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Pocas cosas quitan tanto el sueño como el insomnio. Quienes lo sufren miran a esas personas que dicen dormir «del tirón» y les parecen seres extraordinarios. Lo serían si, efectivamente, durmieran seguido como dicen. ¿Mienten entonces? «No, se despiertan pero son despertares tan breves que ... por la mañana no se acuerdan y la sensación que tienen es que han dormido 'del tirón'. Es habitual en niños y adolescentes y es menos frecuente a partir de los 40 años», advierte Javier Puertas, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de Valencia y vicepresidente de la Sociedad Española de Sueño (SES). Y explica qué ocurre cuando dormimos: «Uno piensa: 'Me duermo, me desconecto y me vuelvo a conectar dentro de ocho horas'. Pero el cerebro no se apaga, sigue habiendo actividad mental y se producen oscilaciones de la profundidad del sueño, así como activaciones cardiovasculares; en general, tenemos entre siete y ocho de estos 'microdespertares' por cada hora de sueño».
– Si dormimos siete horas cada noche, eso suma más de cincuenta microdespertares.
– Sí, pero son tan cortos, menos de diez o quince segundos, que la mayor parte de las veces no nos enteramos. La mayoría no los recuerda casi nunca al despertar.
Suceden durante toda la noche, aunque son más frecuentes y de mayor duración hacia la madrugada. «El sueño del adulto se divide en dos mitades: en la primera mitad de la noche las ondas cerebrales son más profundas y más lentas. Si no tenemos preocupaciones es probable que esas activaciones no nos despierten. En la segunda mitad de la noche, sin embargo, las oscilaciones son más superficiales y tenemos más ensoñaciones». Es en este segundo periodo, cuando nos vamos acercando al amanecer, donde las probabilidades de despejarnos aumentan. «Si vamos al baño pueden suceder dos cosas. Que nos relajemos porque nos quedamos a gusto y que nos volvamos a dormir enseguida o que, por el contrario, nos despejemos y nos cueste conciliar el sueño de nuevo».
– Hay quien se despierta a las cuatro de la madrugada y tarda dos horas en dormirse.
– Sí. A esa hora más próxima al final de la noche es más fácil que seamos conscientes de los despertares. Si, además, hacemos fuerza para dormir lo que hacemos es favorecer el estrés y eso impedirá volver a coger el sueño. Entonces pasan dos horas o tres y piensas: 'Bueno, ya total para lo que me queda para levantarme...', ya te relajas, no vuelves a pensar en dormirte y es cuando a veces te duermes, cuando te queda una hora para que suene el despertador. Has dejado de 'intentar' dormirte, te has distraído y te has dormido.
Esas dos o tres horas en blanco en la cama –les sucede a un tercio de la población– suelen ser estresantes, de ahí que la recomendación sea «levantarse pasados quince minutos». ¿Qué hacemos? «Es conveniente tener un rincón en otra estancia de la casa donde ponemos a leer, o que nos permita relajarnos. Se trata de que el cerebro se distraiga para que no esté pensando en dormirse».
Estos episodios de despertares se incrementan con la edad. «En los niños es sueño es más profundo y continuo y suelen dormir de un tirón. Pero con la edad el sueño dura menos y tiende a hacerse menos profundo. Por eso, las oscilaciones de la actividad cerebral durante el sueño hacen que sea más fácil despertarse completamente».
El umbral de este 'salto' del sueño 'plácido' de los primeros años al más fragmentado sueño adulto lo sitúa el doctor Puertas en torno a los 40 años. «El insomnio se suele agravarse en el tramo de los 40 a los 50 años, cuando uno tiene más responsabilidades y preocupaciones: los problemas de los hijos, la salud de los padres, el trabajo... Es más fácil llevarse los problemas a la cama».
No solo las preocupaciones, el proceso natural de envejecimiento también afecta al sueño, haciéndolo menos duradero y más superficial. «Hay personas mayores que duermen dos o tres horas al principio de la noche y después ya solo descansan a intervalos pequeños».
Y, a todas las edades, los estímulos externos son otra de las causas que pueden afectar a nuestro descanso. «El cerebro es capaz de discernir los sonidos que son importantes. Eso explica que una madre que acaba de tener un bebé y viva al lado de un aeropuerto no se despierte con el sonido de los aviones al pasar pero sí lo haga ante el mínimo gemido del bebé. Lo hace porque ese estímulo tiene un significado importante para su cerebro». De la misma manera que determinados ruidos nos despiertan porque es importante que así suceda –el caso del bebé que gime–, hay otros que nos 'duermen': «Siguiendo con el ejemplo, cuando la madre susurra o lo mece, el bebé se duerme porque es un estímulo que identifica como reconfortante». Y otras veces el estímulo no es un ruido, sino una tarea pendiente con la que nos acostamos. «Cuando tienes que coger un vuelo o madrugar para un examen... te despiertas antes de que suene el despertador».
Desvelarse a media noche, lejos de ser un mal moderno, creen los especialistas que tiene un componente evolutivo. «Si nuestros ancestros cazadores hubiesen dormido ocho horas seguidas con completa desconexión hubieran sido más fácilmente presa de los depredadores. El cerebro procesa los estímulos del entorno para poder discriminar los importantes o amenazantes». No descansa, vaya. Javier Puertas explica que es frecuente encontrar en libros de medicina antiguos e incluso en la literatura –«en 'El Quijote, por ejemplo»– referencias «al primer sueño y al segundo sueño». «La gente se acostaba cuando anochecía, se levantaba al cabo de unas horas a realizar actividades sociales, o las parejas mantener relaciones intimas, y se volvían a dormir. En la vida monacal el rezo de maitines después de la medianoche que se hacía en los cenobios medievales, o actualmente en algunos monasterios de clausura, refleja también el sueño en dos periodos».
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