Brutal guerra de narcos en México
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Brutal guerra de narcos en México
Viernes, 04 de Octubre 2024, 10:07h
Tiempo de lectura: 8 min
Es como si alguien hubiera dado una señal, una señal silenciosa. A finales de agosto en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, en los restaurantes, la gente pide apresurada la cuenta. Los aparcamientos se vacían y, en el centro de la ciudad, los comerciantes bajan las contraventanas. «El monstruo ha despertado», había advertido días antes el periodista Ismael Bojórquez vía WhatsApp y agregó: «Godzilla». El director del periódico Ríodoce ha recibido diversos premios por sus reportajes sobre la guerra contra el narcotráfico. Su amigo Javier Valdez, fundador del diario, fue asesinado a tiros por sicarios de la droga en 2017 muy cerca de la redacción.
«Godzilla» es como Bojórquez llama a las explosiones de violencia que, sin previo aviso, estallan en la ciudad: un «monstruo que siembra terror cuando aparece». Como aquel jueves de hace cinco años que pasó a la historia como 'Culiacanazo'. Cientos de gánsteres del cártel de Sinaloa, armados hasta los dientes, irrumpieron en la ciudad. Uno de los hijos de Joaquín el Chapo Guzmán había sido detenido y, en cuestión de minutos, el cártel envió a sus sicarios para obligar al Gobierno a su liberación. Ocho personas murieron en los tiroteos con las fuerzas del orden y se quemaron coches y tiendas. Al final, el presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó la puesta en libertad «para evitar un baño de sangre». Dada la orden, el fantasma desapareció...
Ahora hay temor a un nuevo 'Culiacanazo'. La ciudad está al borde del pánico. Grupos armados deambulan por el centro y controlan las carreteras. El Gobierno suspende las clases escolares. Cada día se registran muertos y heridos por balaceras; hasta el momento han muerto al menos 36 personas. Decenas de camionetas con cientos de asesinos armados recorren las calles, los habitantes apenas salen. Los tiroteos son el inicio de una guerra entre los Chapitos, como se llama a los hijos del Chapo –detenido en Estados Unidos desde 2014–, y la banda del narcotraficante Ismael el Mayo Zambada.
A finales de julio, Zambada fue arrestado en Estados Unidos cerca de México; es el mayor golpe en décadas contra el narcotráfico. El hombre, de 76 años, es considerado uno de los fundadores del cártel de Sinaloa, la organización criminal más poderosa del mundo. Muchos dicen que, en realidad, él es su verdadero jefe. Desde su arresto, su hijo Ismael lidera la facción Mayo del cártel y ha declarado la guerra a los Chapitos, informa el experto en drogas británico Ioan Grillo. El arresto de Zambada ha desencadenado una 'guerra civil'.
Zambada se enfrenta a 17 cargos en Estados Unidos. El capo se declaró 'inocente', pero, si se decidiera a negociar para reducir su condena, el país de habla hispana más poblado del mundo podría tambalearse. «México no es un narcoestado», afirma repetidamente el ya expresidente López Obrador. Los expertos lo ven de otra manera: «En ningún otro lugar de América, el Estado está tan estrechamente relacionado con el crimen organizado», dice Falko Ernst, representante en México de la ONG International Crisis Group.
Los expertos aseguran que Zambada lleva más de 50 años en el negocio, pero hasta ahora nunca había sido arrestado. El 'jefe de jefes', como lo llaman, parecía intocable. Su red de conexiones llega hasta el mismo palacio presidencial. «Varios expresidentes están temblando ante sus revelaciones», afirma el experto en seguridad David Saucedo. Según The New York Times, Zambada podría causar problemas al jefe de Estado saliente, Andrés Manuel López Obrador, y a su sucesora, Claudia Sheinbaum. Prueba de la enorme desconfianza de Washington es que los norteamericanos no avisaron previamente al presidente mexicano de la detención para evitar filtraciones.
Zambada es el último gran padrino de Sinaloa, un Don Corleone que prefiere resolver los problemas con su billetera que con un revólver. Se dice que pagaba un millón de dólares al mes en sobornos a la Policía, los jueces y los políticos. Los expertos aseguran que el cártel de Sinaloa lo dirigían Zambada y el Chapo conjuntamente hasta el arresto de este último en 2017. Después lo dirigió Zambada con los hijos del Chapo. Pero su relación no era tan estrecha. El periodista Bojórquez dice: «Zambada era amigo del Chapo, pero a los Chapitos solo los respeta».
Hay que imaginar al cártel de Sinaloa como una 'confederación' de diferentes familias, dice el experto Saucedo. La organización está sacudida por conflictos generacionales como una empresa familiar. The New York Times y The Wall Street Journal aseguran que fue uno de los Chapitos, Joaquín Guzmán López, quien secuestró a Zambada, se lo llevó a Estados Unidos y lo entregó a las autoridades. Así lo asegura también el propio Zambada en una carta. En ella afirmaba que el Chapito le tendió una trampa y que se lo llevaron esposado a una pista de aterrizaje donde los esperaba una avioneta que los llevó a él y al hijo del Chapo a Estados Unidos. El aparato aterrizó en Santa Teresa, un pequeño pueblo de Nuevo México, a pocos kilómetros de la localidad fronteriza de El Paso, en Texas. Agentes del FBI y de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI) recibieron a los dos capos. Con la entrega, los Chapitos se vengaban de que el hijo de Zambada testificara contra el Chapo, especulan medios mexicanos.
A pesar de la carta de Zambada, muchos en Culiacán dudan de esta versión. Creen que el capo no fue secuestrado. The New York Times, por su parte, asegura que Zambada ha estado en conversaciones con la Justicia estadounidense durante años, pero sin llegar a un acuerdo... ¿Hasta ahora?
La historia de su secuestro está llena de contradicciones. Las autoridades mexicanas y estadounidenses han cambiado varias veces sus versiones. El Gobierno mexicano dijo inicialmente que Zambada fue trasladado a Estados Unidos en una avioneta Cessna desde Sonora. El piloto era estadounidense. Ahora está claro que Zambada y Guzmán López partieron rumbo a Estados Unidos en un Beechcraft cerca de Culiacán. El piloto era mexicano.
El narcotraficante, que en la actualidad está detenido en Nueva York, detonó la primera bomba pocos días después de su arresto. En la carta publicada por sus abogados describió cómo le habían tendido una trampa. Un amigo político lo invitó a una reunión con el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, perteneciente al partido gobernante Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y cercano al presidente López Obrador. En Culiacán es un secreto a voces que el gobernador «es el enlace del cártel con la política», dice el experto en seguridad Saucedo. En las últimas elecciones, los narcotraficantes lo ayudaron a ganar secuestrando a decenas de trabajadores electorales de la oposición antes de la votación, informó el periódico Ríodoce. El político lo niega: «No tengo relación con los narcos», dijo en una entrevista.
Lo cierto es que en ningún otro estado federal el crimen, la política y el Estado están tan ligados. Los narcos cuentan con su propio santo patrón, el bandolero Jesús Malverde; los jóvenes que limpian los parabrisas de los coches en los semáforos no piden dinero: «El cártel los contrató para ver quién va sentado en los autos», dice una fuente. Los lujosos edificios de apartamentos están casi todos vacíos porque solo se compran «para blanquear dinero». Y en las afueras de la ciudad se encuentra el cementerio Jardines de Humaya, donde están enterrados muchos narcotraficantes. Algunos mausoleos parecen palacios y están equipados con aire acondicionado y televisión.
Mientras series de televisión estadounidenses como Narcos explotan este lado folclórico, decenas de miles de estadounidenses mueren cada año a causa del fentanilo. Las autoridades culpan al cártel de Sinaloa de estar detrás de su entrada en Estados Unidos. Zambada se enfrenta a cadena perpetua.
La epidemia de drogas es uno de los temas dominantes en la campaña electoral estadounidense. Donald Trump amenazó en una entrevista con enviar «escuadrones de exterminio» a México si llegaba al poder para asesinar a los jefes de los cárteles. La mafia de la droga es tan poderosa que podría derrocar a un presidente mexicano «en dos minutos», dijo.
Eso es una exageración, pero la confianza de Washington en el Gobierno mexicano se ha visto sacudida. López Obrador, en junio, pidió a la agencia antidrogas estadounidense DEA «que no interfiera en los asuntos mexicanos». Su lema «abrazos, no balazos» como estrategia de seguridad ha resultado un fracaso y los cárteles han expandido su poder. Más de 180.000 personas han sido asesinadas desde que López Obrador asumió el poder en 2018, reconoció el Gobierno, y más de 50.000 han desaparecido. La mayoría son víctimas de los cárteles de la droga o de la violencia estatal. Solo en Culiacán casi 2000 personas han desaparecido desde principios de año. «La mayoría de ellos estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado –dice Óscar Loza, de la Comisión de Derechos Humanos de Sinaloa–. Vieron cosas que no debían». El presidente ha resultado «impotente» contra los cárteles. Partidarios y opositores de su sucesora, Claudia Sheinbaum, se preguntan cómo resolverá este gigantesco problema. Ella ha apoyado públicamente la política del presidente saliente, pero ha asegurado estar abierta a cooperar con los estadounidenses.
Mientras, el Gobierno ha enviado militares adicionales a Culiacán en los últimos días para proteger a la población, al tiempo que las facciones enfrentadas del cártel se están armando, informan fuentes internas: tanto el hijo del narcotraficante Zambada como los Chapitos están movilizando a cientos de sicarios. Los expertos esperan una explosión de violencia en el estado en las próximas semanas. «Hasta ahora Godzilla solo ha movido la cola –afirma el periodista Bojórquez–. Pero en algún momento el monstruo surgirá del lago».