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J. Castillo
Viernes, 19 de mayo 2023, 00:21
Usamos teclados en muchos momentos del día y en los dispositivos más variopintos: en el ordenador, en el portátil, en el móvil, en la tablet... tanto para trabajar como en nuestras relaciones personales. Tenemos tan interiorizado este método de escritura que puede que ni siquiera nos lleguemos a plantear particularidades como por qué las teclas no siguen el orden alfabético. Para responder a esta cuestión tenemos que remontarnos a los anales de la máquina de escribir, cuyo 'descubrimiento' se debe a varios inventores. El primero fue Pellegrino Turri –responsable también del papel de calco–, quien en 1808 se planteó el reto de idear un sistema para facilitar la escritura a las personas invidentes.
Dos décadas más tarde, William Austin Burt sorprendió con el 'tipógrafo'. Este mecanismo se considera el precedente de la máquina de escribir moderna, si bien incorporaba un dial para seleccionar los caracteres en lugar de teclas propiamente dichas. Partiendo de dicha base, en 1867, Christopher Sholes, Carlos Glidden y Samuel W. Soulé idearon la primera máquina de escribir con verdadero éxito comercial.
Tras vender su patente, el fabricante E. Remington and Sons se encargó de materializar las primeras unidades, aunque no tardó en identificarse un problema: al disponerse las teclas en orden alfabético, las varillas asociadas a las mismas terminaban chocando entre sí al estamparse sobre el papel, lo que ocurría sobre todo al pulsar casi al unísono dos letras correlativas. Esto provocó que el cometido último de la máquina, esto es, escribir a más velocidad, fuese puesto en duda.
Aunque las teclas ya no se disponían en horizontal (cual piano, lo que agilizaba la redacción), los primeros compradores debían pararse cada dos por tres para desatascar el mecanismo y realizar correcciones a mano. La solución llegó con una versión revisada de la llamada 'máquina de escribir Sholes and Glidden', comercializada a partir de 1874 en base a una sencilla premisa: la separación de los pares de letras que suelen ir juntas en lengua inglesa.
Las averiguaciones de Sholes determinaron que las vocales y las consonantes más utilizadas (d, h, t, n, s y r) debían disponerse lo más alejadas posible para agilizar la escritura. Esto dio lugar a la llamada disposición 'q-w-e-r-t-y' (en referencia a las teclas de la fila superior, enumeradas de izquierda a derecha), que terminó imponiéndose en los modelos aparecidos con posterioridad.
Fue así cómo los teclados QWERTY llegaron hasta los ordenadores, los teléfonos móviles y las pantallas táctiles que nos gobiernan actualmente, sin importar que la solución de Scholes no tuviese en cuenta otros idiomas (como el español, donde el único cambio en el teclado es la inclusión de la letra ñ). Con todo, algunos países han apostado por disposiciones alternativas, como la francesa 'AZERTY' o la alemana 'QWERTZ'.
Si lo que buscamos es teclear más rápido, un buen método es el de la mecanografía 'al tacto', donde cada dedo tiene su área de influencia en el teclado. La base es aprender a colocar los dedos en una posición inicial concreta, a la que volveremos después de cada palabra. Más concretamente, los dedos de la mano izquierda han de colocarse en las teclas ASDF y los de la mano derecha en las teclas JKLÑ, destinándose los pulgares a la barra espaciadora. Los dedos índices quedan así dispuestos sobre las teclas F y J, motivo por el que cuentan con un pequeño relieve en la mayoría de teclados.
Una vez interiorizada esta colocación, lo más importante es teclear con un ritmo constante, pulsando cada tecla únicamente con los dedos que abarquen su área y recordando que 'MAYÚS' siempre ha de pulsarse con el dedo meñique de la mano contraria a la que pulsa sobre la letra en cuestión. Como último apunte, los teclados de tipo mecánico (ruidosos por el mayor recorrido de sus teclas) suelen ralentizar más la escritura que los de membrana.
Los teclados modernos arrastran varios defectos: cansan más la mano izquierda que la derecha y causan lesiones. Una de las más frecuentes es la tendinitis o síndrome del túnel carpiano. Para evitar esta dolencia los expertos recomiendan descansar manos y antebrazos cada 3 minutos. También procurar que el teclado no esté demasiado pegado a nosotros. Al teclear, mantendremos los codos doblados en ángulo recto, evitaremos apoyar el peso de nuestro cuerpo sobre las muñecas e intentaremos que los músculos de brazos y hombros no se tensen.
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