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Beber agua cuando se tiene mucha sed es francamente placentero. Pero, ¿por qué será que casi todo lo que bnos gusta es malo? Esto también. «La sed es una señal de alarma corporal. Para cuando la sentimos ya estamos deshidratados, así que lo ideal es ... no tener nunca sed». Giuseppe Russolillo, director de la Academia Española de Nutrición y Dietética, zanja el eterno debate del agua: ¿Dos litros o más?, ¿es malo beber durante la comida?, ¿ralentiza la digestión?... «La cantidad mínima de agua diaria son ocho vasos, en torno a 1,6 litros, aunque lo ideal es llegar a 2». Aquí, la propuesta del especialista: «Hay que beber un vaso antes de desayunar, otro a media mañana, dos con la comida, otro a la hora de la merienda y otro u otros dos a la cena». Lo que falte para los 2 litros, en cualquier momento.
– Aunque sea sin sed.
– Sí. No nos parece grave, pero lo es. Hay que beber a todas horas para evitar que el organismo se deshidrate. Cuando ya lo está es cuando sentimos sed. Y sí, es placentero beber agua con sed. En ese sentido, el organismo es inteligente al establecer recompensas gratificantes cuando se producen alertas, pero no es bueno.
De hecho, la función del agua no es apagar la sed: «Hablamos de seis grandes nutrientes. por un lado, las proteínas, los carbohidratos y las grasas; por otro, las vitaminas y los minerales; y en último, lugar, el agua. Si comparamos estos nutrientes con la construcción de un edificio los carbohidratos y las grasas serían los peones, la maquinaria, las herramientas...; las proteínas vendrían a ser los ladrillos y otros materiales necesarios para constrir la casa; mientras que las vitaminas, los minerales y el agua equivaldrían al arquitecto que decide dónde va casa cosa». Sin agua, prosigue el especialista, «se morirían las células, además de que nos ayuda a mantener la temperatura corporal».
La recomendación de los ocho vasos de agua es general, pero el nutricionista reconoce que en el caso de los niños es menos («no es que no tengan sed, es que están a ptra cosa y se les olvida»); y que en personas mayores beber cuatro o cinco ya es un logro. «Con la edad, disminuye la sensación de sed porque el sistema de alarma para detectar la deshidratación está mermado, a lo que se añade que sus papilas gustativas les genera una sensación más de indifirencia en la lengua al tomar agua. Eso que a veces decimos: ¡Ay qué rica el agua!, no se percibe así cuando envejecemos». Una manera de ayudarles a llegar al menos a esos cinco vasos son «las aguas saborizadas o las gelatinas hechas con frutas».
A propósito de estos líquidos alternativos, resuelve Giuseppe Russolillo una duda: ¿Qué cuenta como líquido y que no en ese cómputo de dos litros diarios? «Una manzanilla u otra infusión y un caldo vegetal o un caldo de carne o de pescado desgrasado sí computan. Pero los zumos, la leche o los refrescos, no».
– ¿El agua fría quita mejor la sed que si se toma del grifo?
– No, quitan la sed igual. Otra cosa es que en verano refresque más un agua de la nevera. Aunque es, principalmente, una cuestión de gusto. Yo, aunque estemos en invierno, bebo el agua helada.
Fría o del tiempo, conviene siempre tomarla a sorbos, no de golpe. «Hay que ir con cuidado porque si vienes de hacer deporte y bebes un litro de agua seguida puedes provocarte una distensión abdominal. Llenas el estómago de manera repentina y sientes que vas a 'reventar'. Además, si tienes la temperatura corporal elevada a causa del calor o del deporte el contraste con el agua fría no es bueno para el organismo.
Igual de malo es beber un litro de golpe que pasarse el día sin probarla. «Hay gente que, efectivamente, pasa la jornada sin beber un vaso. Las consecuencias pueden ser varias: tensión arterial elevada, dolor de cabeza... Está sucediendo especialmente con el teletrabajo. De ahí que haya que llevarse la botella a la mesa de trabajo y beber poco a poco sin sed».
Se escucha una advertencia que es falsa: no bebas agua mientras comes porque ralentizas el proceso de la digestión. No solo no es cierto, sino que conviene beber durante las comidas, antes, después... «La digestión es un proceso largo y els estómago deja pasar ese agua quer tomamos. El píloro es una válcula que da acceso desde el estómago al intestino. Esa válvula se abre y por ahí pasa el agua que ingerimos mientras el 'bolo' de comida que hemos ingerido sigue su proceso de digestión en el estómago sin verse afectado por ese agua. De hecho, lo que comemos lo expulsamos entre 24 y 48 horas más tarde», explica el nutricionista Giuseppe Russolillo. Tampoco es malo beber mientras hacemos ejercicio (siempre que no sea de golpe). «Conviene hidratarse antes de ejercitarnos, mientras lo hacemos y al terminar».
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