Secciones
Servicios
Destacamos
El término deja poco lugar a duda: 'padre helicóptero' (o madre). ¿Se reconoce? «Estamos demasiado encima de los niños, intervenimos demasiado. Si a nuestro hijo le han quitado un juguete, enseguida vamos los adultos a preguntarle al otro por qué se lo ha quitado, si ... se quiere montar en el columpio pero un amiguito sigue montado rato y rato vamos a decirle que se baje... No queremos que lo pasen mal o que se aburran, pero así no están desarrollando estrategias para gestionar sus conflictos». La advertencia la lanza Silvia Álava, psicóloga infantil del centro Álava Reyes de Madrid. Resuelve así una duda recurrente entre las familias de hoy: ¿hay que intervenir en los conflictos de nuestros hijos? No. «Hay que acompañarles, pero no hay que resolverles los problemas. Si ha pasado algo en el parque, se habla en casa, que no sienta tampoco que le estamos regañando delante de otros niños».
Le plateamos a la experta un conflicto habitual: un niño no le deja jugar a mi hijo. «Algunos padres van donde el otro niño y le dicen: 'Tienes que dejarle jugar'. Pero no conviene dar órdenes a los hijos de los demás. Sucede también que a veces nuestro hijo se focaliza en que quiere jugar con ese chaval en concreto. 'Es que no quiere jugar conmigo'. 'Pues vete a buscar otros niños, porque ese igual no quiere pero hay otros doce deseando jugar'. Y, muy importante, cuando el niño que no le dejaba participar a nuestro hijo se acerque a jugar otro día hay que dejarle, nunca decirle que no, sino todo lo contrario: '¿Ves qué bien lo pasamos jugando juntos?'».
'Pídele perdón': «Cuando un niño pide perdón a otra para que no le castiguen sus padres o el profesor es un gesto automático que no sirve porque no repara el daño hecho. Cuando hay un conflicto hay que separarles para que se calmen y, luego, trabajar la empatía: '¿qué has sentido?', '¿cómo crees que se ha sentido la otra niña?'. Hasta que entienda que si le ha hecho daño hay que pedir disculpas», explica la psicóloga Silvia Álava.
Pegatinas rojas: «Decirle a un niño que se porte bien es abstracto. Hay que explicarle que eso significa no pegar, no gritar, ser puntual, respetar el turno, hacer la ficha del cole... El sistema de refuerzo y castigo de ponerles pegatinas verdes y rojas funciona mejor cuando es solo en positivo (pegatina verde) porque el que se porta mal y siempre tiene la roja tal vez ya ni se esfuerce en hacerlo bien. Pero las verdes funcionan porque el crío necesita saber que se está portando bien».
En ocasiones, el adulto toma otra dirección para resolver el conflicto en el que se ha visto involucrado su hijo: va a hablar con los padres del otro. Error. «Los niños hoy no juegan juntos, pero mañana sí. Cuidado con llamar a otro padre porque entonces el problema pasa a la esfera de los adultos». Solo habría que ir a hablar con la otra familia, dice, «cuando la situación es desproporcionada, pero si los niños son de edades parecidas, un año arriba o abajo, hay que tratar de que lo resuelvan ellos». ¿Y si el conflicto es en la escuela? «Se habla directamente con el profesor, con nadie más».
Frente a los 'padres helicóptero', el otro extremo, «esos adultos que, ante un conflicto infantil, siempre salen con que 'son cosas de niños' Eso no es así. Al decir eso, el padre no está validando la emoción de su hijo cuando otro niño no quiere jugar con él. Y debe hacerlo. 'Entiendo que estés triste porque a todos nos gusta que jueguen con nosotros'».
Y, ojo, que no pasa nada por estar triste. «Tienen que aprender a tolerar experiencias desagradables. A veces se tienen que dar cuenta de que si el plan A no sale, hay que buscar un plan B. Si está esperando su turno en el columpio, no le dejo el móvil mientras espera para que no se aburra. Se pone a la cola y espera. Y si el otro niño no se baja, no voy yo a decirle que se baje. Tendrá que ser mi hijo el que le pregunte: '¿Me dejas ahora a mí?'. Y si aún así el otro no se baja, no intentaremos bajarle nosotros ni dejaremos que nuestro hijo se enfrasque en la pataleta. Le haremos ver que así solo está consiguiendo perder un tiempo precioso de juego. Entonces tendrá que poner en marcha ese plan B y buscar otro juego».
En las aulas de Infantil del colegio Madre De Dios de Bilbao hay un espacio reservado para los conflictos: dos bancos enfrentados con los dibujos de una boca y una oreja. Allí se sientan los niños después de una pelea. 'Me ha empujado', 'me ha quitado el estuche'... Uno frente a otro, respetando el turno, relatan cómo se han sentido. «En la educación se está produciendo un cambio de paradigma basado en la neurociencia, en lo que se sabe de cómo funciona el cerebro humano. Cuando hay un conflicto, se produce una explosión de la amígdala que anula la razón. Y si el profesor castiga, lo que hace es dar una respuesta impulsiva que no funciona porque un castigo no restaura el daño», explica Rosa Alonso, profesora de pedagogía terapéutica y coordinadora pedagógica del centro vizcaíno. Es la práctica de algo de lo que se habla mucho: educación emocional en la escuela, un concepto a veces difuso.
«Cuando estalla el conflicto el profesor solo ve la punta del iceberg, el humo, pero en el fondo hay un fuego. Por mucho que razonemos con el chaval que se ha portado mal, no llegaremos a nada. Es como si te dice que tiene miedo a montarse en un ascensor. ¿De qué sirve que le digas que no pasa nada si le impregna lo emocional?». ¿Entonces? «Hay que acompañar al alumno sin juzgarle. Tendemos a sermonearles y eso solo provoca que pongan una barrera defensiva». Cuando en el aula se produce un comportamiento inadecuado, sostiene Alonso, «hay que hacerle ver al niño que entendemos lo que pasa, pero que su manera de gestionarlo no es la adecuada. Hay momentos en que el alumno, por una situación personal, tiene un desajuste amocional: se le ve triste, no conectado... Es importante que el profesor lo identifique, se pueda tomar un cola-cao con él... Y, si ya se ha producido el conflicto, hay que darle tiempo al niño para que la amígdala se desactive. No es igual decirle: 'Sal al cuarto de baño, toma un vaso de agua y te tranquilizas' que 'vete fuera, que estás dando la paliza'».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.