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Sentencias que hemos escuchado toda la vida, que damos por buenas y que seguimos repitiendo generación tras generación. Tres expertos destierran aquí varios de estos mitos. Porque, a ver, no, comiendo miga no crecen los pechos.
Leyendas alimenticias
El doctor Giuseppe Russolillo, presidente de la Academia Española de Nutrición y Dietética, echa por tierra algunas aseveraciones.
Esas barrigas prominentes que impiden a más de uno verse partes del cuerpo sin la ayuda del espejo se deben a un estilo de alimentación y de vida poco saludable, explica el nutricionista: «Las personas que acumulan grasa a nivel abdominal llevan una dieta poco sana. Por supuesto, es posible que puedan estar bebiendo cerveza, pero hay barrigas de este tipo en personas que comen muy mal y no beben cerveza». Se trata de la obesidad androide o visceral, dice Russolillo, que se acumula en tripa y cintura «y supone un alto riesgo, mucho más que si la grasa se deposita en glúteo o muslos, porque al estar en la tripa, cerca de las vísceras, aumenta el riesgo cardiovascular, especialmente en mujeres. Y la probabilidad de diabetes».
Aquí se ríe mucho Russolillo: «Ja, ja, ja, es un mito totalmente falso, no hay ninguna evidencia de que sea así, bajo ningún concepto». Quede claro que tampoco valen los cacahuetes.
Consumir mucho chocolate puede liberar una serie de neurotransmisores a nivel cerebral que nos ayuden a estar mejor: «Hay algo de cierto cuando tomas un alimento así, que ayuda a la síntesis y la segregación de serotonina, puede ser. En general se trata de alimentos dulces o que nos recuerdan mucho a nuestra infancia, y puede que nos ayuden a animarnos, aunque no porque el alimento en sí tenga esa capacidad, sino porque liberan una serie de neurotransmisores».
Dice Russolillo que puede pasar con cualquier alimentación exageradamente grasa: «Si tomamos una dieta con muchas grasas, especialmente de origen animal, además de ganar peso podríamos tener reacciones de ese tipo, como la aparición de acné».
Lo dice un refrán. Pero asegura el nutricionista que no existen evidencias sobre si tomar el melón a una hora puede beneficiar o perjudicar. «Ahora bien, soy partidario de escuchar mucho al cuerpo:si observas que cada vez que tomas un alimento te produce acné o te sienta mal, haz caso y busca un sustituto o tómalo a otra hora. Es un mito porque no hay evidencia, pero si a alguien le sienta mal y se repite a lo largo del tiempo, que acuda al nutricionista, pues tampoco es bueno suprimir alimentos de la dieta».
De sexo, embarazo y partos
El ginecólogo Francisco Carmona responde con humor a cosas que escuchamos en el ámbito de las relaciones sexuales para concebir, el embarazo y el parto, terreno abonado para leyendas.
Es un mito muy extendido, incluso entre personas con mucha formación. El ginecólogo cuenta que tiene una pareja de amigos médicos que están convencidos de que a ellos les funcionó: «Pero no tiene nada que ver. Lo que es fundamental es que los espermatozoides tengan capacidad de movimiento espontáneo, que sean capaces de moverse linealmente, no en círculos. Y es importante el orgasmo en la mujer porque esas contracciones funcionan a modo de aspiradora de los espermatozoides». Señala que el ovario que está ovulando libera unas sustancias que provocan que las células masculinas se dirijan hacia él más que hacia el otro.
Se trata de uno de los mitos más habituales, personas que por la forma de la barriga –puntiaguda, más alta, más baja...– de la embarazada aseguran saber si vendrá niño o una niña... «Vaya, que no. Yo hice prácticas con un ginecólogo que tenía fama de adivinar siempre lo que iba a venir por la forma de la barriga. A la embarazada le decía: 'Vas a tener un niño', pero en sus papeles escribía que iba a ser niña. De tal modo que si acertaba con lo que había dicho, fenomenal, y si se había equivocado y venían a pedirle explicaciones, ¡entonces sacaba sus documentos y ahí ponía bien claro que predijo niña! Tienes un 50% de probabilidades de acertar, es fácil».
Bromea Carmona: «Bueno, pues vale, es muy importante mantener este mito para que así sigamos mimando a las embarazadas. Ir a conseguirle fresas a medianoche... Y fíjate que las manchas que les salen a los bebés por motivos bien diferentes se les llama 'fresas' o 'antojos'... Sin más».
Y le gustarán los espárragos. Pues tampoco. Es como cuando dicen que la embarazada no debe tomar leche de vaca porque si no el crío desarrollará intolerancia a ese alimento. Todo lo que la madre toma se descompone en otros componentes que son los que pasan al bebé a través del cordón umbilical. Así que no.
Hay muchos estudios que demuestran que no se produce un incremento de partos con la luna llena, pese a ser una creencia muy extendida. «De otro modo se colapsarían los hospitales y eso no sucede. No sé de dónde puede venir este mito, supongo que de las mareas, provocadas por la luna, pero porque son enormes masas de agua sobre las que puede ejercer su influencia, pero el agua que una mujer embarazada tiene en su vientre es una cantidad muy pequeña».
Remedios y otras hierbas
Ayuda a aclarar algunos conceptos la pediatra y directora del Centro Creciendo, Lucía Galán.
«A pesar del dicho popular de 'lamerse las heridas', no se recomienda hacerlo de forma literal», afirma Galán. Explica que la saliva humana contiene gran variedad de bacterias inofensivas en nuestra propia boca pero que pueden provocar infección importante en heridas abiertas de otras partes del cuerpo. «De hecho, las mordeduras humanas, cuando atraviesan la piel, se infectan con mayor facilidad y son más graves que las de origen animal». Aconseja limpiar mejor las heridas con agua y jabón y desinfectar con un antiséptico.
No necesariamente. Dentro del proceso de cicatrización de heridas, señala la doctora, a veces pican, «pero si se están infectando en ocasiones también, así que si pica no siempre es porque está curando». Cuidado.
«Lo que provoca el resfriado común no es el frío, sino el virus. Es decir, si no hay virus, aunque haga frío, no hay resfriado común. Y los virus se transmiten por el contacto estrecho entre las personas cuando una de ellas es portadora del virus; la población ha entendido esto con el coronavirus». ¿Qué ocurre entonces en invierno? Que a los virus respiratorios les gusta especialmente el frío para reproducirse y mantenerse activos, por eso en invierno hay muchos más circulando que en verano. «Además, en invierno convivimos más en entornos cerrados, por lo que el contagio es mayor y la baja humedad de los interiores favorece la replicación de los virus. Esa sequedad en el ambiente hace que nuestras mucosas no estén lo suficientemente hidratadas y nuestros sistemas de limpieza de virus no funcionen a la perfección». Se refiere por ejemplo a los cilios de la nariz, esos pelillos que ayudan a atrapar y limpiar los gérmenes. Resumiento, en invierno, el pasar más tiempo en interiores con calefacciones elevadas que resecan el ambiente y el estar todos más juntos forman «la tormenta perfecta para ponernos malos». Eso sí, aclara que la exposición al frío de forma mantenida, «provocando hipotermia, sí debilita nuestro sistema inmune, pero no salir un momento a tirar la basura sin la chaqueta».
Justo lo contrario, porque echarla hacia atrás podría provocar que toda la sangre fuera a la garganta, «con lo que la persona podría atragantarse, darle tos o incluso vomitar», explica la pediatra. Señala que lo que hay que hacer es sentar a la persona e inclinarla un poco hacia delante para que vaya expulsando la sangre que pueda llegarle a boca. «Le decimos que respire por la boca y presionamos con nuestros dedos sobre las fosas nasales durante varios minutos hasta que ceda el sangrado. Normalmente en diez minutos ya habrá cedido la hemorragia». Y es mejor que no se suene la nariz, ni meter papel o algodón dentro, ya que al retirarlo podría sangrar de nuevo.
«Ponerla la puedes poner sin problema –dice Galán–. Pero además de lograr un olor en la habitación que no habrá manera de eliminar en semanas, no mejorará la tos. O sí, pero no debido a la cebolla, no hay evidencia científica que así lo demuestre, lo siento. Que el 'a mí me funciona' no puede sustituir al método científico. Es como quien dice 'yo siempre cruzo el semáforo en rojo y nunca me ha pasado nada'; por tanto crucemos todos en rojo porque total... ¿para qué esperar?».
En absoluto, pues podría empeorar el atragantamiento taponando con el agua la escasa entrada de aire. Lo primero es mantener la calma. Recomienda la pediatra Lucía Galán transmitir tranquilidad a la persona y facilitar que tosa. «Anímale a toser. Si tras unos segundos compruebas que la tos no es efectiva y que la situación empeora, avisa para que llamen al 112 mientras empiezas a hacer la maniobra de Heimlich: Ponte detrás de la persona y rodea su tronco con los brazos. Cierra un puño y colócalo a mitad de camino entre el ombligo y la apófisis xifoides (la parte final del esternón). Cubrir el puño con la otra mano. Impulso fuerte firme hacia adentro y hacia arriba, dibujando la letra 'J'. Repite las compresiones de 6 a 10 veces según sea necesario. Continúa hasta que desaparezca la obstrucción. Si la persona pierde el conocimiento, debe comenzar la reanimación cardiopulmonar».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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