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Los ladrones del vino Alarma en la alta gastronomía Restaurantes de toda Europa están siendo saqueados por ladrones de vino

Una misteriosa serie de robos tiene alarmado al sector de la alta gastronomía: restaurantes de toda Europa están viendo saqueadas sus bodegas. ¿Quién se oculta detrás de estos delitos? ¿Y dónde acaban las botellas robadas?

Sábado, 30 de Julio 2022

Tiempo de lectura: 6 min

Una ola de robos de vinos valiosísimos recorre Europa y Estados Unidos. Y el fenómeno no para de crecer desde hace años. En 2017, un coleccionista parisino se encontró a la vuelta de vacaciones con que habían hecho un butrón en su bodega, ubicada en las catacumbas de la capital francesa. El botín ascendía a 250.000 euros.

En Jagdhof, un restaurante alpino del valle de Stubai (Alemania), robaron botellas por valor de 1,2 millones de euros. En 2013, unos ladrones entraron en las instalaciones de Château d'Yquem, en Sauterne (Francia) y se llevaron 380 botellas con un valor cercano a los 100.000 euros. En diciembre de 2020 la gendarmería francesa detenía a más de 20 personas en la llamada Operacion Magnum. Recuperaron 900 botellas de algunas de las bodegas más apreciadas por los coleccionistas: Petrus, Yquem, Romanée-Conti…

Los autores de estos delitos pertenecen a mafias especializadas. «Son profesionales que saben cómo sortear medidas de seguridad, desde cámaras hasta detectores de movimiento», dijo el jefe de Policía de Burdeos, Patrick Léonard. Al año siguiente, caía otra banda con el arresto de diez personas en Borgoña. Recuperaron 1160 botellas. Los ladrones habían elegido cuidadosamente qué botellas se llevaban, todas vintage de gran calidad y valor en el mercado.

«Estos ladrones no van al azar. Son profesionales que llevan una lista porque roban por encargo. Los vinos ya están ‘colocados’ de antemano»

Muchos de estos casos quedan sin esclarecer y no trascienden a la prensa, a diferencia de lo que ha ocurrido con el robo ocurrido en el restaurante Atrio. En esta ocasión, contra todo pronóstico, sus autores han caído. Tras meses de pesquisas, fueron detenidos en el puesto fronterizo de Karasovi Sutorina, en Croacia. Se trata de Constantin Golubic, rumano de 47 años con antecedentes policiales por robo de vinos, y Priscila Lara Guevara, mexicana de 29 años que fue Miss Earth por México en 2016. Ambos robaron el pasado octubre 45 botellas valoradas en 1'6 millones de euros. No hay, de momento, rastro del cuerpo del delito. 

«Esperemos que se encuentren, pero lo vemos complicado», cuenta a XLSemanal Toño Pérez, chef del restaurante. No quiere hablar mucho. Él y José Polo, sumiller del establecimiento, quedaron muy tocados por el robo. «Estuvimos dos meses que no podíamos ni bajar a la bodega –añade José–. Y la policía tampoco nos cuenta nada». Se enteraron por Twitter de que habían detenido a la pareja que se apropió de joyas tan preciadas como una botella Château d'Yquem de 1806, valorada en 310.000 euros.

«La venta de este tipo de vinos produce muchos beneficios –explicaba tras la detención Luis Carlos Caballero, jefe de la brigada de la Policía Judicial de Cáceres–. Son personas especializadas en este tipo de robos». 

«Se trata de robos por encargo, no hay la menor duda», añade Paco Berciano, director y copropietario de Alma Vinos Únicos, en Burgos. Es amigo personal y asesor de Toño y José, de Atrio, que, casualmente, estaban con él en la capital burgalesa cuando trascendió la noticia de la detención de los ladrones de guante blanco que asaltaron la bodega cacereña. Cree él que las botellas estarán ya en manos de algún coleccionista.

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Opacidad y descontrol. «El mercado de compraventa de vino es muy oscuro. Y en las propias casas de subastas hay poco control sobre el origen de las botellas», explica el Master of Wine español Pedro Ballesteros.

«Hay mucho robo de vinos, ocurre como con el arte: les mueve el fetichismo de tener algo que los demás no tienen –comenta Berciano–. Pero creo que, además, deben tener contactos con el hampa. Uno no pone un anuncio en un periódico diciendo que busca ladrón de vinos». Y resalta que ha habido casos similares en España. DiverXO, el restaurante madrileño de Dabiz Muñoz sufrió un robo en sus instalaciones, por un valor que no ha trascendido. El chef no dijo nada hasta que se produjo el suceso en Atrio. XLSemanal ha intentado, sin éxito, recabar su opinión para este artículo.

Por orgullo, por miedo o por desconocimiento, son muchos los que rechazan hablar de estos episodios. Así lo cuenta Pedro Ballesteros, Master of Wine residente en Bruselas: «Aquí ya es una plaga. Hay especialistas que entran en las bodegas y arramblan con todo». Y explica el auge del fenómeno: «Hay varios miles de personas en el mundo que son coleccionistas viciosos del vino. Basta con que haya 15 o 20 que sean un poco chorizos para que exista un mercado».

Entonces, ¿hay una mafia detrás? «Puede ser. Clientela van a tener y no es difícil poner la inmensa mayoría de vinos en el mercado. Hay botellas muy concretas, como ese Château d'Yquem de 1806 que robaron en Atrio, que no puedes vender así como así. Pero la mayoría sí. El mercado de compraventa de vino es muy oscuro. Y en las propias casas de subastas hay poco control sobre el origen de las botellas –explica–. El vino con garantías de origen se vende a un precio superior, pero implícitamente estás aceptando que no siempre se puede demostrar su origen». 

Maureen Downey, consultora enológica desde hace dos décadas, es especialista en fraude de vinos y ha asesorado al FBI y al Departamento de Justicia americano sobre la materia. «Estas botellas podrían aparecer en una subasta dentro de 10 años –comenta–. Ya ha ocurrido en otras ocasiones». Downey no tiene dudas sobre quién está detrás: «Se trata de mafias especializadas. En Estados Unidos hubo un robo muy sonado, el del restaurante French Laundry. Detuvieron a los ladrones y demostraron que habían participado en 14 robos de vinos de alta gama», explica.

Muchos de estos casos quedan sin esclarecer y no trascienden a la prensa, a diferencia de lo que ha ocurrido con el robo en el restaurante Atrio

French Laundry, es un restaurante californiano con tres estrellas Michelin. Uno de los más reconocidos del mundo. En 2014 se sustrajeron 110 botellas con un valor en el mercado de medio millón de dólares. Cuatro años más tarde los autores fueron detenidos y condenados a prisión. Ahí sí se localizaron la mayor parte de los vinos robados. Eran, una vez más, acciones meticulosamente planificadas y botellas cuidadosamente elegidas. «No van al azar, llevan una lista determinada porque roban a demanda. Los vinos están ya ‘colocados’ de antemano».

El comprador, aduce la investigadora, no sabe necesariamente que se trata de un vino de origen ilegal. «Pero es un mercado muy oscuro, quizá hay una cadena de emails o un boca a boca donde alguien le comenta a un coleccionista que tiene unas botellas para vender y éste se lo dice a otro, que se lo comenta a otro… Hasta que aparece un comprador». Ella es especialista en la detección de vino fraudulento y asegura que se cuentan historias increíbles sobre el origen de algunas colecciones en venta. «Pero la gente se las cree».

Sobre el botín de Atrio, opina que es raro que las 45 botellas sustraídas sigan en un mismo paradero. «Vendes dos por aquí, dos por allá… Podría tenerlo un coleccionista loco en China y no volveríamos a verlas». Se habla a menudo de China, Rusia, Emiratos Árabes… como destino final de estas valiosas piezas de coleccionista. «Cabe pensar que acaben en países emergentes con algo nivel de capital», explica Jorge  Sánchez Castañón, corredor de seguros afincado en Zafra que es, desde hace años, el intermediario entre Atrio y las compañías de seguros.

Fue Sánchez Castañón el encargado de ayudar a todos los involucrados a llegar a un acuerdo económico por las botellas robadas. El conocido como 'justiprecio', cuyo valor no ha trascendido, pero podría ser de aproximadamente un tercio del que figura en carta. No tiene mucha fe en la recuperación de las botellas. Pero tampoco confiaba nadie en que con una operación coordinada entre agentes de varios países y la Interpol se consiguiera detener a los ladrones. «Quién sabe, quizá tengamos final feliz», dice Toño Pérez, el chef de Atrio.