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Un acto tan natural e instintivo como comer o beber –de hecho, es de las primeras cosas que hacemos nada más nacer– se puede convertir en una tortura diaria para las personas que padecen disfagia, un trastorno que dificulta el paso de los alimentos de ... la boca al estómago y que empeora con el paso de los años. Se calcula que solo en nuestro país más de dos millones de personas tienen dificultades para tragar y «nueve de cada diez ni siquiera están diagnosticadas», alertan en la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC).
Aunque la disfagia puede presentarse a cualquier edad, niños incluidos, es mucho más frecuente en las personas mayores (25%) y se dispara entre los ancianos ingresados en una residencia (más de un 60%). Ahora bien, los años no son el único factor que incrementa las posibilidades de padecer este trastorno, que en los casos más graves puede llegar a ser mortal por el elevado riesgo de atragantamiento que supone para quien lo padece. La mitad de las personas que sufren un ictus y uno de cada cuatro pacientes con tumores en la zona de la faringe también tienen serios problemas para alimentarse por la imposibilidad en muchos casos de poder comer o beber correctamente.
«Todos hemos experimentado en algún momento de nuestra vida la sensación de atragantamiento por comer muy rápido, no masticar bien o llevarnos un trozo demasiado grande a la boca. A algunas personas les pasa incluso con alimentos concretos como el arroz, la carne o los huevos duros. Pero una cosa es un impedimento esporádico y otra muy diferente que esa dificultad se vuelva crónica. Las personas con disfagia no solo necesitan hacer un gran esfuerzo para poder tragar la comida o la bebida, sino que a veces solo lo consiguen con dolor y otras ni siquiera son capaces», destaca Leandro Palomo, responsable de Salud y Seguridad de TK Home Solutions, dedicada a la búsqueda de soluciones de accesibilidad y movilidad en el hogar.
La tos o el propio atrangantamiento son los principales síntomas de la disfagia, pero existen otros que pueden hacer saltar las alarmas: «Fatiga a la hora de comer, dolor en la deglución, arcadas al intentar pasar los alimentos, molestias en el pecho después de tragar, sensación de que la comida se queda 'pegada' en la garganta, ronquera, cambios de la voz durante la comida, acidez de estómago, regurgitación frecuente e incluso parte de lo ingerido puede salir por la nariz», enumeran los expertos.
«En estos casos, conviene acudir pronto un especialista porque, además de poder llevarnos un buen susto por atragantamiento, este trastorno prolongado en el tiempo también suele llevar aparejada desnutrición, pérdida de peso, deshidratación y neumonía por la aspiración de sólidos o líquidos que llevan bacterias a los pulmones», especifica Leandro Palomo.
La disfagia puede ser de dos tipos: orofaríngea y esofágica. Y se diferencian básicamente por la zona en la que se localiza la dificultad para tragar, un proceso en el que intervienen unos cincuenta pares de músculos y nervios. La primera es la que se origina en la zona de la faringe. Es decir, los problemas se presentan desde que el paciente lleva el alimento a la boca por el debilitamiento de los músculos de la garganta, que dificultan el paso de la comida hacia el estómago. Las causas son múltiples. «Desde enfermedades que afectan directamente a la cavidad bucal (faringitis, amigdalitis, candidiasis...) a patologías como el párkinson, esclerosis múltiple, derrames cerebrales o tumores en la zona de la faringe», señalan en la SEORL-CCC.
El otro tipo es la disfagia esofágica, «en la que los alimentos se quedan como atascados o pegados después de tragarlos. En otras palabras, las dificultades aparecen cuando la comida o la bebida bajan por el esófago. En los casos más graves, el paciente vomita constantemente», explican los expertos. En este caso, las causas más frecuentes son los espasmos, estrechamientos, tumores, cuerpos extraños en el anillo esofágico, reflujo, alergias alimentarias, úlceras, cicatrices, hernias...
«Una de las claves para evitar las complicaciones de la disfagia es diagnosticarla a tiempo para poder establecer así el tratamiento más adecuado para cada caso», explica la doctora Arantza Pérez Rodrigo, médico de la residencia Colisee Indautxu, en la que trata a diario a mayores con este trastorno en el reflejo de la deglución. «Cuando el paciente tiene dificultades para tragar líquidos, lo más recomendable es usar espesantes y gelatinas, mientras que si el problema son los alimentos sólidos, lo que se debe hacer es adaptar la textura de la comida a las necesidades de cada persona», aconseja la gerontóloga.
En este sentido, los expertos destacan la labor de los logopedas en los casos de disfagia. «En pacientes con ictus, por ejemplo, consiguen que se recuperen por completo en un alto porcentaje», señala la doctora Pérez Rodrigo. También es aconsejable que los familiares o acompañantes de personas con disfagia aprendan la maniobra de Heimlich para ayudar en caso de atragantamiento.
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