Ilustración: Óscar del Amo

Quevedo y Góngora siguen peleándose en las redes

Las versiones 2.0 de los poetas del Siglo de Oro son un entretenido ejemplo de las cuentas que dan voz a figuras históricas: «Lo peor del coronavirus es que Quevedo tendrá más tiempo para escribir sus porquerías», tuiteaba hace poco don Luis

CARLOS BENITO

Martes, 5 de mayo 2020

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La verdad es que lo de Góngora y Quevedo encaja muy bien en estos tiempos de 'haters' y maledicentes. Hay estudiosos que dicen que su enemistad se ha exagerado y que algunos de los dardos que supuestamente se lanzaron son de atribución muy discutible, pero a estas alturas no vamos a renunciar a una de las rivalidades más pintorescas de nuestra historia, que tanto juego da en las clases de Literatura y en las reflexiones amargas sobre lo español. La hostilidad entre los dos escritores del Siglo de Oro abarcaba desde lo puramente estilístico (recordemos, culteranismo o conceptismo) hasta el navajeo faltón de la época: que si uno era narigón, judío, jugador, mal poeta y peor cura; que si el otro era un arribista inculto, borrachín, cojo y cegato... Luego, está ese detallito de que Quevedo comprase la casa en la que Góngora vivía de alquiler solo para desahuciarlo al primer impago... Y ahí seguimos, porque sus 'community managers' del siglo XXI arremeten contra el otro ya desde sus perfiles de presentación: «El Siglo de Oro iba para Diamante pero Góngora nos jodió la nota media», se queja Quevedo 2.0, mientras su archirrival resume la situación en un tajante «todo es culpa de Quevedo, él puso de moda la chabacanería y la ignorancia». El pique entre los dos escritores ha conducido a la paradoja, que a ellos les espantaría, de que uno remita inevitablemente al otro.

Nuestros Góngora y Quevedo siguen sacando partido del viejo arsenal de insultos y añaden otros nuevos. Se acuerdan el uno del otro, por ejemplo, en las ocasiones importantes: «Si no he tuiteado nada en San Valentín es porque estaba ocupado, al contrario que Quevedo», se chuleaba don Luis en febrero. «Hoy es el día de las personas sin hogar y casi se me olvida felicitar a Góngora», hurgaba en la llaga don Francisco el pasado octubre. La actualidad les da pie para poner al día su aversión mutua. «Lo peor del coronavirus es que ahora Quevedo va a tener más tiempo para escribir sus porquerías», lamentó Góngora hace unas semanas, y Quevedo siguió castigándole donde más dolía: «¿Qué tal llevas la cuarentena sin salir de casa? Ah, es verdad, que no tienes casa porque yo te desahucié...».

¿Qué les ha llevado a asumir estas personalidades? ¿Acaso son muy fans de sus referentes? «Pensé que sería divertido poner a un personaje histórico famoso comentando con humor la actualidad de nuestros días. Así fue como, haciendo un repaso mental de mis autores favoritos de mi época de estudiante, apareció don Francisco. Fue amor a primera vista. Poeta, gran humorista, analista político de sus tiempos, con fama de pendenciero y rebelde. Por entonces solo era un escritor que me gustaba. Ahora que llevo casi cinco años 'interpretando' al maestro en las redes, que he conocido mucho más de su vida y obras... Ahora sí soy muy fan, cada vez más», explica el Quevedo resucitado, que es toledano y licenciado en Derecho. «El porqué me gusta explicarlo con un tuit mío que dice: he sido capellán de la Corte, representante del cultismo, tuitstar y leyenda de la poesía española, logros todos opacados ante la maestría con la que fustigo con el látigo de la indiferencia y la fusta del ingenio al señor don Francisco de Quevedo. ¿Fan? Prefiero decir que soy cultista y gongorino, lo de fan para los anglosajones», nos pone en nuestro sitio el nuevo Góngora, residente en Málaga y licenciado en Filología Hispánica.

Pese a la insalvable brecha que los ha mantenido enemistados durante siglos, los dos coinciden en que este tipo de cuentas permiten aproximarse de otra manera a la Historia. «Ayudan a que otra gente se acerque al personaje histórico, sepan de su existencia, conozcan alguno de sus detalles biográficos y artísticos, a la vez que puedan interesarse en conocer más y profundizar con una bibliografía más especializada, todo ello desde el humor y el más absoluto respeto», celebra Góngora. «Tienen un efecto positivo, sin lugar a dudas, siempre que se lleven con un mínimo de rigor histórico y dándoles ese toque moderno y actual que, a mi entender, es lo que significa el 2.0», asiente Quevedo. También en sus intercambios tuiteros, de vez en cuando, se dan la razón a regañadientes, sin mayores cataclismos.

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Bécquer triunfaría en Instagram

«Sigo varias cuentas de este tipo», comenta el escritor y apasionado lector Carlos Mayoral, que aplaude las iniciativas que «tienen un carácter divulgativo y se escapan del academicismo» y sirven para divulgar «historia, filosofía, literatura, álgebra o lo que sea sin el traje gris del purista». Ya que estamos, Carlos, ¿qué escritor del pasado habría dado más juego en Twitter? «Sin duda, Gómez de la Serna. Entre otras cosas, porque es un precursor del género: sus greguerías son prototuits. Además, las tiene en todos sus registros: mordaces, melancólicas, románticas... Un tuitero todoterreno». ¿Y en Instagram, tendríamos alguna estrella? «Bécquer. Estaba acostumbrado a posar para su hermano Valeriano, así que se hubiera hecho el amo del objetivo».

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