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Iratxe Bernal
Domingo, 26 de enero 2025, 00:12
Una buena recomendación no tiene precio. Si recurrimos a ellas para hacer cualquier compra, con mayor motivo deberíamos tenerlas en cuenta al buscar empleo. Y, del mismo modo en que pudiendo elegir no ficharíamos por una empresa de la que nos hayan hablado mal, tendríamos ... que intentar que aquellas en las que sí querríamos trabajar tengan una buena imagen de nosotros. Así que, aunque pueda sonar algo demodé, no nos vendría mal pedir una carta de recomendación a nuestros antiguos jefes.
«Siempre es una ayuda que puede hacer que la empresa se decante por ti frente a otro candidato también interesante. Al fin y al cabo es un empleador diciéndole a otro que te conoce, que te ha visto trabajar y lo has hecho bien», explica Silvia Puente, responsable de Selección del Grupo Evolus. «Es más, si no tenemos experiencia laboral o la que tenemos es muy escasa también podemos pedir una carta a un profesor o al director de un proyecto o responsable de unas prácticas», subraya.
Eso sí, cada cosa tiene su momento y como no nos interesa apabullar a quienes realicen la primera criba del proceso de selección con demasiados papeles, Puente no recomienda enviarla de inicio. «El currículum ya va acompañado de una carta de presentación. Sumar otra carta puede ofrecer a los reclutadores más información de la que pueden gestionar. Yo esperaría a la entrevista, cuando la empresa ya ha mostrado interés y la recomendación puede ser un elemento diferenciador. Ahí es cuando preguntaría si les parece de interés que se la facilite», matiza.
¿Y qué pasa si la carta no es de nuestro último empleo? ¿Es preferible no llevar nada que aportar una recomendación 'vieja'? «Hay quien tiene varias y las enseña todas y quien sólo aporta la más reciente. Si no tenemos una del último empleo pero sí alguna anterior, llevémosla. Nadie tiene que pensar que si no enseñas una más reciente será por algo; hay veces que no se tiene ocasión de solicitarla y hay empresas que no las dan nunca. Basta con explicarlo», tranquiliza.
Si el problema es que la persona que, por cargo, sería la más idónea para escribirla no resulta accesible o no va a poder hacerlo, se le puede buscar sustituto. «Si se la vamos a pedir a alguien con muchas responsabilidades es fácil que no encuentre hueco para redactarla. Es verdad que una referencia tiene más valor cuanto más sénior sea, pero también se la podemos pedir a un cargo menor –pero mayor que el tuyo– que haya tenido relación contigo. Lo importante es que ese cargo y esa relación queden claras en la carta», explica Puente.
Si fuéramos nosotros ese cargo medio a quien el trabajador que abandona la empresa le pide una carta de recomendación, lo mejor que podemos hacer por él es evitar los cortapega. «Hay que redactar algo personalizado. Si yo entrevisto a dos personas que vienen de la misma empresa y ambas me presentan la misma recomendación al final hemos convertido la carta en algo que no aporta nada. Debemos huir de lo genérico y explicar quién la escribe, qué relación tuvo con el candidato, durante cuánto tiempo, qué tareas realizaba y cómo era su desempeño porque si le están evaluando para un puesto similar esa información va a demostrar que sí sabe hacer el trabajo». Es más, añade Puente, hay que intentar llevar esta personalización un poco más allá y salirnos de lo meramente profesional. «Las empresas dan cada vez más importancia a la actitud, a la parte personal. Puedes hablar de por qué rasgo de su carácter destaca una persona, cómo se relaciona con el resto, cómo afronta los retos… Eso también va a dar un plus a tu recomendación».
Después es decisión del reclutador comprobar si lo que dice la carta es cierto. Aquí nos metemos en un terreno un poco pantanoso porque no pueden pedir referencias alegremente. Necesitan el consentimiento del candidato. Si éste aporta una recomendación se puede entender que ya está dando esa autorización, pero en el resto de los casos «se debe preguntar a qué trabajos anteriores podemos llamar y por quién hay que preguntar», advierte Puente. Además, del mismo modo en que en la entrevista no nos pueden pedir información sin relevancia para el trabajo y que pueda resultar discriminatoria, tampoco se la pueden solicitar a la empresa anterior, aunque ésta tenga permiso para dar referencias. Sólo se la puede preguntar por el tiempo que estuvimos trabajando, los puestos ocupados y nuestro desempeño en ellos.
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