De lanzar sujetadores a teléfonos móviles
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De lanzar sujetadores a teléfonos móviles
Viernes, 29 de Diciembre 2023
Tiempo de lectura: 6 min
No es algo nuevo. Desde los sesenta, los escenarios se llenaban de regalos de los seguidores en cada concierto. La única diferencia es que donde los Beatles o los Hombres G recibían sujetadores mientras actuaban, hoy se hubiesen encontrado desde teléfonos móviles hasta las cenizas de un familiar fallecido. Y no es broma.
Se trata de una tendencia que no para de crecer. La última famosa afectada fue la actriz Florence Pugh, de 27 años, conocida por películas como Viuda negra o Don’t worry darling. Mientras se encontraba de promoción por su nuevo filme, Dune 2, en la Comic-Con de São Paulo, Brasil, fue golpeada en la cara, muy cerca de su ojo derecho, por un objeto volador —presumiblemente una pulsera o un reloj— que provino desde el numeroso público asistente. Ante la mirada atónita de sus compañeros de reparto Zendaya, Timothée Chalamet y Austin Butler, Pugh mantuvo el tipo el resto del evento.
Accidental o voluntaria, la agresión a Pugh no ha sido ni mucho menos la única. El cantante Harry Styles va camino de ser uno de los artistas más golpeados por sus fans con botellas de agua, flores y móviles. Otros cantantes que tampoco se han librado de esta moda han sido Rosalía, que recibió un gran golpe provocado por un ramo de flores, o Ariana Grande, por un limón. Desde luego que la creatividad de las ofrendas son inimaginables: una botella de aguardiente para Marc Anthony, un mechero para Omar Montes o, incluso, un juguete sexual para Lil Nas X. Aunque nada supera al lanzamiento de las cenizas de su difunta madre que una fan realizó al escenario de Pink durante un reciente concierto. Todos ellos con golpe incluido, por supuesto.
Y algunos de esos golpes rozan ya el delito… Como el que sufrió la cantante Bebe Rexha al ser impactada por un móvil en la cara durante un concierto en Nueva York en junio pasado: tuvieron que ponerle puntos en el ojo por la profunda herida que el proyectil le había provocado. La pregunta es inevitable: ¿por qué un fan es, de pronto, capaz de lanzar objetos que puedan herir a su ídolo? El mismo fan que arrojó a Rexha su móvil planteó su gran premisa: solo quería que la artista se hiciera fotos con su teléfono y luego se lo devolviera.
La explicación, así en crudo, suena un tanto peregrina, pero tiene su mediana razón de ser y un responsable: en 2017, durante un concierto de One Direction, Harry Styles vio caer un smartphone lanzado desde el público por una fan. Lejos de ignorarlo o devolverlo sin más, el cantante lo recogió y empezó a fisgar en él. Sobreactuando o no, expresó su asombro ante lo que veía en la pantalla, en la que, justo en ese momento, entró un mensaje del padre de la espectadora en el que le preguntaba qué tal iba el show. Styles consideró oportuno (y realmente original) responderle: «El show va muy bien hasta ahora. Soy Harry escribiendo desde el móvil de tu hija. Suena raro. Espero que ella esté disfrutando del concierto. Todo el amor. H».
No fue la única ni la última vez que Styles hizo algo similar, viralizando la ocurrencia y abriendo la veda al lanzamiento de smartphones... De aquellos golpes de efecto, sí, quizá, estos golpes reales.
A esto se suma que cada vez son más los fanáticos que, al lanzar sus teléfonos sobre un escenario, han conseguido que su cantante favorito se grabara con ellos, obteniendo así un preciado vídeo que, al publicarlo, se hace al instante viral, acumulando millones de visualizaciones. Estrellas mundiales como Olivia Rodrigo, Bad Bunny o Kayne West son algunos de los que han cogido –de forma pacífica y segura– el teléfono de un fan y se han grabado en pleno concierto.
Los expertos lo tienen claro. Estamos ante un aumento de las relaciones parasociales con las celebrities debido al uso de las redes sociales. Ahora, los límites de la privacidad y la seguridad se encuentran desdibujados y, muchas veces, los seguidores lo saben absolutamente todo de sus ídolos –los posts diarios de los famosos son los principales culpables–, generando en ellos un sentimiento de ‘conocidos’. Eso sí, de manera unilateral, porque evidentemente el famoso no los conoce de nada. Este fenómeno ha acuñado incluso un nombre: stan culture. Incluso el diccionario on line de Oxford incluyó el término en 2015 definiéndolo como «fan demasiado obsesionado con un famoso o celebridad en particular».
Es cierto que de ahí a lanzar un objeto a la cara de la persona idolatrada sin ningún tipo de seguridad hay un trecho. Los psicólogos vinculan esta acción al efecto de contagio emocional. En situaciones de un alto nivel de estímulo, explican, el cerebro refleja inconscientemente las emociones de lo que nos rodea. Por esta razón, en pleno concierto, con una multitud de personas exultantes a nuestro alrededor, se crea una retroalimentación que lleva a que nuestras emociones aumenten de intensidad por encima de lo que las expresaríamos en un entorno de normalidad.
Interviene también en estos procesos psíquicos y emocionales el grado de dependencia que cada seguidor tenga hacia una celebritie debido a fenómenos como el de la mencionada stan culture y las relaciones parasociales. Esa conducta de dependencia emocional hacia una persona que no se conoce puede conducir a una gran adicción e, incluso, en algunos casos, a la agresión. Por ello, algunos fans buscan captar como sea la atención de su ídolo y que la anhelada interacción bidireccional se haga real. Aunque sea de una manera violenta, como ocurrió con el asesinato de John Lennon a manos de un seguidor en diciembre de 1980.
No es de extrañar así que algunos artistas como Adele hayan alzado la voz en sus conciertos para frenar este tipo de agresiones. «¿Habéis notado cómo la gente se olvida de la maldita etiqueta de los espectáculos en Estados Unidos y simplemente están tirando mierda al escenario? –preguntaba al público en un show en Las Vegas–. ¡Dejad de lanzar cosas al artista!».
También Billie Eilish ha manifestado ser víctima de estos proyectiles mientras actúa o en sus apariciones públicas. «He estado recibiendo golpes en el escenario durante seis años. La gente simplemente se emociona y puede ser peligroso». Parece que la única solución para frenar este particular fenómeno será tal vez actuar como Bob Dylan, Madonna o Gun’s and Roses: prohibiendo los móviles en los conciertos.