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El rey del avispero: ¿por qué EEUU, China y otras tres potencias tienen bases miltares en Yibuti? 

Quien controle este diminuto país de África controla el mundo

El rey del avispero: ¿por qué EEUU, China y otras tres potencias tienen bases miltares en Yibuti? 

Su territorio no es mayor que la Comunidad Valenciana, pero este desconocido país aloja bases militares de cinco potencias; entre ellas, una de Estados Unidos y otra de China, solo separadas por trece kilómetros. Por las calles de su capital, Yibuti City, pululan más espías por metro cuadrado que en ningún otro lugar del planeta. De hecho, en círculos diplomáticos se dice que quien controle Yibuti dominará el mundo. Te contamos por qué.

Viernes, 16 de Febrero 2024

Tiempo de lectura: 7 min

El tablero de ajedrez se divide en 64 casillas. Unas son más importantes que otras. Y los grandes maestros consideran que hay unas pocas que otorgan una ventaja estratégica decisiva. Entre ellas, la primera que intentan ocupar es la casilla D5, cuyo control permite estrangular al rival. Pues bien, si el mundo fuese un tablero de ajedrez, la casilla D5 sería Yibuti.

La ciudad de Yibuti tiene 600.000 habitantes y el 90 por ciento son musulmanes sunitas. Fue fundada en 1888 bajo la ocupación francesa (el francés sigue siendo la lengua oficial, con el árabe)

La importancia geopolítica de este pequeño y desconocido país africano, de menos de un millón de habitantes, es descomunal. ¿Por qué es tan importante? Por su posición geográfica, en el extremo sur del mar Rojo, crucial para el comercio y la navegación globales. Yibuti se asoma al estrecho de Bab el-Mandeb, un estrangulamiento de apenas 16 millas de ancho entre el Cuerno de África y la península Arábiga, que es la puerta de entrada al canal de Suez. Por ese cuello de botella pasa un tercio del tráfico mundial de contenedores, y muchos de los cables submarinos que enlazan Europa con Asia. Es un punto crítico por el que discurren bienes de consumo, petróleo, minerales estratégicos, armas, drogas, datos…

Ejércitos de todas las banderas. La base de Yibuti fue la primera que China abrió fuera de sus fronteras. Abajo, a la derecha, los americanos en Camp Lemonnier, la base de Estados Unidos en el país africano. /
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Yibuti no tiene nada de eso. Ni petróleo ni gas ni tierra que arar… Tampoco industria ni turismo. «Nuestro petróleo es nuestra ubicación estratégica», dice Ahmed Ali, un funcionario que sueña con que su nación se convierta en el Singapur de África. No lo tiene fácil, pues está rodeada de vecinos en pie de guerra. Al norte, la dictadura de Eritrea; al este, Etiopía, donde el Ejército lucha contra los yihadistas de Al Shabab; al sur, Somalia y sus piratas… Y al otro lado del estrecho está el Yemen, donde tienen sus bases los insurgentes hutíes que están atacando a los mercantes y petroleros en el mar Rojo, poniendo en jaque al comercio mundial.

Para esquivar el conflicto, los buques tienen que modificar su ruta circunvalando África, lo que ha disparado los costes (los armadores gastan un millón de dólares más en fuel y el precio de los seguros se ha multiplicado por diez) y ya está provocando una subida de la inflación en muchos países y problemas de suministros. Que Yibuti sea un extraño remanso de paz, el ojo del huracán que azota perpetuamente la región, se debe en gran medida a la presencia de tropas extranjeras. A su estabilidad contribuyen los legionarios franceses, los cazas estadounidenses, los misiles japoneses, las fragatas italianas y los helicópteros chinos. (También hay presencia española, una patrulla marítima y un avión de reconocimiento, encuadrados en la misión de la Unión Europea contra la piratería).

A muchos países les interesa tener un pie en Yibuti. Francia, la antigua metrópoli (Yibuti se independizó en 1977), tiene allí su base más grande en el extranjero. Estados Unidos abrió la suya, Camp Lemonnier, tras los atentados del 11S, para reforzar su presencia en Oriente Próximo y disponer de un enlace directo con Arabia Saudí, su aliado en la zona. Japón, por su parte, protege el tránsito comercial de sus automóviles y productos electrónicos. Y China… China merece un capítulo aparte.

«Nuestro 'petróleo' es nuestra ubicación estratégica». Yibuti es la puerta de entrada al Canal de Suez, clave para el comercio mundial

Miles de soldados chinos (puede que unos diez mil, según servicios de inteligencia occidentales) y catorce mil estadounidenses se vigilan mutuamente con el rabillo del ojo desde 2017, cuando China construyó su primera base militar en el extranjero en la zona portuaria, donde también está edificando una dársena con capacidad para que atraque un portaaviones. Los drones chinos y estadounidenses se cruzan por el aire fisgando a ver qué hace cada cual en sus cuarteles. De hecho, la tensión estuvo a punto de estallar entre ambos países cuando el Pentágono acusó al Ejército Popular de utilizar punteros láser de grado militar para cegar a los pilotos norteamericanos de los aviones que sobrevuelan la zona. China no lo negó, pero acusó a su vez a Estados Unidos de hacer fotos aéreas a sus instalaciones ultrasecretas. En ninguna otra región hay tropas de ambos países estacionadas tan cerca unas de otras. Ni siquiera en Taiwán.

China no se conforma con este despliegue y lo está ampliando con inversiones donde se mezclan los intereses geopolíticos y comerciales. Ha completado una línea de ferrocarril electrificada desde Adís Abeba, la capital de Etiopía. La conexión ferroviaria ofrece una salida al mar a las potasas y al tantalio etíopes; y, eventualmente, al oro y al petróleo de Sudán. Para el Gobierno de Pekín, Yibuti se ha convertido en una pieza clave en su Ruta de la Seda, la gran apuesta económica del presidente Xi Jinping. Es el puerto ideal para garantizar el flujo de minerales, tierras raras y metales preciosos de África, así como para la penetración de sus productos y negocios en el continente. El año pasado, una compañía de Hong Kong anunció un acuerdo con las autoridades de Yibuti para instalar un cosmódromo. Se trata de una infraestructura, única en África, que albergará siete áreas de lanzamiento de cohetes espaciales.

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Franceses en el desierto de Ali Sabieh. Francia tiene en Yibuti su mayor base militar en el extranjero.

China justifica la inversión –que ronda los mil millones de dólares– por la cercanía al ecuador, lo que facilita la puesta en órbita de satélites geoestacionarios. Los norteamericanos temen que sirva para reforzar la capacidad china para lanzar ciberataques. El Gobierno de Yibuti está encantado. Al fin y al cabo, su principal fuente de divisas es el arrendamiento de bases militares e instalaciones de terceros países. No obstante, Yibuti se reserva (hasta cierto punto) el derecho de admisión. Rusia negoció en secreto el alquiler de una base, pero finalmente no pudo convencer a las autoridades, presionadas a su vez por las potencias occidentales.

El Gobierno del anciano presidente Ismail Omar Guelleh intenta que los ánimos no se caldeen entre sus huéspedes, aunque un alto funcionario reconoce: «Hemos regresado a la Guerra Fría. Y Yibuti es el epicentro». La atmósfera se asemeja a la de la película Casablanca, ambientada en las intrigas de la ciudad portuaria ocupada por los nazis. Políticos locales, contratistas extranjeros, funcionarios, hombres de negocios... «Todos nos conocemos y todos nos espiamos. Es el pasatiempo nacional», comenta un diplomático consultado por el diario británico The Telegraph.

China va a instalar en Yibuti un cosmódromo para lanzar cohetes espaciales, algo único en África

Guelleh dirige el país desde el año 1999 y en las últimas elecciones cosechó un aplastante 99 por ciento de los votos. La oposición lo acusó de pucherazo y de «dictadura encubierta». Sus partidarios consideran que es un líder hábil que ha sabido dar estabilidad a un país que es una excepción en el Cuerno de África y que lo tiene todo en contra. Yibuti significa 'olla hirviente'. Y su clima es abrasador. Apenas hay árboles. Solo produce el 3 por ciento de los alimentos que consume y la escasez de agua es angustiosa. La esperanza de vida es inferior a los 60 años y el 30 por ciento de la población es analfabeta. El consumo generalizado de una droga llamada khat, una planta cuyas hojas se mastican, mantiene a mucha gente adormecida. Solo cuando la provisión de khat se agota, surgen las protestas contra el régimen.

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Dinero solo para el poder. A Estados Unidos le preocupa la creciente dependencia económica de Yibuti hacia China. Según Washington, Pekín atrae a los países pequeños de alto interés estratégico a pedir prestado más de lo que pueden asumir y después se apodera de instalaciones claves como garantía. A esta práctica los norteamericanos la denominan 'la trampa de la deuda'. Para la China de Xi, con una visión a largo plazo, se trata de ocupar la casilla D5. La que controla el mundo.

Hay 33 ministros, pero no hay una política sanitaria o agrícola coherente. Por no haber, ni siquiera hay alcantarillado, excepto donde residen los altos funcionarios. Los ingresos que generan el puerto y las bases extranjeras suman el 80 por ciento del PIB. Todo se fía a las potencias. Las occidentales hacen como que hay democracia. Y China va a lo suyo, invierte en infraestructuras civiles y sus bancos dan créditos a las pocas empresas locales.

A Estados Unidos le preocupa esta dependencia económica creciente de Yibuti hacia China. Según Washington, Pekín atrae a los países pequeños de alto interés estratégico a pedir prestado más de lo que pueden asumir y después se apodera de instalaciones claves como garantía. A esta práctica los norteamericanos la denominan 'la trampa de la deuda'. Para la China de Xi, con una visión a largo plazo, se trata de ocupar la casilla D5. La que controla el mundo.

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