El reloj acababa de sobrepasar las nueve de la mañana cuando en una cafetería sita en Acera de Recoletos dos camareros hablaban de lo que esperaban que fuera la jornada. Lo peor, decían, parecía que iba a ser pasadas las once. No hablaban de la clientela; de ningún habitual de los que se pasan por la barra cada domingo, sino de la lluvia, que amenazaba con deslucir esa exposición que se montaba enfrente, un Valladolid Motor Vintage que alcanzaba la undécima edición con la certeza de los 500 inscritos, cifra cerrada unos días atrás, y la duda de si vendrían todos. A decir verdad, alguno faltó. Pero pocos, muy pocos. Los hubo incluso que, habiéndose inscrito con descapotables, como quiera que en sus garajes tienen otros vehículos, cambiaron el automóvil a exponer por uno tapado, pero estuvieron; vaya si estuvieron.
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Como si pasara por la cabeza de los amantes de los coches clásicos y antiguos el resignado razonamiento de que nunca llovió que no escampara, allí estuvieron, por ejemplo, Roberto Fariñas, que condujo su Fiat desde Santurce, en Vizcaya, acompañado de su hija, para pasar el día. Paraguas en mano, se recorrieron todos y cada uno de los pasillos dispuestos por la organización, que corrió a cargo de El Norte de Castilla, que ha mantenido su apuesta por Valladolid Motor Vintage este 2024, en el que cumple su 170 aniversario. Igual que Roberto Fariñas y su hija, miles de curiosos pasearon por lo que viene a ser un museo al aire libre y, a la vez, una suerte de máquina del tiempo.
No en vano, los automóviles expuestos cuentan con grandes historias; las de quienes los condujeron hasta el centro de Valladolid, pero no solo, puesto que algunos de sus conductores son herederos de las anécdotas que un día se forjaron sobre ruedas. Así, a los más veteranos, llegasen o no al volante, les acompañaba una nueva generación de amantes del automóvil clásico y antiguo, que cuidan y miman sus coches y motos como joyas.
Aquellas historias de cómo llegaron a ser propietarios le pertenecen a los nuevos, pero también a quienes lo fueron antes, casi un siglo atrás, dado que los coches más antiguos se remontaban a la década de los años 30 del siglo XX. Junto a estos, los que más suelen atraer las atenciones del público son los vehículos camperizados, como las típicas furgonetas que la memoria asocia a los hippies, aquellos customizados, como los participantes en rallies (caso de varios coches de Renault, como una camper con motivos de la Titan Desert), los sidecars o los deportivos. Así volvió a ocurrir; aunque hubiera otro tipo de incunables, los varios Ferrari, Rolls-Royce, Porsche o Corvette tienden a llamar la atención por encima del resto. Un Pontiac con un ave fénix dibujado, como si al coche fantástico lo hubieran pintado de blanco y 'tuneado', fue de los más fotografiados desde debajo de los paraguas, ya que estos debieron permanecer abiertos una buena parte de la jornada dominical, en la que la lluvia no sirvió como impedimento para que se vieran a numerosas familias, desde abuelos hasta nietos.
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No obstante, el premio para el vehículo más antiguo fue otorgado a un Ford A, propiedad de Federico Mendoza, datado en 1930, mientras que la moto más antigua fue la Vespa de 1953 de David Lázaro. El vehículo industrial más 'veterano', entretanto, fue para Luis Misiego, que llegó conduciendo su camión Fiat 618 Colonial de 1935 y acompañado de su hija, igual que él, integrante del Club Vehículos Veteranos de Valladolid y habitual en esta cita.
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Valladolid Motor Vintage contó, en esta undécima edición, con el patrocinio de Mapfre, Fundación Michelin, ITV Itevelesa y Lexus, así como con la colaboración del Ayuntamiento de Valladolid, Coca-Cola y Rock on Wheels España y con el apoyo tanto de los expositores, que mantuvieron su presencia a pesar de las inclemencias del tiempo, y del público, que volvió a acompañarles en un evento consolidado en el calendario de los aficionados a este tipo de automóviles y también en el de la ciudad, como reafirmó el concejal de Urbanismo y Vivienda del Ayuntamiento de Valladolid, Ignacio Zarandona, que formó parte del jurado.
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