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Hibristofilia: por qué hay mujeres que se enamoran de asesinos encarcelados

Empiezan enviando cartas y acaban casándose

Hibristofilia: por qué hay mujeres que se enamoran de asesinos encarcelados

Ellos han cometido crímenes terribles y llevan años en la cárcel. Ellas han visto su foto en el telediario y saben de sus atrocidades, pero contactan con ellos, les escriben, los visitan, y algunas... hasta acaban casándose en prisión. Su atracción responde a un trastorno —hibristofilia—, pero quizá haya mucho más. Indagamos sobre algunos casos sorprendentes y perturbadores.

Jueves, 05 de Diciembre 2024, 15:13h

Tiempo de lectura: 13 min

El famoso asesino en serie, violador y secuestrador Levi Bellfield no podrá casarse entre rejas con su novia. El Gobierno británico le ha denegado el permiso en virtud de una nueva ley que pretende «impedir que los criminales más atroces disfruten de los eventos vitales que despiadadamente arrebataron a sus víctimas». Este criminal –padre de once hijos con cinco mujeres distintas– en la actualidad cumple dos cadenas perpetuas por asesinar a tres mujeres, de entre 13 y 22 años. No se ha revelado el nombre de la novia, pero, al parecer, se puso en contacto con ella en 2022 después de ver su fotografía en la celda de otro asesino en serie.

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La novia de Charles Manson. El caso más famoso de fascinación por un asesino es el de Charles Manson, que tras ser condenado en 1971 por asesinato llegó a recibir la asombrosa cifra de 60.000 cartas al año, muchas de mujeres que le prometían amor eterno. Entre ellas estaba Afton Star Burton, que tenía solo 16 años cuando se obsesionó con Manson. En 2014 se informó de que había solicitado una licencia matrimonial para casarse con él, pero caducó antes de que se celebrara ninguna boda. El reo murió en 2017 en la cárcel.

Los atroces crímenes de Bellfield sacudieron a la sociedad británica en la primera década de este siglo, pero parece que cuanto más atroz y más famoso es el asesino, mayor es la atracción que despierta en algunas mujeres. Un dato: cuando en 1986 Jeremy Bamber fue juzgado por los asesinatos de sus padres adoptivos, su hermana y sus hijos gemelos, no pocas mujeres hacían cola para ocupar los asientos del público en la sala del tribunal.

Sobre por qué algunas mujeres se casan con delincuentes encarcelados hay diversas teorías. El psicólogo y sexólogo estadounidense John Money acuñó el término 'hibristofilia' para explicar el fenómeno de que alguien se excite sexualmente con un delincuente. Por su parte, el psicólogo Leon F. Seltzer ha ofrecido explicaciones basadas en la psicología evolutiva y asegura que los asesinos en serie son vistos por determinadas mujeres como algo parecido a un macho alfa. La investigadora Sheila Isenberg, por su parte, cree que estas explicaciones resultan demasiado simplistas. Autora del libro Mujeres que aman a hombres que matan, entrevistó a 35 mujeres, desde abogadas a limpiadoras, que habían entablado relaciones con asesinos encarcelados en Estados Unidos. La mayoría tenían entre 30 y 40 años, se consideraban «morales, rectas y bondadosas», y a menudo eran religiosas.

Relaciones libres de sexo

Isenberg dividió a estas mujeres en dos grupos. El primero eran las que se sentían atraídas por asesinos como Bellfield. «Estas son las que quieren notoriedad y fama», me dice Isenberg. El segundo estaba formado por mujeres que se enamoraban de lo que ella describe como «asesinos normales y corrientes». Lo único que tenían en común todas ellas es que habían sufrido algún tipo de daño. «Al principio pensé, como casi todo el mundo, que estaban locas. Pero descubrí que no era así; eran mujeres que habían sufrido un dolor terrible. Habían sido víctimas de violencia doméstica o de abusos de algún tipo. Y les tranquilizaba tener una relación con un hombre encarcelado. El hombre está entre rejas y no puede hacerles daño; ellas están a salvo y tienen el control. Ven a los abogados, controlan el dinero; son las que mandan. Ninguna de ellas se sentía sexualmente atraída por ellos, y el sexo no desempeñaba ningún papel», afirma Isenberg. Al contrario, muchas de las relaciones recordaban más al «amor cortés».

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Naomi, la 'influencer'. Naomi Oquendo es una influencer dedicada a contar su vida de casada con un preso condenado por homicidio. El vídeo Cosas con las que me ha mimado mi marido en la cárcel —en el que aparecía rodeada de joyas, flores y, misteriosamente, un perrito— tuvo más de un millón de likes.

«Los hombres escribían poesías, canciones de amor, cartas; ponían a las mujeres en un pedestal, y ellas se sentían apreciadas por primera vez», continúa Isenberg. «Existe la teoría de que algunas mujeres se enamoran de los hombres para salvarlos. Yo no estoy de acuerdo. Mi teoría es que intentan salvarse a sí mismas».

La mayoría de estas relaciones comienza por correspondencia. WriteAPrisoner.com es un sitio web de Florida fundado en 2000 cuyo objetivo es reducir la reincidencia mediante el intercambio epistolar y las oportunidades educativas y laborales. El sitio cuenta con un millón de usuarios registrados, la mayor parte en Estados Unidos, y 20.000 son reclusos. Los usuarios pueden consultar los antecedentes penales del preso al que desean contactar.

WriteAPrisoner.com no lleva un registro de cuántas de las correspondencias iniciadas en su sitio web acaban en matrimonio, pero me enviaron más de 100 testimonios de mujeres, muchas de las cuales «han tenido éxito en sus relaciones». Isenberg me aclara que, de todas las mujeres con las que habló, solo un par había llegado a tener relaciones satisfactorias más allá de la cárcel; entre ellas, el matrimonio entre un periodista que había sido encarcelado y una reportera que había acudido a entrevistarlo. Y menciona otro caso opuesto: otra periodista que había conseguido que liberaran a un preso. «A las dos semanas, él ya se drogaba y corría detrás de otras mujeres. Lo detuvieron y murió en la cárcel, arruinándole la vida a la mujer. Ella había puesto a su nombre la escritura de su casa; había invertido toda su vida en salvarlo».

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Contra todo pronóstico. La irlandesa Heike Phelan reconoce que, antes de iniciar la correspondencia con el texano William Schiffert, si lo hubiera visto por la calle, se habría cambiado de acera. Pero tras llevar años escribiéndose cartas de hasta veinte páginas se casaron en 2012. «Todo surgió de forma gradual». Dentro de un lustro, él, condenado por asesinato, saldrá de prisión.

Las redes sociales han abierto un nuevo mundo para las esposas de los presos al ofrecerles la posibilidad de convertir su relación en un drama para consumo público. Una de las líderes en este campo es Naomi Oquendo, de 30 años, una influencer que está casada con Víctor Oquendo, de 33 años, que cumple una condena de 24 años en una prisión de Estados Unidos por doble homicidio. La mujer tiene 344.000 seguidores en TikTok, donde cuenta que él le propuso matrimonio al mes de conocerse, su boda en prisión, sus consejos de belleza («tener las uñas bonitas es funda-mental para él»)... Heike Phelan no tiene TikTok ni Instagram. Ha cumplido 55 años y vive en Irlanda. Durante los últimos 34 ha trabajado como conductora de autocares llevando a turistas por toda Europa. Desde 2012 está casada con William Matthew Schiffert, que cumple una condena de 75 años en una prisión de Texas por un apuñalamiento mortal. Phelan es una mujer sensata, con un irónico sentido del humor; no es el tipo de persona que uno esperaría casada con un asesino convicto. Sin embargo, detrás de la historia de esta mujer hay un embarazo adolescente, una expareja alcohólica y una vida dedicada a sacar a sus dos niños adelante pegada al volante de un autobús.

En 2008, por sugerencia de una amiga, se apuntó en una web para enviar tarjetas de Navidad a una docena de presos. «Tal vez porque yo misma me sentía un poco sola creía que podía empatizar. No le di mucha importancia». De hecho, no esperaba respuesta, pero un mes después recibió una carta, no del preso al que había enviado la tarjeta, sino de uno de sus amigos, William Schiffert.

Tienes una carta...

La misiva tenía seis páginas y en ella le contaba su vida. Sus padres eran traficantes de drogas. Su madre le dio heroína a sus 13 años para que se callara. A los 16 lo encarcelaron por asesinato. Y gran parte de su tiempo entre rejas lo había pasado encerrado por agredir a funcionarios. Su apodo era Perro Loco. «Lo llaman así –dice Phelan con sorna–. Porque lo era». Aquella carta la hizo reflexionar. «Era tan abierto. Yo pensaba: 'Dios mío... ¿quiero contestar?'. Al final de la misiva había un comentario: '¿Te colocas?'. Estuve pensando en ello durante tres meses y no dejaba de molestarme».

En España también ocurre...

Daniel Sancho

En nuestro país también hay casos sonados de hibristofilia. El más reciente es el de Daniel Sancho, que asesinó y descuartizó a Edwin Arrieta, con quien mantenía una relación. Sancho no solo recibe cartas de mujeres en la cárcel de Tailandia donde cumple cadena perpetua; tiene hasta un club de fans. Los reporteros que cubrieron el caso reciben mensajes en los que se defiende su... Leer más

José Rabadán

Una pasión similar despertó en 2000 José Rabadán, el ‘asesino de la catana’, que con 16 años mató a sus padres y a su hermana de 9 en una carnicería que se prolongó durante dos horas. Fue sentenciado a ocho años en un centro de menores.  Allí, Rabadán recibía cartas de admiradoras que lo idolatraban. Dos de ellas asesinaron a otra chica a puñaladas porque «querían saber... Leer más

Miguel Carcaño

Miguel Carcaño, condenado por la muerte de Marta del Castillo, también provocó fascinación entre mujeres jóvenes, que le enviaban fotos y regalos. Una llegó a ofrecerle compartir con él una herencia para tener un futuro juntos. En España es posible casarse en la cárcel mientras se está cumpliendo la condena.

José Javier Salvador

Un caso con final trágico fue el de José Javier Salvador, que asesinó de once tiros a su mujer en 2003, según él, por celos. Fue condenado a 18 años de cárcel. En prisión inició una relación con su abogada. En 2016 consiguió la libertad y se fue a vivir a Zaragoza con ella. La relación no funcionó. Ella lo dejó y un mes... Leer más

«Leyendo entre líneas, percibí cierta vulnerabilidad. Así que le respondí: 'En cuanto a tu pregunta sobre drogarse, me parece fuera de lugar. No tolero las drogas; y si eso es lo que te va no te molestes en escribir. Si vas a ser civilizado y tratarme con respeto, entonces puedes volver a hacerlo. Solo tienes una oportunidad'». «Recibí una carta de 23 páginas en la que me decía lo increíble que era mi misiva y cómo había establecido mis normas. Se lo cuenta a todo el mundo. Dice que es la mejor carta que ha recibido en su vida».

Intercambiaron fotos y las cartas aumentaron a tres por semana. Lo bueno de la correspondencia, dice, es que llegas a conocer muy bien a alguien. Ahora confiesa que encontró más felicidad escribiendo a ese desconocido, un delincuente, que con cualquier otro hombre en su vida. Fue al cabo de 18 meses –en torno a su carta 234– cuando él le confesó que estaba enamorado. «Siempre firmaba sus cartas con 'respeto siempre' o 'pensando en ti siempre'. Entonces llegó esta carta: 'te quiero siempre'. Me sorprendió. Le contesté: 'Esta vez has firmado la carta de otra manera'. Y él respondió: 'Sí, no pude evitarlo'».

«Descubrí que no estaban locas. La mayoría eran víctimas de violencia doméstica, abusos. En estos casos, el hombre está entre rejas y no puede hacerles daño; ellas tienen el control»

Ella pensó en ello durante semanas. «Y me di cuenta de que se había convertido en una parte integral de mi vida, no podía imaginarme la vida sin él. E incluso ahora no puedo». En octubre de 2010 voló a Texas para reunirse por primera vez con Schiffert. Él estaba en una zona de alta seguridad, así que hablaron por teléfono a través de una pantalla de metacrilato. «Le dije: 'Dios mío, tienes dientes'. «Me contestó: '¿Por qué no iba a tenerlos?'».

Era mi «preocupación primordial –le dijo–, porque se ven muchos programas sobre paletos con un solo diente, y nunca se me había ocurrido preguntártelo». Él se rio y no pararon de hablar durante cuatro horas. Seis meses después de su primer encuentro, él le propuso matrimonio. «Le dije que sí. Ni me lo pensé». Se casaron en noviembre de 2012. Por aquel entonces, Texas no permitía las ceremonias en prisión, así que lo hicieron por poderes. Pasaría otro año antes de que le permitieran visitas vis a vis y pudieran tocarse.

Después de eso, ella lo veía todo lo que podía, pero ahora lleva sin visitarlo desde 2017. Por problemas con su visado, tiene prohibida la entrada en Estados Unidos. Pero hablan por teléfono a diario.

Ni justificar ni juzgar

Aunque ella no suele hablar mucho de su pareja en su entorno, la gente siempre le pregunta lo mismo: «¿Cómo pudiste casarte con un asesino?». «Se lo he dicho a él en repetidas ocasiones: 'No creas que voy a aprobar ni justificar nunca nada de lo que hiciste'. Sin embargo, todo eso fue mucho antes de conocerlo, así que no creo que me corresponda juzgarlo. Solo puedo juzgar a la persona que he llegado a conocer».

Cuanto más descubría sobre su vida en la cárcel, más se horrorizaba de la violencia que se vive entre rejas, de la forma en que los guardias enfrentaban a las bandas de presos para controlarlas. Cuando Schiffert tuvo una enfermedad que no fue atendida, se indignó tanto que se propuso escribir un libro basado en su vida. Ahora ha escrito tres, que forman parte de su serie Convictos. En los últimos años parece que Schiffert ha cambiado. Ahora es lo que se llama 'un educador entre iguales'; da charlas a otros presos y actúa como consejero para quienes corren el riesgo de autolesionarse.

Hablaron por primera vez a través de una pantalla de metacrilato. «Le dije: 'Dios mío, tienes dientes'. Me contestó: '¿Por qué no iba a tener dientes?'. Era mi mayor preocupación», reconoce Heike

Dentro de cinco años, él saldrá en libertad condicional. «Hablamos mucho de eso... A veces me preocupa ese momento, ¿cómo voy a vivir con alguien? Pero él no tiene reparos. Siempre está hablando de cómo vamos a estar juntos 24 horas los siete días de la semana. Le digo que está loco si piensa eso; nos divorciaríamos en una semana. Dice que ahora me quiere más que nunca. Y yo no me arrepiento de nada. Tengo ganas de verlo, y no le doy más vueltas».

¿Qué le diría a la gente que lea su historia y piense que todo esto es muy extraño? No se lo piensa dos veces: «Absolutamente nada, porque no le debo explicaciones a nadie».