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Isaac Asenjo
Madrid
Domingo, 31 de octubre 2021, 19:08
Si no compró un bitcoin a tiempo, ahora no es tiempo de lamentaciones. Los activos digitales se sitúan a la hora de redactar este artículo por encima de los 54.000 euros y hay quien profesa que podrían llegar a los 85.000 en unos ... cuantos meses. Hace tiempo que las criptomonedas llegaron al pueblo y el concepto se ha vuelto 'mainstream' en cualquier conversación con amigos, que invierten en dinero sin monedas ni billetes. Su crecimiento y popularidad han hecho que pasen de ser un fenómeno desconocido y residual a figurar simbólicamente hasta en el monedero de tu vecino. Según los datos de Bitpanda, el 10% de la población española usa o posee criptomonedas, lo que supone casi cinco millones de personas dentro del criptoespacio. De estos, más de la mitad tendría entre 26 y 45 años y un nivel educativo alto (aunque no necesariamente en temas financieros), en base a un informe de la 'fintech' 2gether.
Hay bastante misterio aún en torno a este producto que ni se toca ni se ve y que se encuentra en un Dragon Khan constante, con más subidas que bajadas en el último año, que parece ser el de su consagración definitiva. Unas fluctuaciones que, según los expertos, responden a la todavía corriente especulativa más que a su futuro cortoplacista como dinero real al uso, con el que poder pagar. Ahora bien, las criptomonedas están lejos de ser la panacea. Esto es como invertir en bolsa: cuanto más metas, más podrás ganar. Así que, a estas alturas de la película, con los euros que te sobran en el bolsillo no vas a llegar a ser Elon Musk ni a comprarte una casa con vistas al mar.
Comprender bien los detalles sobre el funcionamiento de este tipo de activos resultará clave para saber para qué sirven, qué comprar con ellos o los riesgos que comporta esta modalidad de inversión.
«Se trata de una representación digital de valor que tiene entre sus propósitos servir como medio de cambio en un entorno de utilidad abierto o cerrado sin necesidad de la ayuda (y la comisión) de los bancos. Este propósito, y su evolución temporal, será clave para valorar su utilidad en el largo plazo y, por tanto, para fijar su precio», explica José Antonio Bravo, economista asesor fiscal y coordinador del departamento de asesoramiento tributario en criptomonedas de Àgora SA.
La diferencia con el dinero que conocemos es que no está asociado con ningún material físico como el oro, metal que ha definido el valor económico de las cosas desde tiempos inmemoriales. Los datos técnicos aclaran que se sustentan con una tecnología llamada blockchain, tokens y algoritmos de consenso, pero nos meteríamos en terrenos enrevesados que ahora no interesan a los principiantes.
En España no existe una regulación con respecto a las criptomonedas. Al menos, de momento, por lo que escapan de cualquier tipo de regulación del Estado. No se considera ilegal el comprar o vender criptomonedas.
Según CoinMarketCap, una web en la que se muestra su mercado de capitalización, habría más de 7.000 tipos. No obstante, las más conocidas son cinco: bitcoin, ethereum, litecoin, dash y ripple. La primera es la que acapara el mercado.
En una billetera o wallet, que es un programa informático instalado en tu ordenador o teléfono móvil. «Técnicamente, lo que se graba en ese software son las claves privadas o de acceso a esas monedas virtuales, las cuales realmente nunca dejan de estar en la blockchain», dictamina Santos Gutiérrez, responsable de Bit2Me Academy.
Tanto los exchanges –mercados de intercambio de criptomonedas– como las empresas de custodia están reguladas en España a través de la Ley de Prevención de Blanqueo de Capitales, y están sujetos a requerimientos para evitar el blanqueo (KYC o 'know your customer') y, desde el 29 de octubre, también a un registro en el Banco de España para poder realizar sus funciones.
Lo principal es como inversión y forma de ahorro, aunque se crearon como medio de pago. «Cada una de ellas tiene un uso distinto y existen monedas para ser utilizadas como reserva de valor, otras como unidad en el programa de incentivos de una empresa o incluso como representación digital de un activo físico, como un inmueble; es un ecosistema con muchos productos distintos, con liquidez, volatilidad y todas las herramientas de inversión que ofrecen otros mercados tradicionales como la renta variable», explican Víctor Ronco y Carlos Callejo González, expertos financieros y autores de 'Criptomonedas para dummies'.
Para los expertos, los principales beneficios son la descentralización –no dependen de ningún gobierno, entidad o corporación– y su seguridad. Para Bravo, «es fundamental la separación de la creación de dinero por parte del Estado, que es equivalente a la separación de religión y Estado que se produjo durante la Reforma en el siglo XVI».
«Por ejemplo, los billetes de euro son infinitos y el Banco Central Europeo podría imprimir todas las cantidades que quisiera en función de lo que necesitase. Una acción que causa inflación y, en consecuencia, pérdida del poder adquisitivo del usuario. Los bitcoins actualmente están limitados, y esa sensación de escasez les ha ayudado a revaluarse», reconoce el especialista de la plataforma de formación Bit2Me.
No tienen un valor único ni estable, ya que este fluctúa según la oferta y la demanda. «Al igual que una pieza de plata, una obra de arte o un artículo de colección, tiene un valor porque existen compradores dispuestos a pagar por poseerlos», apunta Gutiérrez.
En enero de 2020, el bitcoin cotizaba a algo más de 8.000 euros y un año después superaba los 34.100. En mayo obtuvo un mínimo de 24.254 y tres meses después se situaba en los 43.138.
Lo ideal para conocer el valor en cada momento es consultar páginas especializadas. «La inexistencia de intervencionismo los hace más cercanos a los mercados ideales que se estudian en economía clásica, ya que los precios reflejan en todo momento la interacción de oferentes y demandantes», destaca Bravo.
No en demasiados sitios físicos como restaurantes o tiendas de calle, pero sí puedes pagar con criptomonedas. En Madrid existen 118 establecimientos o comercios que permiten a sus clientes el pago con bitcoin, según Coinmap. En Barcelona habría 78; en Málaga, 27, y en Bilbao, 11. Actualmente podemos comprar colchones en la startup Morfeo, jabones y otros productos de cosmética de la marca Lush o realizar un Tour del Bernabéu con nuestros activos digitales. También podemos hacernos con una casa (hay más de 30 viviendas en Fotocasa que aceptan bitcoins a cambio), ir al Caribe con la agencia online Destinia, tarjetas regalo en un centenar de Carrefour o unas zapatillas en Shopify. Aunque no puedas pagar con bitcoin tu sushi favorito, puedes transformar esas criptomonedas gracias a páginas como crypto.com, que te permite crear una tarjeta que, cuando pagues, transformará tus criptomonedas en euros.
Sí, y su número se ha multiplicado en los últimos meses pese a las altas comisiones. Existen 181 máquinas en España, según Coin ATM Radar. Barcelona es la ciudad en la que más posibilidades hay de cruzarse con una, ya que cuenta con un total de 49. Le siguen Madrid (25), Palma de Mallorca (16) y Málaga (15).
En las tiendas físicas podemos convertir criptomonedas en euros y retirarlos. Una de las ventajas de estos terminales, según HelpMyCash, es que permiten realizar operaciones con dinero en efectivo de curso legal, mientras que, si operamos por Internet, necesitaremos recurrir a las transferencias o usar una tarjeta para ingresar fondos y comprar o para retirar el dinero. «Este acceso se realiza normalmente a través de un código QR. Por normativa antiblanqueo, estas compras deben ser inferiores a mil euros», explica Bravo.
Si el cliente decide comprar criptodivisas a través del cajero, deberá introducir la cantidad en euros que quiere gastar. Como si hiciese un ingreso en un cajero corriente, con la diferencia de que, en este caso, estará invirtiendo. El cliente recibirá sus criptomonedas en la cartera virtual que haya indicado o bien el cajero le generará una cartera nueva. En el caso de querer sacar dinero, el proceso es a la inversa. El cliente deberá enviar sus criptomonedas al cajero, es decir, venderlas. Y éste le entregará el contravalor en euros descontando las comisiones. Es decir, el cliente llegará con criptomonedas y saldrá del cajero con billetes de euro. «Pese a ser un mundo completamente digital, cierto tipo de público también necesita que la empresa tenga presencia física, por eso nosotros ofrecemos expertos que pueden asesorar a lo largo de todo el camino», defiende Álex Fernández, consejero delegado de BitBase.
Si realizas o vas a realizar este tipo de transacciones, es necesario que sepas cómo y si debes declararlas en tu declaración de la renta. En octubre de 2020 se publicó el Proyecto de Ley de Medidas de Prevención y Lucha contra el Fraude Fiscal, en el que se introduce la obligación de suministrar información sobre los saldos y los titulares de las criptomonedas y de las operaciones de compra, cobros, pagos, transferencias, entre otras transacciones. «Se asimilan, según la dirección general de tributos, a las permutas o cambios, por lo que, en cada operación de cambio entre criptomonedas, puede resultar en una ganancia o una pérdida patrimonial que debe ser, obligatoriamente, declarada en el IRPF (en el caso de inversores persona física)», advierte David Maeztu, abogado especializado en Derecho de Internet y tecnología.
Si cambio bitcoins por ethereums, debo calcular el coste de adquisición de los primeros y el valor por el cambio de los segundos. De esa diferencia se calcula si he ganado o perdido con el cambio y se pagará entre un 19 (si obtienes un ingreso de hasta 6.000 euros) y un 26% (si las ganancias exceden de los 200.000). Así con todas las operaciones que se hagan en el periodo.
El Gobierno no tiene forma de saber los movimientos que realizas con tus monedas, salvo en el momento que decides cambiarlas por euros. «Hacienda recibe información de los bancos de las transferencias que se hacen desde intercambiadores o exchanges, por lo que saben si una persona ha hecho o no uso de esos servicios. Es habitual que, en la declaración de IRPF, todos los años aparezca un aviso recordando la necesidad de incluir esas operaciones en la casilla número 389», comenta Maeztu.
Hay que destacar varias cuestiones sobre la preferencia de los jóvenes por este tipo de monedas y, a su vez, sobre los riesgos que implican sus operaciones. «La primera es que los jóvenes actuales son una generación totalmente digital e hiperconectada y cada vez más adicta a la inmediatez en los hábitos de consumo, puesto que las nuevas tecnologías les ofrecen tener acceso a todo en un tiempo récord», destaca el economista y experto en inversiones Pau Antó. No sorprende que, en un estudio llevado a cabo en diecisiete países por The Tokenist este mismo año, se afirme que los más jóvenes confían más en las criptodivisas que en el mercado de valores o en el oro. Tanto la Generación Z como los millennials tienen su mente programada para entenderlo y comprenderlo todo en formato digital. «Las monedas virtuales pueden adquirirse, venderse, almacenarse o cambiarse únicamente en formato digital. Además, pueden negociarse las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año, lo que encaja a la perfección con su estilo de vida», indica Antó.
El experto fija como norma básica no usar nunca el dinero que necesites para tu día a día, sino los remanentes de capital que puedas tener. «La volatilidad es tal que a corto plazo podríamos sufrir la desagradable sorpresa de una pérdida de valor, con lo que ello conllevaría». En línea con esto, indica que «hay que ser precavido, ya que son un medio virtual de cambio y no están respaldadas por ninguna institución».
El inversor advierte que algo tan simple como olvidar la contraseña de seguridad es uno de los mayores riesgos actuales. «De los 18,5 millones de bitcoins que existen a día de hoy en todo el mundo, aproximadamente el 20% están 'perdidos'».
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