El espía que [decía que] me amó... “Sexpionaje” de la antigua RDA Romeos, los agentes de la Stasi entrenados para seducir
La Stasi, el espionaje de la RDA, desarrolló un sistema de seducción de secretarias y telefonistas para acceder a los secretos de Occidente. Por primera vez, se sabe quiénes fueron los primeros “romeos”... No eran unos seductores tan guapos como los de las películas..., pero crearon escuela.
Los espías han utilizado el sexo como arma desde que existen, pero ninguna agencia de espionaje ha aprovechado el deseo y el amor de forma tan sistemática e ingeniosa como la Stasi. El servicio de inteligencia de la República Democrática Alemana es conocido, sobre todo, por espiar a sus propios ciudadanos, pero también contaba con una unidad exterior, la Administración de Reconocimiento (HVA, por sus siglas en alemán), cuya principal tarea era infi ltrarse en los ministerios, embajadas y cuarteles militares del otro lado del Muro de Berlín.
La HVA fue dirigida durante casi toda su existencia por Markus Wolf, quien se dio cuenta pronto de que chantajear a los potenciales delatores era una tarea de locos; la forma más segura de asegurar su lealtad era manipular sus sentimientos. También creía que los secretos más valiosos no se obtendrían de los hombres en posiciones de poder, sino de las mujeres que hacían el trabajo en segundo plano: las secretarias y las telefonistas. A menudo eran mujeres jóvenes, solteras o infelizmente casadas, muy cualificadas y muy mal pagadas.
Wolf decidió crear un cuerpo específico de espías masculinos para localizar y seducir a estas mujeres. Los hombres eran elegidos no tanto por su buena apariencia como por su inteligencia emocional.
Los soviéticos ficharon a Söhler en un campo de prisioneros. Era nazi y pedófilo, pero no les importó. En Bonn seguía habiendo muchos funcionarios nazis; podía ser útil
La operación fue bautizada como 'programa Romeo' y los objetivos fueron denominados 'Julietas'. La tarea era la seducción o, como decían en la insensible jerga de la Stasi, «follar por la patria». A finales de los ochenta, los agentes de Wolf tenían al menos a 40 'Julietas' en el Gobierno de Alemania Occidental. Pero la operación había comenzado décadas antes y ahora, por primera vez, ha podido detallarse el origen del programa gracias a Gunnar Take, historiador de la Universidad de Stuttgart, que ha logrado identificar a los dos primeros 'Romeos', enviados por Wolf a Bonn a mediados de los cincuenta.
A la caza de 'Julietas'
Albert Weissbach estaba destinado a ser panadero en su Sajonia natal, pero la guerra se cruzó en su camino. Los nazis lo reclutaron para el Ejército y lo desplegaron en Leningrado, donde fue capturado por el Ejército Rojo. Los soviéticos lo recluyeron en un campo de prisioneros en los Urales y un día un oficial le hizo una oferta que difícilmente podría rechazar: unirse a la revolución socialista mundial y lograr así su libertad. Weissbach no dudó en declararse comunista convencido. Después de la guerra pasó por una «escuela de formación antifascista» y poco después fue seleccionado por Wolf para trabajar en la sección extranjera de la Stasi. En 1953 fue enviado a Alemania Occidental. Tenía 30 años.
Se dirigió a Bonn, una ciudad que había sido elegida arbitrariamente como la nueva capital del país. Konrad Adenauer era el canciller de Alemania Occidental y estaba construyendo un enorme aparato de poder, apoyado en gran medida por una red de antiguos funcionarios nazis, pese a las atrocidades que habían cometido.
La cancillería de Adenauer, en la que se desarrollaba una frenética actividad política, diplomática y militar, era el principal objetivo para la Stasi, pero era muy difícil de 'asaltar'.
Weissbach tardó un par de años, pero acabó encontrando una vía. Se llamaba Erna Knaupmeier y era una madre viuda de su misma edad que trabajaba como telefonista en la cancillería. Pasaba sus jornadas escuchando las conversaciones privadas de algunos de los hombres más poderosos del país.
En aquella época había muchas más mujeres que hombres en Bonn, diezmados por la guerra. Así que el día que llegó Weissbach, con el nombre de Albert Gläser, haciéndose pasar por un vendedor de productos de peluquería y utensilios de cocina, Erna reparó en él. Él se mostró encantador. Se vieron durante un año antes de desarrollar lo que ella describió más tarde como «una relación íntima».
El hijo de Erna, Günter, adolescente entonces, explicó al historiador que Weissbach se convirtió en un segundo padre para él y que la relación con su madre fue como un matrimonio durante siete años. Durante todo ese tiempo, Weissbach pasó información a la Stasi sobre lo que su pareja veía y escuchaba en la cancillería. Aunque no parece haber aportado información decisiva, fue el pionero de los 'Romeos' y demostró que la 'fórmula' funcionaba.
En la escuela de formación de la agencia, el trabajo de Söhler se consideraba una obra maestra que debían emular los demás 'comandos del amor'
Hasta que en 1962, tras recibir un chivatazo de que estaba a punto de ser descubierto, los jefes de Weissbach lo llamaron a Berlín Oriental. A estas alturas, su relación con Erna era más que profesional. Desesperado, intentó convencer a su amante y a su hijo de que se reunieran con él en el Este, sin revelar la verdadera razón de su partida. Ella se negó a ir: el Muro de Berlín se había levantado solo unos meses antes y temía no poder regresar. Albert estaba destrozado por la ruptura e incluso intentó dimitir de la Stasi, pero aquello no era posible. Su relación se 'evaporó' en el siguiente año. Ella informó a sus superiores de la 'desaparición' de su novio, pero curiosamente en la cancillería no dieron demasiada importancia al hecho. Eso sí, ella dejó su trabajo en el organismo oficial y abrió una tienda de ropa. Él, con el tiempo, superó la ruptura y se casó con una médica de la RDA.
Pero Weissbach había dejado un 'heredero' infiltrado en la Administración de Bonn. Erna le había presentado a una compañera de trabajo, Margarete Breitbach, secretaria de Hans Kilb, un abogado que se encargaba del trabajo sucio del canciller como su asistente personal. Obviamente, la Stasi puso sus ojos en Margarete. Era la 'Julieta' perfecta: lista, sociable, con buena educación, gustos caros... Todo lo que necesitaba, pensó Wolf, era el 'Romeo' adecuado: un hombre, según el manual de la Stasi, «con gran experiencia de la vida y una posición social atractiva».
Ese hombre era Herbert Söhler, un próspero divorciado y agente inmobiliario de Hamburgo, carismático e inteligente. En su contra, que era 23 años mayor que Margarete y no precisamente guapo. Había otras objeciones mucho mayores, pero esas no se harían expresas a la 'Julieta' elegida: Söhler era un nazi pedófilo.
Söhler derrochó encanto y golpes de efecto: en una de sus primeras citas la llevó a sobrevolar los tejados de la capital en una avioneta
En 1933, cuatro meses después de que Hitler se hiciera con la cancillería, Söhler se había unido al partido nazi y luego a la Luftwaffe, pero en 1938 fue expulsado por mantener relaciones sexuales con una niña de 15 años.
Take, el historiador que ha indagado sobre su vida, explica a The Sunday Times: «Eso es Söhler en pocas palabras –cuenta Take–. Un pedófilo nazi y, sin embargo, la Stasi decidió contratar a ese tipo, lo que dice mucho sobre la agencia».
Söhler había sido apartado por los propios nazis por su comportamiento inapropiado, pero la Segunda Guerra Mundial vino a su rescate. Fue llamado de nuevo a la Luftwaffe.
Al igual que Weissbach, Söhler fue reclutado por los soviéticos cuando recaló en un centro de prisioneros de guerra. Wolf, que lo entrevistó como potencial agente para la Stasi, quedó impresionado por su ingenio y su perspicacia emocional. Que fuese nazi no era un problema para el jefe de los espías comunistas; al contrario, si Adenauer estaba rodeado de funcionarios nazis, uno de ellos sería más fácil de infiltrar.
Söhler se trasladó a Bonn a mediados de los 1950, volvió al negocio inmobiliario y se unió a un club de vuelo frecuentado por las élites de Alemania Occidental.
No tardó en 'ocuparse' de Margarete Breitbach, ayudado por Albert Weissbach. No fue fácil de seducir, pero Söhler derrochó encanto y golpes de efecto: en una de sus primeras citas la llevó a sobrevolar los tejados de la capital en una avioneta.
La situación evolucionó rápidamente hacia lo que los responsables de Söhler describieron como una «relación firme con intimidades».
Y Söhler logró lo que era su objetivo: entablar amistad con el jefe de su amante, Hans Kilb, un exnazi que actuaba como el principal intermediario del canciller en un extenso pantano de corrupción, orquestando favores políticos a cambio de dinero.
Los 'Romeos' se acostaron con las secretarias de la cúpula de Economía, Exteriores e Interior del gobierno de Alemania Occidental
Söhler transmitió con entusiasmo toda esta información a Berlín Oriental. Y también descubrió un gran escándalo: el jefe de gabinete de Adenauer y su jefe de inteligencia estaban dirigiendo una operación de espionaje secreta y completamente ilegal contra los opositores internos del canciller. La Stasi había encontrado oro.
Extrañamente, sin embargo, lo echaron a perder. En ese momento, Alemania Oriental y Occidental estaban enfrascadas en una guerra de propaganda feroz, pero, sobre todo, inútil. La información que Söhler entregó a la agencia se perdió en medio de aquel fango.
Mientras tanto, Söhler contrajo una grave neumonía en 1958. Tras varios meses de tratamiento en un hospital suizo comunicó a Berlín Oriental que estaba demasiado enfermo para realizar más misiones para la Stasi. En un último esfuerzo operativo, Söhler decidió convertir a su amante en una cómplice voluntaria. Y lo logró. Durante unos meses, ella proporcionó información a la Stasi, pero al darse cuenta de que no volvería a ver a Söhler dejó su trabajo en la cancillería y, poco después, se casó con un antiguo amor.
La escuela de 'comandos del amor'
En los años siguientes, los 'Romeos' de la Stasi no lograron nada signifi cativo, pero Wolf decidió perseverar y depurar la técnica. En la escuela de formación de la agencia, el trabajo de Söhler se consideraba una obra maestra que debían emular los demás 'comandos del amor'. Los psicólogos estudiaron hasta el último detalle de los encuentros románticos de los 'Romeos': las muestras de afecto en público, el tono de voz, las cartas de amor... para averiguar qué querían realmente las mujeres. La cultura popular suele describir a los 'Romeos' como jóvenes irresistiblemente guapos, pero a veces los jefes de espionaje decidían que lo que se necesitaba era una figura paterna elegante, como Söhler.
En la actualidad sigue siendo difícil evaluar el valor final de la Operación Romeo; entre otras cosas, porque la mayoría de los registros se destruyeron tras la caída del Muro de Berlín, pero es un hecho que a mediados de los setenta los 'Romeos' se acostaban con las secretarias de la cúpula de los departamentos de economía, política exterior e interior de la cancillería de Alemania Occidental.
Los primeros 'Romeos'
El 'sexpionaje' de la Stasi fue una idea de Markus Wolf, su jefe, apodado 'el hombre sin rostro' porque durante décadas no se conocía su aspecto. Él fichó a los dos primeros 'Romeos' no por su físico, sino por su inteligencia emocional. A la izquierda, Albert Weissbach, que fue el primer espía enviado a Bonn con el objetivo de embaucar a una mujer de la cancillería. A la derecha, Herbert Söhler fue el segundo 'Romeo' y quien más influyó en el manual posterior de seducción.
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