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Luego entramos en los matices, pero aquí va el titular. ¡Y son buenas noticias! Si ha ganado 2 o 3 kilos este verano, tranquilo, puede deshacerse de ellos sin hacer 'nada'. Y ahora sí, vamos con los matices.
«El cuerpo tiene un mecanismo para controlar el peso y mantenerlo igual o con pequeñas oscilaciones durante muchos años. Si hemos cogido algún kilo en vacaciones no hace falta ponerse a dieta ni machacarse en el gimnasio, ya que volviendo a nuestra rutina normal los perderemos. No en un mes, claro, necesitaremos tal vez tres. Y lo más importante, no sufriremos el temido efecto rebote», asegura la doctora Ana de Hollanda, coordinadora del Área de Obesidad de la Asociación Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
Coincide en la estrategia Pablo Zumaquero, nutricionista y tecnólogo de los alimentos y un conocido divulgador en redes sociales. «Por estas fechas todavía estamos pagando las consecuencias del 'todo incluido' de agosto. Sucede en verano y en Navidad: hacemos animaladas bebiendo más y comiendo peor y, claro, ganamos peso en poco tiempo. Pero haciendo bien las cosas seremos capaces de perder de 300 a 400 gramos a la semana... Kilo y medio menos de grasa al mes más o menos. Los nutricionistas, cuando hablamos de perder peso hablamos, en realidad, de perder grasa corporal».
Los dos especialistas nos quitan la idea de castigar al cuerpo con dietas severas que no son más que pan para hoy y hambre para mañana.
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Para saber por qué hemos cogido peso en verano basta con acordarnos un poco de las rutinas estivales –el cruasán de desayuno (normalmente solo tomas café), el helado de después de comer, las cervezas y los refrescos de la tarde...– y eliminarlas. «Quitarse ese cruasán del desayuno ya supone reducir en 150 las calorías diarias por la mañana. Eso es un gran cambio», pone el ejemplo la experta de la SEEN.
Ahora vayamos con la segunda cuestión que nos ha hecho ganar peso: las horas tumbados en la hamaca. «No hace falta meterse sesiones de tres horas diarias en el gimnasio. Haciendo 150 minutos de ejercicio semanales volveremos a nuestro peso habitual», garantiza la doctora.
Regresando a la mesa... «Si hacemos una dieta a base solo de brócoli, apio, pollo, pescado blanco y carne magra perderemos peso, pero al tercer día nos va a apretar tanto el hambre que empezaremos a picotear. ¿Qué ocurre entonces? Que ese brócoli y ese pollo a la plancha, o sea, la comida saludable, se convierte en castigo y los alimentos super calóricos del picoteo, en el premio». Por eso, Pablo Zumaquero es enemigo de los regímenes que te dejan «el sábado libre». «No tiene sentido pasar hambre de lunes a viernes y pegarte un atracón el fin de semana. Te lleva a mantener una mala relación con la comida».
El divulgador cree, además, que no es sostenible en el tiempo y una dieta decuada debe ser eso, constante: «Cuando pasas hambre, la primera semana lo aguantas, pero a la tercera, así y sin vida social, no resistes y lo dejas».
Con esa dieta libre de hidratos, de grasa y de vida social claro que podemos bajar 5 kilos en un mes pero, ¿sabe de dónde se eliminan esos kilos? «Cuando pierdes mucho peso en poco tiempo no solo te deshaces de los michelines, que es lo que estamos buscando, pierdes también líquidos y musculatura y eso no es nada bueno. Porque el músculo gasta mucha energía y, si lo pierdes, gastas menos», advierte Zumaquero.
Y completa la explicación la doctora De Hollanda: «Cuando hacemos una dieta muy restrictiva, por ejemplo que una persona de 60 kilos baje 5 en un mes, el cerebro pone en marcha sus defensas para no perder peso, se defiende. Por un lado, aumenta la sensación de hambre (lo mismo sucede cuando te saltas comidas) y, por otro, como el organismo se da cuenta de que le has quitado calorías y ha perdido músculo, el gasto metabólico, lo que gastamos en reposo, disminuye. Al final, el cuerpo no hace otra cosa que aplicar mecanismos de compensación para responder a esa restricción de comida», señala la especialista, quien advierte también de una consecuencia nada excepcional: «Cuando se pierde peso bruscamente no es raro desarrollar piedras en la vesícula, que se forman porque la bilis no fluye bien».
¿Y en la piel? ¿Qué efecto tiene perder esos 5 kilos de repente? «Tendría poco efecto sobre la flacidez corporal porque para eso hace falta perder más peso –la zona donde antes se nota es el brazo–, pero sí podría notarse en la cara, en la zona de las mejillas», advierte la dermatóloga Paloma Cornejo, directora médica de la clínica con su mismo nombre y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología. Aunque en lo bien o mal que tengamos la piel «tiene mucha importancia la genética, a medida que nos hacemos mayores se relajan los ligamentos y se resiente la calidad cutánea. De ahí que esos adelgazamientos bruscos se aprecien más en los rostros de personas más mayores que en los jóvenes». Para luchar contra la flacidez del cuerpo en caso de que empiece a notarse, la dermatóloga aconseja «acompañar la pérdida de peso con ejercicio físico de fuerza, ya que así ganaremos masa muscular que servirá de soporte y de sostén a la piel».
Fulanito bajó 7 kilos en solo mes y medio... pero al cabo de medio año había cogido 10. Cambien a Fulanito por Menganito y los 7 kilos por 9 o los que quieran. La película suele acabar igual: perdió tanto y recuperó esos y más. «Es una cuestión fisiológica. Cuando bajamos de repente muchos kilos estamos jugando con nuestro sensor de peso y eso hace que luego los recuperemos», confirma la doctora De Hollanda. Cosa que no sucede cuando los perdemos poco a poco. Y, lo que es peor, «tras una brusca bajada los recuperamos en forma de grasa».
Además, si se empeña en bajar kilos a lo bruto prepárese para tener hambre durante un año. Y no, no es una forma de hablar. «Cuando bajamos 6 kilos en un mes estamos sometiendo al cuerpo a un estrés grande que hace que se alteren las sensaciones de hambre y saciedad. Fruto de esta alteración, las hormonas del hambre (y, por tanto, las ganas de comer) quedan elevadas hasta un año después de haber acabado esa dieta feroz», advierte Pablo Zumaquero.
La combinación más calórica: Pongamos esto en un plato: 200 gramos de pollo, otros 200 de arroz y 150 gramos de verduras. En total esa comida suma 550 gramos y tiene 600 calorías.
La opción baja en calorías: Pero esos mismos ingredientes ingeridos en diferentes proporciones pueden ser mucho menos calóricos. Así, si tomamos 75 gramos de pollo, otros 75 gramos de arroz y 400 de verduras meteremos igualmente 550 gramos de comida al estómago pero solo serán 250 calorías. Esto es, con la misma cantidad de comida ingerimos la mitad de calorías.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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