RODRIGO PARRADO

¿Cómo anticiparse al empacho?

Comer deprisa aumenta el riesgo de empacho. Se puede evitar dejando un 20% del estómago libre

Sábado, 28 de noviembre 2020

Fíjense en el muchacho de la ilustración que acompaña a este artículo. El chaval engulle salchichas sin descanso, mientras su estómago va haciendo hueco como puede a la tremenda panzada. Obviamente es una exageración, pero, en todo caso, es una exageración muy ilustrativa para explicar ... el efecto del empacho. «Nos empachamos cuando rebasamos la capacidad del estómago», define de forma sencilla Giuseppe Russolillo, director de la Academia Española de Nutrición y Dietética. Y este empacho, que es un grado más que esa inicial sensación de 'llenazo', ocurre por dos razones. «La principal causante es la prisa. Cuando comemos rápidamente no damos tiempo a que el estómago envíe al cerebro la señal de que está completo. Sin darnos cuenta comemos más de lo que deberíamos. Y sucede también cuando comemos muy despacio porque es un día especial. Una boda, una cena de Navidad, una sobremesa larga... En esas ocasiones conscientemente ingerimos una enorme cantidad de alimentos. Aún teniendo la sensación de saciedad, seguimos comiendo sin hambre, por gula».

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Las consecuencias de este exceso no suelen pasar de una ligera molestia en el estómago, pero en ocasiones el empacho se manifiesta con «sudores derivados de un proceso de liberación de energía que emprende el cuerpo por el exceso de comida, dolor de estómago e incluso vómitos». Si ya se ha pasado no tiene mucho remedio, pero puede no empeorar la situación. «Lo primero que se debe hacer es reposar y lo segundo, nada de pasarse luego no sé cuántas horas sin probar bocado», advierte el nutricionista.

– ¿O sea que después de una comilona hay que cenar también?

– Sí, hay que hacer una cena ligera a base de ensalada y fruta y un yogur si se quiere. Ayunar muchas horas después de una comida abundante es peligroso porque el organismo no va a entender que a mediodía le hayas metido 10.000 calorías y a la noche ninguna. Si después de una comida que nos deja muy llenos nos vamos a la cama sin cenar el cuerpo habilitará mecanismos para intentar gastar menos energía, ya que interpretará que el ayuno se puede prolongar más tiempo, cuando le aplicamos una restricción energética lo entiende como una agresión. Entonces, al día siguiente le metemos otras 4.000 calorías. ¿Y qué sucede entonces? Pues lo más probable es que parte de esas calorías se acumulen en forma de grasa, ya que el organismo las almacena como reservas. El cuerpo tiene una enorme capacidad de autoregulación, pero hay que ayudarle. El efecto de esos atracones y un ayuno posterior es similar a si a un adolescente le das de golpe 120 euros, en lugar de fraccionarle ese dinero en pagas de 30 euros semanales.

Comer hasta el 80%

El problema del empacho muchas veces es que llega 'sin avisar'. «Cuando comemos, el estomago envía señales nerviosas al cerebro para advertirle de que va llegando al límite de su capacidad, pero si comemos deprisa no damos tiempo a que lleguen esas señales y cuando lo hacen llegan muchas a la vez». Entonces ya es tarde y el estómago ha rebasado su capacidad óptima. «Como es elástico podremos seguir comiendo y se irá haciendo cada vez más grande», lo que se traducirá en una 'necesidad' mayor de alimento para la próxima vez. Eso que normalmente se dice de que 'cuanto más comes más quieres comer'.

– ¿Cómo podemos saber cuándo hay que parar de comer, cómo anticiparnos?

– Los japoneses tienen un método, el Hara Hachi Bu, que se refiere a comer hasta el 80% de nuestra capacidad. Es una buena medida, comer hasta el 70% u el 80%, llenar solo tres cuartas partes del estómago. No es fácil explicar cuándo se llega a esa medida, pero uno sí sabe identificar cuándo empieza a sentirse lleno, saciado...

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Pues ese es, insiste Rusolillo, el momento de parar y no meter nada más al estómago. Basta ya de alubias, que nos hemos zampados dos platos. De lo contrario igual no las volvemos a probar. «Cada alimento genera un sentimiento: el cocido de tu madre, el asado de cordero de la boda... Alimentarse no es simplemente un acto fisiológico, implica también un sentimiento. De modo que si nos empachamos con algo que nos genera una sensación física desagradable es probable que durante un tiempo no podamos volver a comerlo. Como el que se pasa con el whisky una noche y dice que no vuelve a beberlo.

– ¿Hay alimentos que empachan más que otros?

– Los alimentos con grasas tienen más capacidad de provocar esa sensación de estómago lleno. Un chorizo muy picante, por ejemplo, o cualquier otro embutido. Unos encurtidos, las frituras, los asados y los cocidos a los que se le añada un extra de grasa como tocino, morcilla, etc.

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Dedique entre 45 y 60 minutos a la comida

Unos 45 minutos es el tiempo mínimo que debemos dedicar a la comida principal del día. «Entre 45 minutos y una hora, a contar desde que ponemos la mesa hasta que terminamos el postre. No es una hora comiendo, pero sí una hora de ritual cultural de comida, comes el primer plato, te levantas a preparar el segundo, recoges... Al desayuno y a la merienda hay que dedicarles 30 minutos cada vez, y en el caso de la cena otros 45 minutos», aconseja el nutricionista Giuseppe Russolillo.

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