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20 años de la primera misión militar El escritor Lorenzo Silva viaja a Irak con los soldados españoles

Se cumplen 20 años desde que llegaron los primeros efectivos españoles a Irak. En teoría era una misión no bélica, pero se tuvieron que enfrentar a las milicias chiíes, sufrieron ataques y muertes entre sus filas. Ahora, los soldados españoles vuelven a estar presentes en el país, pero la situación es bien distinta. El escritor Lorenzo Silva, que ha viajado hasta allí, nos lo cuenta.

Viernes, 13 de Octubre 2023

Tiempo de lectura: 7 min

El 16 de marzo de 2003, el entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, se hacía la foto de las Azores con los líderes estadounidense y británico, George W. Bush y Tony Blair. Estos, invocando informaciones de inteligencia que resultaron ser falsas, ya habían decidido lanzar sin apoyo de la ONU la invasión de Irak y el español quiso acompañarlos, ma non troppo. El 9 de abril de ese año, mientras las tropas norteamericanas, tras una guerra relámpago, tomaban Bagdad, el buque español Galicia atracaba en el puerto de Um Kasar, donde sus infantes de Marina pusieron por primera vez el pie en tierra iraquí. Iban en misión humanitaria, para llevar ayuda a la población. El lugar ya había sido tomado: les dieron el relevo los SEAL estadounidenses.

En junio de 2003 empezaron a llegar los efectivos de la que sería conocida como Brigada Multinacional Plus Ultra (BMNPU), bajo mando español. A finales de agosto de ese mismo año ya se había desplegado en las provincias de mayoría chií de Al Qadisiyah y Ad Diwaniya, a cuya «estabilización» tras el derrocamiento de Sadam Huseín y de su régimen, el Baaz, debía dar soporte. Era, en teoría, otra misión no bélica, amparada –esta vez sí– por una resolución, la número 1483, del Consejo de Seguridad de la ONU, en una «región hortofrutícola», según la expresión del entonces ministro de Defensa, Federico Trillo. Resultó, empero, que allí no solo había hortelanos, sino también unas belicosas milicias chiíes que atacaron la base española de Nayaf el 4 de abril de 2004.

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Subteniente R. «La bandera será mi mortaja».Destinado en el Mando de Operaciones Especiales (por normas de esta unidad, no podemos mostrar su rostro), se ocupa desde la base de Erbil del apoyo a sus compañeros que operan en Qayyarah. En abril de 2004 mandaba el equipo de tiradores que durante dos semanas defendió desde una azotea la base de Nayaf. Se ha traído a Erbil la bandera que se arrió de aquella base. «Será mi mortaja», asegura.

Milagrosamente –o gracias a la instrucción de quienes se vieron forzados a repelerlo– este ataque, prolongado por espacio de dos semanas, no provocó bajas mortales entre los españoles, que se retiraron de Irak un par de meses más tarde, por orden del presidente Zapatero tras su victoria electoral de ese año. En total, la misión se llevó a once compatriotas: a los siete agentes del CNI abatidos en una emboscada en Latifiya –Alberto Martínez, Carlos Baró, José Carlos Rodríguez, José Merino, José Lucas, Ignacio Zanón y Alfonso Vega– había que sumar al también agente del CNI José Antonio Bernal, al marino Manuel Martín Oar, al guardia civil Gonzalo Pérez y al especialista de zapadores Luis Puga.

Veinte años después del primer despliegue de la BMNPU, los soldados españoles vuelven a estar presentes en el país, y no es la suya una presencia irrelevante. No son tantos como los que fueron allí entre 2003 y 2004, pero su labor, en un Irak distinto del de entonces, merecería quizá ser más y mejor conocida.

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Cabo primero Ortiz. De joven soldado a ser la sombra del general de la OTAN.Este veterano de la Brigada Plus Ultra forma hoy parte del equipo de Policía Militar basado en Union Three desde la que se desarrolla la actividad de NATO Mission Iraq. En la Plus Ultra era un joven soldado que velaba por la seguridad de las provincias entonces asignadas a España; hoy es la sombra del general jefe de la misión de la OTAN.

Por dar solo un detalle: de las dos misiones internacionales en las que participan los militares españoles, una, la llamada NATO Mission Irak (NMI), bajo el paraguas de la OTAN, tiene como responsable al teniente general José Antonio Agüero, del Ejército de Tierra, y en ella es el hispano el contingente más numeroso. En la otra, la llamada Operación Inherent Resolve (OIR), sostenida por la coalición de 60 países que se formó para luchar contra el Dáesh, España participa con diversos medios técnicos y efectivos de operaciones especiales que proporcionan a las unidades del ICTS –Iraq Counter Terrorist Service– un apoyo que los iraquíes –nos lo dice uno de sus generales– consideran indispensable para completar con éxito la erradicación del grupo islamista.

Para entender lo distinto que es el contexto de las misiones actuales, en comparación con las de hace dos décadas, hay que recordar lo que sucedió en Irak en 2014: la ofensiva que lanzó el entonces llamado ISIS y que le permitió adueñarse de un buen trozo del territorio del país, incluida la populosa ciudad de Mosul, y plantarse a las puertas de Bagdad. Es entonces cuando se forma la coalición internacional que interviene en socorro del Gobierno iraquí, previa petición de este y reservando el protagonismo de las operaciones a las fuerzas autóctonas. Una filosofía de acción opuesta a la que se siguió hace veinte años, con el catastrófico resultado de propiciar el surgimiento del Estado Islámico.

Aprender de los errores pasados

La dura lección que supuso aquel fracaso, para los propios iraquíes y para la comunidad internacional, se nota en la forma en que ahora se afronta la colaboración. El Gobierno iraquí exige que sea, en primer lugar, discreta: sin presencia militar extranjera en las calles. Y, en cuanto a la concreción del respaldo por parte de la coalición creada contra el Dáesh, y en especial por parte de la OTAN, su objetivo es el que no se logró alcanzar en 2014.

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Teniente Coronel Power. Vivió el levantamiento chií.En 2004, siendo teniente, asistió al levantamiento de la milicia chií y al derrumbe de la Policía iraquí en Nayaf, a la que este oficial de la Guardia Civil asesoraba. Los precedentes no eran los mejores: el comandante Gonzalo había muerto meses antes en una emboscada. Como provost marshal —responsable policial—, su misión es hoy mucho menos incierta.

Según el general Agüero, «se persigue que Irak adquiera la capacidad de preservar por sí su seguridad interior y exterior, y que lo haga con arreglo a los estándares de los países de la OTAN». Los asesores de la Alianza, militares, diplomáticos y funcionarios civiles de alto rango, trabajan estrechamente con los máximos responsables de las fuerzas armadas iraquíes para modernizarlas en todos los aspectos: desde la formación hasta la organización o la elaboración de presupuestos y programas de defensa. Siempre a demanda de los propios iraquíes, y en el bien entendido de que ellos son los que fijan el alcance del apoyo y asesoramiento.

Más allá de esta labor, digamos 'de despacho', los militares españoles no dejan de pisar el terreno. Lo hacen, por ejemplo, los legionarios y regulares de Ceuta que se encargan de garantizar la seguridad de los asesores de la OTAN en sus desplazamientos por Bagdad. Lo hacen también los pilotos y los mecánicos que han venido desde Canarias para operar los helicópteros de la llamada 'Task Force Toro', que cubre las necesidades de transporte. Y, por último, los efectivos de operaciones especiales del Ejército de Tierra, del Aire o la Armada que dan apoyo al ICTS en su lucha contra los restos del Dáesh, no exenta de riesgo: en agosto, varios iraquíes resultaron heridos y un militar francés murió en una operación contra una célula islamista en el norte del país. Los españoles están, además de en Bagdad, en la base de Al Asad, en Erbil y en Qayyarah, un pequeño campamento en mitad del desierto.

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Cabo Primero S. y Caballero Legionario P. Frente al Estado Islámico. Destinados en Qayyarah para dar apoyo al ICTS contra el Daesh (de ahí el verdugo y que solo demos la inicial), son piloto de drones y operador en el equipo de operaciones especiales. El cabo primero S. está por tercera vez en Irak. Para P. es la cuarta vez: participó en la retirada de la Plus Ultra en 2004 y volvió a Irak en 2016 y 2020.

Visitamos estas instalaciones y comprobamos no solo que los españoles son profesionales respetados por sus socios de otros países, sino también algo que ya destacaron en 2003 quienes mandaban la división multinacional de la que la BNMPU formaba parte: la buena sintonía que establecen con los locales, y que se traduce en la simpatía que hacia España y hacia sus gentes se palpa en el Irak de 2023. Lo comprobamos nada más llegar al aeropuerto y más tarde en las calles de Bagdad: decir que vienes de España granjea al instante la cordialidad del interlocutor.

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El escritor sobre el terreno. Lorenzo Silva, en Irak. Además de ser autor de las exitosas novelas policíacas protagonizadas por los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, Silva ha publicado numerosos libros de no ficción sobre la historia militar española.

La situación del país es difícil: la luz se va con frecuencia, los servicios públicos son precarios, las huellas de las cuatro guerras que llevan en cuatro décadas están presentes aún en las fachadas de los edificios y la existencia de milicias armadas y la división de la sociedad iraquí –entre chiíes, kurdos y suníes– son escollos importantes. Con todo, y lo trágico que ha sido el siglo XXI para Irak, alienta ver que lo que empezó hace veinte años con la foto previa a un ataque unilateral es hoy un empeño compartido. Que la presencia española en Mesopotamia, lejos de sentirla como una imposición, la ven hoy quienes allí viven como una oportunidad.