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La ruta gallega de la salvación Los judíos que huyeron vestidos de seminaristas y el médico gallego que diseñó el plan

Cerca de 500 judíos –la mayoría polacos– escaparon a Gran Bretaña desde Galicia gracias a una ruta de salvamento liderada por un médico español.

Miércoles, 27 de Septiembre 2023

Tiempo de lectura: 3 min

Estaba desmontando la casa familiar tras la muerte de sus padres cuando se encontró con un cuaderno de tapa negra que no había visto nunca. Empezó a hojearlo y se percató de que era un diario escrito por su padre, el médico gallego Eduardo Martínez Alonso. Había anotaciones extrañas, números y códigos y estaba escrito en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial.

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Médico y espía. Eduardo Martínez Alonso trabajó para el servicio secreto británico en España. Ayudó a huir a unos 500 judíos.

Tirando de ese hilo, preguntando a su madre y haciendo pesquisas sobre los nombres británicos que aparecían en aquella libreta, Patricia Martínez Vicente averiguó que su padre había sido un espía británico y que había participado en una red de salvamento de judíos perseguidos por los nazis.

Eduardo Martínez Alonso, hijo de un diplomático uruguayo, había estudiado la carrera de medicina en Inglaterra y era médico en Madrid de la embajada británica. Entre sus amigos estaban Alan Hillgarth, agregado naval y agente secreto británico y Margaret Taylor, la dueña de Embassy, un salón de té frecuentado por la élite madrileña y diplomáticos extranjeros. Hillgarth y Taylor también formaban parte de la red de salvamento de judíos.

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El agente 055A y el barco familiar. Eduardo Martínez Alonso era el médico de la Embajada británica en Madrid y amigo de Alan Hillgarth,  coordinador del servicio secreto británico en España, que lo reclutó como espía: sería el agente 055A. Para ayudar a huir a judíos, usó la dorna de su familia en Galicia. Lo han condecorado ingleses y polacos y en Israel lo han reconocido como Rescatador del Holocausto.

Esta red clandestina de salvamento de judíos utilizó varios modus operandi. Uno de ellos arrancaba en la cárcel de Miranda de Ebro (Burgos) donde se recluía a presos de la guerra civil española y también a extranjeros que habían atravesado los Pirineos de forma ilegal. Entre ellos había judíos de Europa del Este, sobre todo polacos y checos. El doctor Martínez Alonso los exploraba en la cárcel y certificaba que los judíos presos estaban enfermos. Se los llevaba en un coche con placas diplomáticas británicas hasta Vigo y luego a La Portela, la casona de su familia en Redondela (Pontevedra). Allí los ocultaba unos días.


A su madre le decía que eran unos amigos. «Mi abuela le comentaba a mi padre "estos amigos tuyos qué callados son". Y él le explicaba que, cómo venían de la guerra, estaban muy afectados», cuenta Patricia Martínez Vicente,a autora del libro Embassy y la inteligencia de Mambrú, donde explica las hazañas de su padre.

Los ‘amigos callados’ embarcaban de madrugada en la dorna El Bedrines, y en la ría de Vigo pasaban a un barco británico rumbo a Inglaterra. Participaban en las operaciones de rescate Lola la Grande, guardesa de La Portela, y los hermanos Faustino, Manolo, y Ramón Otero, pescadores de Redondela. Todos fueron colaboradores eficaces y discretos.

En 1942, los británicos alertaron al doctor Martínez de que estaba en peligro y tuvo que huir a Inglaterra. Desde allí supervisó otras rutas de evasión de judíos. Por ejemplo, su tío Rogelio –párroco de Berducido y Gende– los pasaba, disfrazados de seminaristas, en una zona donde el Miño se puede cruzar andando.

El párroco de Berducido y Gende pasaba a Portugal a los judíos polacos disfrazados de seminaristas, en una zona donde el Miño se puede cruzar andando

También cruzaba a Portugal a 'turistas muy callados' el taxista Manuel Ríos. Y colaboraron gentes de Guillarey y Salvaterra do Minho. Depositaban a los evadidos en Valença do Minho y desde allí otro enlace los llevaba a Lisboa.

Otra ruta de escape se tejía desde Madrid. Los judíos se alojaban un tiempo en el piso de Margaret Taylor, situado justo encima de Embassy. Las autoridades franquistas que merendaban en el célebre salón de té ignoraban que encima de sus cabezas había refugiados escondidos. Margaret  proporcionaba nueva indumentaria a los refugiados, luego bajaban y se mezclaban (callados) entre la clientela y salían discretamente acompañados por agentes del servicio secreto británico. Subían a automóviles con placas diplomáticas y a menudo emprendían rumbo a Galicia, hacia la casa de Eduardo Martínez Alonso.

«Mi padre estuvo en peligro, la Gestapo iba tras él», cuenta Patricia Martínez de Vicente, que narra esta epopeya en El té de la libertad (Kolima Books). Unas 500 personas se salvaron gracias a este héroe español, fallecido en Madrid en 1972.