![De risas con el psicólogo o cómo el humor nos puede ayudar a relativizar la angustia](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202205/18/media/cortadas/fotoleads_humor601-kxGC-U170135927133jtD-624x385@RC.jpg)
![De risas con el psicólogo o cómo el humor nos puede ayudar a relativizar la angustia](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202205/18/media/cortadas/fotoleads_humor601-kxGC-U170135927133jtD-624x385@RC.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
FERMIN APEZTEGUIA
Jueves, 19 de mayo 2022, 00:07
El humor es tan terapéutico, sienta tan bien reírse incluso de uno mismo, que la psicología lo ha adaptado como una herramienta más de la terapia. No se trata de pasarse una sesión a carcajada limpia, ni mucho menos de tomarse a chirigota los problemas ... que a uno le atormentan.El objetivo es rebajar la ansiedad. Una gracia a tiempo permite desdramatizar la situación y cambiar un panorama de angustia –a menudo irracional–, por otro más ajustado que permita contemplar la realidad sin tanto agobio, temor o desconfianza. No es que no pase nada, pero quizás no sea para tanto.
«Una sesión de terapia es algo muy serio, un acto muy responsable por parte del terapeuta,pero tampoco tiene que ser algo frío, rígido y solemne», defiende la psicóloga Virginia Dehesa, que ha hablado sobre el uso terapéutico del humor en el congreso nacional sobre Psicología Positiva que se ha celebrado en la Universidad de Deusto, en Bilbao. El ingenio, la ironía, y un poco de chispa en el momento adecuado ayudan al paciente a afrontar la sesión con más calma; y al terapeuta, a lograr una mayor cercanía y complicidad con su cliente, que es como se refiere a ellos la especialista valenciana. El buen uso del salero no es algo, sin embargo, que se enseñe en la facultad. A menudo depende de la destreza, experiencia y buen hacer de cada profesional.
La psicología positiva busca fortalecer cualidades como el optimismo, la alegría y la motivación para que la persona desarrolle actitudes que le permitan gozar de una vida más plena. Se trata de indagar en lo mejor de cada ser humano para favorecer una salud mental plena. En la consecución de ese objetivo, el humor puede resultar una estupenda terapia que, como todas, hay que saber utilizar en la dosis adecuada.
«Hay que valorar bien el tipo de persona que tienes delante, la forma en que se desenvuelve y reacciona ante tus comentarios y, claro, su diagnóstico», explica la terapeuta del centro Carmen Pastor Psicólogos de Valencia. Lo primero que marca el tipo de relación que se desarrollará con el cliente es el motivo de consulta.
Recurrir a ironías y juegos de palabras al comienzo de una terapia por depresión puede resultar una auténtica necedad. El esfuerzo será inútil, porque las personas deprimidas son incapaces de verle la gracia a nada. «Por eso van a terapia». El humor, en cambio, resulta muy eficaz para trabajar el enfado, la ansiedad y poner a prueba los pensamientos irracionales del cliente.
«A menudo, la gente sufre por creencias propias sobre cómo debería ser su vida o de qué manera habría de comportarse con los demás. Otras veces –relata la psicóloga valenciana– sacan conclusiones catastróficas o trágicas porque sus objetivos o deseos vitales se han frustrado». Un juego de rol permite en estos casos contemplar la situación generadora de tanta angustia desde una perspectiva completamente distinta.
La interpretación de diferentes papeles por parte del terapeuta y su cliente le ayudará a rebajar tensiones y le abrirá la puerta al entrenamiento de nuevas habilidades sociales, como la empatía y la asertividad. «Hago, por ejemplo, de la amiga que ha dejado de serlo y comienzo a decirle cosas como '¡Oh, es tremendo! No vamos a ser amigos nunca más; creo que es algo que nunca podré superar'. ¿Que es lo que estoy haciendo así? Exagero la situación de forma cómica para que se vea que sus temores son del todo improbables».
No hay Facultad de Psicología que enseñe los futuros profesionales a utilizar el humor como herramienta, a pesar de los muchos estudios científicos que avalan su valor terapéutico. Los libros, sin embargo, sí que contienen metáforas que ayudan al especialista a explicar a su paciente con cierta gracia la importancia que ejerce el pensamiento sobre las emociones que se sienten.
'El ejemplo clásico es el de la caca de perro. Un tipo va por la calle y pisa un zurullo. Puede interpretar lo sucedido de varias maneras. Una de ellas es diciéndose 'Joe, qué guarra es la gente, no recoge ni la mierda de su perro'. Es la peor de todas. Una reacción así solo le llevaría al enfado. También podría decir '¡Vaya hombre, lo que me faltaba para acabar el día. Esto sólo me pasa a mí'. Esa forma de razonar es algo mejor, pero solo le conduce a la tristeza.
Lo ideal sería vivirlo de una manera positiva. Reaccionar con un pensamiento tipo '¡Qué bien, ahora voy a tener siete años de buena suerte!' favorece el alivio y un mejor bienestar personal. «No son las situaciones las que nos hacen sentirnos mal. Lo que pensamos de ellas es lo que nos provoca emociones diferentes y, en consecuencia, conductas distintas».
No lo dude, cuando salga de la consulta del terapeuta, la vida seguirá siendo la misma que cuando entró. Pero después de una sesión así, quizás su gesto haya cambiado. Es de lo que se trata. De que una sonrisa, pese a todo, le ayude a ser un poco más feliz.
El humor es una habilidad que se aprende, pero todos los científicos que lo han estudiado han llegado a la conclusión de que lo que sí es innato es el temperamento. Por muchos chistes que uno quiera memorizar, si no tiene gracia para contarlos, mejor que no lo haga. Cuando de lo que se trata es de utilizar ese humor en terapia, la situación se complica aún mucho más. No sólo hay que tener destreza para incorporar la broma en el momento adecuado. También es importante conocer al cliente lo suficiente como para adelantar su reacción ante una ironía o un sarcasmo. No todos los pacientes reaccionan igual ante una broma, según detalla la psicóloga Virginia Dehesa. «El humor permite afianzar lo que llamamos la alianza terapéutica. Relaja a la persona, crea una atmósfera de confianza y favorece la comunicación de temas delicados. Es una herramienta fantástica», defiende la experta. «No olvidemos que la gente viene al psicólogo tan nerviosa como al dentista».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.