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Su empresa fabrica, traslada e instala una depuradora en Australia en 15 días, menos de lo que tarda en hacerlo una empresa australiana. El 90% ... de su producción va al extranjero, hasta 70 países desde Sudámerica a Asia. Los productos y materiales desarrollados por Toro Equipment han recibido múltiples reconocimientos, algunos solo por debajo de los de Boeing o la Nasa. La empresa fundada por Santiago Salcedo, que diseña y fabrica tanques para abastecimiento y tratamiento de aguas, desaladoras y máquinas de valorización de residuos se encuentra en el municipio vallisoletano de Villavaquerín, con 167 habitantes censados.
–Siempre optimista y entusiasta, ¿cómo ha cambiado?
¬–Al ser una empresa de necesidad nunca hemos tenido que cerrar. Cuando tenía la suerte de poder venir a Villavaquerín me sentía un ser privilegiado. La situación del virus me da miedo y quien no lo tenga es un insensato. Quien afronta un cierto grado de miedo y decide hacer lo que hay que hacer, ese es el valiente; no el que no tiene miedo.
–¿Y la actividad?
–Menos información de fuera, menos llamadas, menos trabajo… Se va a parar todo. Cada vez más. Unos países más que otros, pero el nuestro está tremendamente afectado. Quizá por haber ignorado la crisis, especialmente al principio, algo que me parece una aberración. Gracias a esa concentración nos hemos organizado unos aquí y los que han podido, a distancia. Aquí tenemos espacio y el espacio es un lujo. El lujo no es un edificio espectacular con cristaleras y mármol. Comodidad y luz natural es el lujo.
–¿Menos trabajo es necesariamente antesala del desastre?
–Gracias a esa relajación la creatividad se ha multiplicado. Mi equipo ha hecho cosas espectaculares. Hay gente creativa en la música, el cine, literatura, el arte… Todas me encantan pero no tengo ese don. Yo, como dice mi hija Ainhoa, lo soy con mis máquinas. Este año, por ejemplo, hemos hecho un esfuerzo enorme para analizar todas las estructuras de acero inoxidable para optimizarlas a través de programas de cálculo, pero también del arte y del oficio. Hemos estudiado cómo las hacemos y cómo las montamos para reducir los costes, los centímetros de soldadura, los milímetros de espesor cuando éste está de más, para reducir los residuos. Cada gramo de inoxidable que se gasta debe ser entregado al cliente, que es quien lo paga, y debe prestar un servicio. Hay materiales que han subido de precio, pero nos propusimos no subir los nuestros o, incluso, bajarlos a base de ahorrar y estandarizar los productos. También de gestionar.
–¿Por ejemplo?
–Cuando vas a comprar un coche no se te ocurre pedir al del concesionario que te baje los retrovisores porque pegan en el seto de tu garaje. A nosotros, que también producimos máquinas en serie, nos lo dicen todos los días. Pues yo bajo los retrovisores y no doy un manual que sirve para no sé cuántos modelos, sino uno a medida. Toda esta documentación tiene un coste de ingeniería espectacular y tengo que gestionarlo a un precio competitivo y, al mismo tiempo, educar a mis clientes ofreciéndole opciones sin ese coste. Tenemos ocho modelos de flotadores por aire disuelto, algo en lo que somos los que más fabricamos del mundo, que se utilizan para limpiar las aguas residuales de las industrias. Cada una de esas máquinas dispone de otras ocho formas de colocar los accesos, estructuras y posicionamientos, todo con las mismas piezas que fabricamos. Pues hemos dividido todos los componentes y lo montamos todo con once pequeños productos estructurales que nos sirven para fabricar ese puzle. Reducir costes requiere mucho trabajo, concentración, un equipo unido y no dejar de producir mientras tanto. Lo que me hubiera costado tres años lo he hecho en seis meses... gracias a la covid. Todo tiene su lado positivo. Teníamos claro que había que hacer algo para ser más competitivos. Vimos pronto que íbamos a vender menos, así que teníamos que ganar más con cada venta o iríamos mal. La opción B era dividir la empresa a la mitad.
–¿Cuánto se ha llevado por delante la pandemia?
–A unos cuantos de nuestros clientes, porque incluso han fallecido. Mi distribuidor en Asia está convaleciente. Proyectos que se paran, empresas que han cerrado, muchas en México y Sudámerica, donde somos el número uno. Hemos perdido el 25% de facturación, justo lo que preveíamos que íbamos a crecer en 2020, al ser un año con muchas ferias y culminación de proyectos.
–¿Les pilló desprevenidos?
– En febrero, los alemanes ya estaban avisados de lo que venía. A mí, mi gobierno no me informó de nada. De repente, mis proveedores empezaron a pedir el pago al contado y yo no sabía por qué. Ellos sabían que venían problemas graves. Pero cada uno tiene lo que le toca. Vives aquí y te toca el Gobierno de España, no el de Alemania. Anulamos todas las ferias en Asia la primera quincena de febrero, cuando vi al primer ministro de Indonesia explicar lo que se avecinaba. Me apena la poca ayuda que tuve de mi gobierno.
–¿Sigue creyendo que es posible aunar flexibilidad y trabajar a gusto?
–La covid ha asentado esa idea. También hemos descubierto que algunas personas se toman esto como les da la gana y se van al supermercado en horario de trabajo. Así que también ha hecho falta ser rigurosos y controlar para destapar estos casos. En la parte industrial no ha habido ningún problema. Cuando ha habido que cambiar horarios o abrir fines de semana por las cuarentenas, se ha hecho. Ya a comienzos de marzo planificamos cuántos empleados tenían hijos en edad escolar para que no se les ocurriese mandar a los niños con los abuelos.
–¿Es fácil encontrar mano de obra cualificada?
–Somos 100 en las tres empresas (Aguambiente, Indemat y Toro) más la patrimonial. Teníamos media docena de temporales y tuvimos que prescindir de ellos. Los que estaban a prueba tampoco pudieron quedarse. En total unos veinte. En cuanto a formación, lloro por mi Universidad de Valladolid. Cuando voy por el mundo la vendo como de lo mejor. Pero en casa hay que decir verdades que son como puños si queremos arreglarlo. Se extrañan de que no aparezca en las listas… ¿cómo va a aparecer? Hay que dejarse de politiquear y centrarse en la docencia. Stanford estaba perdida entre las americanas y hoy es la número uno. ¿Cómo? Contratando a los mejores profesores, con baja ratio de alumnos y controles calidad. Yo soy receptor de la universidad. Por aquí habrán pasado 200 personas en prácticas y he tenido que enseñar a un ingeniero a poner cotas en un plano, o el principio de simplicidad, o a dibujar una pieza. Los estudiantes pasan cada vez más tiempo en la universidad, tiempo que tardan en salir a ver y hacer cosas. Hoy no puedes tener un aprendiz porque hay un salario mínimo que nos lo impide. Así se cargan un montón de puestos y de posibilidades de aprendizaje. Si no sabes el peso de una pieza, la fuerza necesaria para un taladro… ¿cómo vas a pagarle lo que te piden? Cuando veo los planes de estudio, lloro. Nos hemos cargado la universidad porque por cuestiones extra académicas, te enseñan a diseñar un reactor antes de enseñarte transferencia de calor, química y física. Y hay que esperar al último año para hacer prácticas. Qué buena es la gente que antes de la carrera ha pasado por una FP, o los que han trabajado en verano en cualquier taller. Eso ya no existe porque contratar un ayudante es complejísimo. Aquí vino el hijo de un amigo y vino a hacer el cateto. Lo tuve que despedir. Hoy, cuando me ve, me llama 'boss' (jefe).
–¿Se ratifica en su apuesta por el traslado a Villavaquerín?
–¡Cómo no! Mira qué cuadro tengo en ese ventanal.
–¿Al camionero le gusta también?
–Bueno, no tengo muy lejos la autovía. Estamos camino de Madrid… No está tan mal. Mi problema logístico es que no me funcionan los trenes. Yo necesito salir a Valencia, ¿qué más me da desde Valladolid que desde Villavaquerín? Compito con un austriaco que por 40 euros pone un contenedor en Hamburgo. A mí, Valencia me cuesta 500 euros. No me queda otra que hacer la pieza mejor que él, montar con más calidad, trabajar para mejorar el concepto que tiene mi público de la marca España. No me importa, estoy acostumbrado. Pero mis gobernantes no me han ayudado nada. Cuando el vicepresidente del Gobierno salió diciendo que iba a cerrar el país a cal y canto acabábamos de firmar varios proyectos con Inglaterra y Rusia. Tenían que hacer el primer pago y no llegaba. Tuve que mandarles fotos de la mercancía saliendo de la fábrica. Ya sé que para este señor lo más importante es el sistema público, pero como dice el presidente portugués, el sistema público vive de lo que ganan los portugueses a base de trabajar. Habrá que poner los medios para el país se desarrolle, ¿no? Me parece de primer día de colegio.
–¿Ha repercutido en el pueblo?
–El paro bajó el 50% en Villavaquerín. Hay unas 30 personas del entorno trabajando aquí, aparte de proveedores, licencias de obras, vehículos, impuestos, la vidilla que da la empresa. Tenemos un proyecto de traer una escuela y parece que se va a resolver el problema de la cobertura digital. Esto es importantísimo; a ver si con esto del teletrabajo. Ojo, sin perder el trabajo en equipo porque no somos robots.
–¿Le llamarán para la Mesa de la Despoblación?
–Es muy sencillo. Conexión digital para que venga gente joven y vivienda, que no hay una sola ayuda. ¿Alguien sabe lo que cuesta hacerse una casa en un pueblo? Para eso te dan una porquería de ayuda. Quite usted requisitos, costes de tramitación, algún impuesto. Ponga usted a los funcionarios a hacer otras cosas, que seguro que las habrá. Reducciones para todos, no solo si eres familia con tantos hijos y tales ingresos, si tienes un familiar discapacitado o eres transexual. A ellos también, claro, pero a cualquiera que venga al pueblo, que le quiten actos jurídicos. A la Junta la despoblación le importa muchísimo, pero no hace nada de esto. ¿Cómo va a venir un promotor a construir a un pueblo si le cuesta lo mismo? Vivir en el pueblo es el verdadero lujo, con espacio, perros, gallinas, un huerto, salir a pasear y no tener que ir al gimnasio, todos sudando.
–¿Cuáles diría que son los retos y amenazas que le esperan?
–Tenemos todos los problemas y más, como todos los empresarios de España y la mayoría en el mundo. Pero tenemos uno diferencial: mantener la ilusión. Uno enchufa la tele o la radio y oye que los empresarios somos malos. Los funcionarios no nos entienden. Los trabajadores, los míos especialmente, sí. Pero los políticos están a años luz de entendernos. No sientes el ánimo de la sociedad. En las pelis americanas, el superhéroe es empresario y el empresario es Brad Pitt. Aquí nos pintan como alguien que está siempre abusando. Y el trabajador es un explotado que no tiene más remedio que escaquearse. ¿Esa es la moral que estamos dando? Sí.
–¿Saldremos más fuertes?
–A ver si salimos, primero. Cuando el Atlético de Madrid bajó a Segunda dijo que iba a estar una temporada en el infierno. Después tuvieron que poner 'un añito más'. Nos va a tocar resistir un añito más. Claro que si nuestro gobierno sigue subiendo el salario a los funcionarios y los impuestos, entonces mis trabajadores me pedirán subida salarial. Pero en este sentido el problema no es lo que pagamos, sino lo que cobra el trabajador. El Estado tiene que gastar menos en lo superfluo. ¿Vamos a salir fortalecidos? Cada uno según su circunstancia. Lo que vamos a salir es dañados, incluso el que ahora se está forrando al vender mascarillas y dentro de poco tendrá que pagar las facturas. A unos les cicatrizarán antes las heridas que a otros. Para que el país salga reforzado hace falta ser más competitivos y el Estado, también.
–¿Alguna idea al respecto?
–Los funcionarios estuvieron tres meses en casa y luego llegaron las vacaciones de verano. En todo ese tiempo a nadie se le ocurrió mejorar los sistemas de conexión informática entre todos los entes públicos o entre los 17 sistemas sanitarios. Un Estado más competitivo no tendría necesidad de tantos impuestos. Eso sí nos reforzaría. Me temo que no pasará.
–¿Qué espera de la lluvia de millones europeos?
–He estado leyendo decretos. Y decretos. Y decretos. Cuánta tinta para no decir nada. Pero tenemos decretos que dicen que va a haber ayudas. Si quieren que invirtamos, tiene que ser ya. Si a alguien le queda algo que rascar en la olla, tiene que hacerlo ya. Me temo que ese dinero irá al saco sin fondo del sistema público y no precisamente para hacer bases de datos funcionales, o mejorar la justicia, la Seguridad Social, el sistema de salud. Todo me suena al Plan E, que nos sumió en una crisis de ocho años cuando para los demás fue de cuatro. Luego vinieron los recortes y no fueron de grasa, sino de músculo, sanidad, educación…
–¿Es todo culpa del Estado? ¿Dónde están los proyectos de los empresarios de Castilla y León?
–Los hay. Pero para pensar en nuevas vacas hay que tener prado para que pasten. Oigo a muchos amigos empresarios hablar con envidia de Portugal. Yo hago el chiste de que me voy a Vietnam. Quiero ampliar la nave, nuevas oficinas con cúpulas de composite como el presenté en EEUU y me codeé con Boeing. Un empresario lo es porque le gusta hacer cosas. A veces son tan raras que se lo tiene que pagar él mismo. Cuando iba diciendo lo que quería hacer, la respuesta más frecuente era «pero qué te has creído, tú qué vas hacer, eso no puedes». Se lo conté a mi abuela, mujer de empresario y nieta de empresario, y me dijo «ten cuidado con esto y aquello», pero no dudaba de podía hacerlo. Y lo hemos hecho. Los empresarios no somos explotadores. Tampoco estamos por generar puestos de trabajo, lo hacemos porque necesitamos equipos para hacer las cosas. Las pymes, las empresas familiares, somos las que menos empleos hemos destruido. Y muchos se hunden con la empresa. Querríamos que se nos apreciase un poquito. Tenemos proyectos de valorización de residuos, de generación eléctrica para verterla a la red, de producción de metano con pacas de paja, y los estamos desarrollando con los franceses y los californianos. El empresario es un tío muy sensato que no invierte si no ve un riesgo bajo. El dinero es cobarde y nosotros tenemos que pedirlo prestado. Pasas de 50 empleados y te crucifican, así que ¿para qué vas a crecer? Pero si no lo haces, no sobrevives. Dice (Unidas) Podemos que hay que subir el SMI porque estamos lejos de Noruega, de Suecia, de Alemania, Dinamarca… ninguno comunista. ¿Son como los curas, dándome el sermón de lo que tengo que hacer?
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