«Estos 'calaos' son fascinantes»
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Knut Haug 49 años, noruego residente en Malasia. Amantes del vino de todo el mundo llegan en verano a La Rioja para visitar bodegas de tradición centenariaSecciones
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Knut Haug 49 años, noruego residente en Malasia. Amantes del vino de todo el mundo llegan en verano a La Rioja para visitar bodegas de tradición centenariaPor el barrio de bodegas de San Asensio (La Rioja), un laberinto de callejuelas estrechas y empinadas, sube resoplando una furgoneta azul. Aparca junto a una casona baja, con la fachada de piedra. Por las portezuelas laterales descienden, como escenificando un chiste, un noruego, dos ... malayas, un británico, dos australianos y dos peruanos. Es la una de la tarde. Reciben un bofetón de calor y con las manos hacen el gesto de la visera para protegerse de la luz brutal del mediodía. Abren el portón de madera que franquea el acceso a Bodegas Lecea y entran en fila india, tímidos, silenciosos y un poco compungidos, como si acabaran de meterse en una iglesia y temieran cometer algún sacrilegio.
Knut Haug, de 49 años, noruego de piel aceitunada y ojos rasgados, desciende con cuidado por las escaleras que conducen a los 'calaos', esos túneles centenarios excavados a mano en el subsuelo para que el vino repose allí en las mejores condiciones de luz, temperatura y humedad. Knut vive en Malasia, trabaja en telecomunicaciones y ha corrido el 'ironman' de Vitoria. No hace falta que lo jure: es un tipo fibroso, atlético, de aspecto juvenil. «Conocía el vino, pero no la región. Mis favoritos siempre han sido los vinos españoles y en particular Rioja. Por eso me apetecía mucho venir aquí y conocer el lugar en el que se producen», explica. A los pies de Knut y de su mujer, Harum, se va abriendo un extraño mundo subterráneo. El termómetro ha bajado veinte grados de repente y en la penumbra se atisban antiguos lagos y barricas. «Yo no sabía nada de todo esto...», murmura Knut. Tienen los 'calaos' algo de esotérico y misterioso, aunque la enología sea una ciencia y la fermentación un impecable proceso químico. Knut y los demás miembros de la expedición siguen las explicaciones de Estrella Lecea sin perder ripio, atentos y sorprendidos. Algunos incluso se animan a cargar sobre sus espaldas viejos pellejos de vino. «Los 'calaos' me han parecido fascinantes. Es muy interesante esta historia de cómo se hace el vino desde hace siglos. Me parece admirable», resume.
Knut Haug Es muy interesante esta historia de cómo se hacía el vino antes y cómo se mantiene la tradición.
Paul Ponce «También hemos estado en Napa, en Sudáfrica, en Burdeos... El contraste entre zonas nos resulta muy estimulante».
Jame Lee Lumley «En Malasia no existe cultura del vino, lo descubrí cuando me trasladé al Reino Unido. ¡Y ahora me encanta!».
David Ward «En Sydney tenemos amigos españoles con los que organizamos 'vino parties' para ver cuáles nos gustan más».
Tras el recorrido por los 'calaos', los visitantes vuelven al zaguán de ingreso, dispuestos para la cata. A estas horas y con este calor, apetece tomarse un blanco fresquito o incluso un clarete de la zona, pálido y fragante, pero Jane Lee Lumley, malaya residente en el Reino Unido, prefiere el tinto. «Cuando nuestra guía nos dijo que íbamos a visitar una bodega de hace siglos quedé maravillada», enfatiza. Con Jane viaja su marido, Steve, británico, que no dice nada pero asiente y pega sorbitos a su copa. Jane, una mujer expansiva, de ojillos chispeantes, ríe continuamente. Confiesa que se enamoró del vino cuando se trasladó al Reino Unido porque en su país de origen, Malasia, de mayoría musulmana, consumir alcohol no está bien visto. Ahora trabaja en hostelería y se ha hecho una entendida: «¡Me encanta! –exclama–. Conozco muchas regiones vinícolas del mundo y estoy entusiasmada por haber podido venir aquí».
En el pasaporte de viajes enológicos de Paul Ponce yMariela Zabal, naturales de Arequipa (Perú), hay muchos sellos puestos. Aprovechan las vacaciones para visitar lugares de tradición vinícola y La Rioja se acaba de sumar a una apabullante lista en la que ya figuran el valle de Napa, la Toscana, Burdeos, Ciudad del Cabo (Sudáfrica), Alsacia... A San Asensio, un pueblecito de mil habitantes situado entre Logroño yHaro, han llegado para cerrar un hermoso y plácido viaje por Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco. «Era nuestra oportunidad de visitar una bodega de Rioja –dice–. Cuando mi esposa y yo comenzamos a tomar vinos, el tempranillo fue la cepa que más nos sedujo. Siempre tuvimos la idea de venir y ahora por fin hemos cumplido ese deseo».
Sobre una vieja barrica que sirve de mesita, Paul y Mariela están compartiendo un tinto con David Ward (42 años) y Mikayla Austin (29), australianos de Sydney. Les separan miles de kilómetros, un océano inmenso y lenguas y tradiciones diferentes, pero los ha unido su pasión por el tempranillo. David es un mocetón risueño y rubicundo, con planta de jugador de rugby. A esta esquina de La Rioja ha llegado para resolver una enconada querella: «Tenemos en Australia muchos amigos españoles, algunos de los cuales trabajan en restaurantes. Solemos organizar unas fiestas a las que llamamos 'vino party' y que consisten en ir probando unos y otros, como en una competición. Rioja es uno de mis favoritos y esos mismos amigos nos sugirieron que viniésemos a visitar la zona. Y aquí estamos. Es un sitio realmente bonito». Tanto en las viñas como en la bodega, David Ward ha comprobado las diferencias entre los viticultores del nuevo mundo y los del viejo continente. «He visto que en España se cultiva y se elabora de una manera mucho más tradicional. En Australia somos un país muy moderno y se utilizan técnicas más... digamos científicas. No hay allá corporaciones como los consejos reguladores ni reglas que seguir; de manera que los elaboradores pueden hacer lo que quieran, sin controles ni influencias». Entre Sydney y San Asensio hay 17.547 kilómetros de distancia y David tiene la impresión de haber completado un largo viaje del vino de acero y laboratorio al vino de piedra y tradición. «Ese contraste de zonas y estilos a mí me resulta muy estimulante», tercia el peruano Paul Ponce.
Animados por la conversación y por el tinto, el cronista se atreve a formularle a David la pregunta definitiva, la que le ha hecho cruzar el mundo en busca de respuestas: ¿Prefiere el vino australiano o el riojano? David suelta una carcajada y escurre el bulto como puede: «Si me lo preguntas en España qué voy a decir... El tempranillo de esta zona me parece fantástico. Pero Australia produce algunos blancos estupendos».
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