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Dos mujeres de espaldas miran al horizonte en la imagen que ilustra el cartel de las ferias de septiembre del año 1907. A su alrededor, en pequeñito, pueden verse varios símbolos del ambiente festivo que se viviría esos días en la ciudad: los toros, las ... justas poéticas, una paleta de pintura... y, atención, a la izquierda, un tendido eléctrico. ¿Perdona? ¿Y esto? ¿Qué hacen dos postes de la luz en un cartel de fiestas?
La respuesta es sencilla: por primera vez en aquel 1907, las calles de Valladolid se vistieron con traje de luces durante las fiestas. La recién constituida Electra Popular Vallisoletana contribuyó «con la alegría de la luz a la alegría de la feria» porque, decía El Norte del 19 de septiembre de 1907, ese alumbrado es «revelación de que en la vida económica de nuestra capital entra un nuevo e importante elemento».
«Muchas veces no somos conscientes de cómo los avances técnicos y científicos cambian nuestras condiciones de vida. Y la generalización de la electricidad que se produjo en Valladolid a principios del siglo XX [70.951 en 1900] fue fundamental para la transformación económica y social de la ciudad», explica María Isabel Vicente Maroto quien, junto con Javier Blanco Mata, es responsable de la exposición 'La década que iluminó Valladolid (1903-1913)', que desde ayer y hasta el 28 de febrero puede visitarse en el Museo de la Universidad (plaza de Santa Cruz, 6).
En realidad, la energía eléctrica iluminaba Valladolid desde hacía años. La noche del 22 al 23 de octubre de 1887, el Círculo de Recreo y el Teatro Zorrilla estrenaron el nuevo suministro (que sustituía a las lámparas de gas), gestionado por la Sociedad Electricista Castellana, fundada el 7 de marzo de 1887. El Norte recordaba ese mismo día 23 que Valladolid se sumaba a la lista de ciudades con luz eléctrica en sus teatros (París, Nápoles, Lyon, Burselas...) para evitar «los frecuentes y repetidos siniestros ocurridos en los teatros por causa de los incendios». Para celebrarlo, hubo cena después en el café Imperial con puré de cangrejos, filetes a la jardinera, capones trufados y quesos helados.
«Una central térmica en Huerta del Rey era la principal fuente de generación de energía, junto con un pequeño salto hidráulico en El Cabildo. El problema era que no se podía transportar a largas distancias, porque muy rápido se perdía potencia», asegura Vicente Maroto. La aparición de la corriente alterna a finales del sigloXIXabrió nuevas posibilidades. Y hubo personas dispuestas a aprovecharlas.
El madrileño Federico Cantero Villamil, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, constituyó en 1899 la sociedad El Porvenir de Zamora, que promovió la construcción de una central hidroeléctrica, a ocho kilómetros de Zamora, que aprovechaba uno de los saltos del Duero para generar electricidad. Las obras se prolongarían hasta 1905, pero en 1902, Federico tomó varias fotos de la construcción de la central con una cámara que le regaló su padre. Y 34 de esas imágenes pueden verse en la exposición, con escenas en las hay hombres que excavan los futuros muros de contención con azadones y mujeres que retiran con cestas de mimbre el material sobrante.
El político Santiago Alba vio pronto las oportunidades de esta infraestructura y consiguió la autorización (pese a la reticencia de varios concejales en un pleno celebrado en Valladolid en julio de 1904) para tender una línea que permitiera conducir la energía generada en Zamora hasta la capital vallisoletana. Para ello, se plantaron 2.300 postes, de 15 centímetros de diámetro, hechos de pino negrillo y con una altura de 11,95 metros.
En su camino desde Zamora atravesó Tordesillas y Simancas hasta llegar a Valladolid, a la central que la Electra Popular Vallisoletana (constituida el 12 de febrero de 1906, entre otros, por Alba) levantó en la calle Veinte de Febrero (el popular edificio de Isabel la Católica). Isidro Rodríguez Zarracina proyectó el inmueble (se levantó en unos meses, entre agosto de 1906 y abril de 1907), que era central de reserva, «porque cubría por generación térmica las fallas de suministro de El Porvenir, y de distribución, ya permitía repartir por Valladolid la energía recibida».
¿Qué supuso para la ciudad? Pues que el suministro eléctrico fuera más seguro y fiable, que su uso llegara a las clases medias y bajas de la población, que mejorara el alumbrado público (vecinos de la carretera de Renedo recogieron firmas para iluminar su calle porque «de esa forma se evitan los numerosos robos y mano airada contra las propiedades»).
El comercio vio mejorar sus escaparates, la ciudad estrenó el tranvía electrificado en septiembre de 1910 y supuso un despegue industrial vital para Valladolid, con máquinas de motor eléctrico que incrementa la producción. Y además, se crean nuevos empleos, como electricistas (que instalan y mantienen), comerciales (que suministran)e ingenieros (que proyectan y ejecutan). Todo ello, animó en 1913 a crear la Escuela Industrial de Artes y Oficios, germen de la actual Escuela de Ingenierías Industriales de la Universidad.
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