony. «En Hollywood, nadie sabe de dónde viene el dinero. ¿Tienes el coche adecuado, llevas el traje adecuado, conoces a la gente adecuada? Nadie va a indagar», comenta una agente inmobiliaria.

«Tengo tanto dinero queno sé qué hacer con él»

La productora va viento en popa. Zach compra un casoplón. Anima a Mallory para que deje el salón de belleza. «Tenemos cuarenta millones en el banco, ¿para qué quieres ir a trabajar?». Rueda con Ralph Fiennes y Brian Cox. En las redes publica selfies a pie de pista en los partidos de los Lakers. Zach contacta a su paisano Wunderlin, todavía escaldado por el fracaso del anterior negocio, y le promete que lo va a resarcir. Wunderlin vuelve a fiarse y mete todos sus ahorros. Los retornos son del 20 por ciento. Wunderlin convence a otros amigos. Estos, a su vez, reclutan a conocidos y parientes. El dinero fluye de Hollywood a 'Paletolandia'. Zach y Mallory se casan por todo lo alto. Todos los invitados se están haciendo ricos. «Tengo tanto dinero que no sé qué hacer con él. Son como billetes de Monopoly», celebra entre carcajadas.

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El juicio. Avery, aquí con sus abogados, fue condenado a 20 años por el que, dicen los fiscales, es el mayor esquema Ponzi en la historia de Hollywood. Debe indemnizar a las víctimas con 230 millones de dólares.

Pero Zach no estaba comprando ni vendiendo derechos de películas. Había conseguido algunos contratos de distribución, luego los copió y pegó en Microsoft Word para hacer cientos de fotocopias y falsificó firmas de ejecutivos que encontró en LinkedIn. A medida que los nuevos inversores compraban, él pagaba a los inversores anteriores con las ganancias… «Su fraude se basaba en la percepción de Hollywood como una fábrica de dinero, una idea que se remonta a la década de 1930, cuando Louis Mayer era el ejecutivo mejor pagado del país», cuenta el periodista Evan Osnos. «Las finanzas están oscurecidas por la contabilidad de Hollywood, inventada por los estudios para proteger sus ingresos del escrutinio de actores, guionistas y otros que reclamen su parte», añade.

Entran fondos de Las Vegas, atraídos por el olor a dinero fácil. Sus bufetes examinan los papeles. Y las sospechas empiezan a aflorar. La aritmética de un esquema Ponzi es implacable. El tinglado colapsa si no hay dinero fresco. Zach se inventa excusas por los retrasos en los pagos. Toma ansiolíticos, bebe mucho… Cuando lo caza el FBI, casi es un alivio. En el juicio se declara culpable, llora, pide clemencia: «Me convertí en todo lo contrario de lo que quería ser. Solo aspiro a poder volver a ver mis hijos cuando todavía sean niños». El juez no se inmuta y le aplica la pena máxima por fraude: veinte años. En los medios lo comparan con otros impostores famosos. Elizabeth Holmes, fundadora de la biotecnológica Theranos, fue sentenciada a 11 años. Sam Bankman-Fried, el rey de las criptomonedas, cumple una condena de 25 años. Se lleva la palma Bernie Madoff, sentenciado a 150 años.

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En prisión, Avery tiene acceso a un ordenador durante quince minutos al día. Lo utiliza para actualizar un blog confesional en el que plagia consejos de autoayuda. «Fingía confianza para enmascarar mi inseguridad». Describe la prisión como «un viaje para curar las heridas». A los estafados, sin embargo, no les hace gracia que ahora quiera dárselas de gurú. Hasta su exmujer lo critica: «Creo que quiere ser la próxima versión de El Lobo de Wall Street… Le encantaba esa película». De momento, Zach Avery ya tiene una serie. Sinopsis: un actor lamentable en la pantalla resulta ser un intérprete muy convincente en la vida real.