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Con su nombre, apellido y circunstancias pusieron rostro al colectivo de arrumbados por la debacle económica. En su historia personal se hicieron reales las de tantos miles de damnificados por la pandemia congeladas en la frialdad estadística. En mayo contaron en un reportaje ... en este diario sus dificultades para sobrevivir, el complicado día a día de Deborah Russilly, divorciada, en paro y madre de tres hijos en un piso en alquiler del barrio vallisoletano de Parquesol; también Víctor Díez y Ester Cubero, entonces sin ingresos tras el cierre del bar de Laguna de Duero donde ponían copas, sus planes de independencia truncados en su vivienda de Arrabal de Portillo.
La evolución de los datos sobre la pandemia en Castilla y León
En aquellas fechas en Castilla y León se contabilizaron más de 33.000 Ertes y 214.000 personas en paro (153.384 en septiembre). En la actualidad los protagonistas de aquellas historias han atisbado un giro en positivo en sus vidas mientras la segunda ola del coronavirus hace estragos y prolonga los meses de incertidumbre a todos los niveles. Aun con dificultades cuando tantas cosas se desmoronan, ellos encaran el futuro con mejores perspectivas que las que tenían en mayo.
Calcula Víctor Díez, camarero de 22 años, que terminarán de pagar las deudas acumuladas estos meses «sobre diciembre». Hasta entonces, dice, harán malabares para poder hacer frente a los gastos. Tanto él como Ester, su pareja, trabajan en un bar de Laguna de Duero que, con la emergencia sanitaria, cerró sus puertas y aplicó un ERTE a sus empleados. Cuando la provincia entró en fase 1 volvieron a su puesto, que mantienen a día de hoy. «Ahora las cosas van bien, pero toca ir retomando poco a poco la deuda que acumulamos esos meses;quieras que no se arrastra todo mucho», asevera este joven, al tiempo que destaca «lo bien que se portaron nuestros jefes y familiares con nosotros para poder vivir más que nada».
De no ser por su ayuda, incide, desconoce cómo hubieran salido adelante. «No es lo mismo pedir dinero a tus padres, como hicimos nosotros, que se lo vas devolviendo poco a poco, que a un banco, que si no pagas vas a la lista de morosos y ya te quedas crucificado», sostiene. Asimismo, se muestra «decepcionado» por la gestión de los ERTE. No cobraron el montante que les correspondía hasta finales de julio, pues no fue hasta principios de ese mismo mes cuando se registró. «Era un cachondeo; hay gente que lo registró más tarde que nosotros y lo cobró mucho antes. Se estaban riendo en nuestra cara, era llamar al SEPE e ignorarnos», lamenta Víctor Díez, quien insiste en que ingresaron el dinero «mal, tarde y poco».
Lo percibieron, eso sí, «de golpe». Aunque no era «gran cosa». «En tres meses cobraron lo mismo que un mes trabajando;no nos dio ni para empezar. Encima lo cobramos a finales de julio, y todos esos meses que estuvimos parados sin recibir nada y acumulando facturas y letras del coche, de muebles, alquileres... se arrastra durante un tiempo largo», argumenta.
De hecho, no será hasta diciembre cuando esta pareja, que reside en Arrabal de Portillo, estima que podrá retomar la «normalidad». Su vida previa a la pandemia. Es entonces cuando terminarán de «pagar todo lo que hemos acumulado y poder ahorrar y vivir normal, con la calidad de vida que teníamos antes».
No quiere ni recordar cómo vivieron aquellos meses en los que no entraba dinero en su casa. «Fueron meses difíciles;te ves sin dinero, sin comida, sin nada... Vulnerable a la situación», comenta este joven, si bien indica que aunque «miedo siempre hay», tiene la «certeza de que no van a cerrar otra vez porque la gente se echaría a la calle y el dinero se acaba».
Todos los días agradece por escrito lo que tiene y hasta lo que no. Incluso en los momentos de mayor oscuridad vislumbra algún rayito de luz que le insufla ganas de encarar la jornada. «Nunca imaginé tener que vivir con 416 euros al mes», decía en mayo Deborah Russilly, 47 años, 22 de ellos cotizando en diferentes experiencias laborales: emprendedora en un herbolario propio, teleoperadora y vendedora hasta acabar en las listas del paro y con grandes dificultades para encontrar un empleo con horarios compatibles con el cuidado de sus tres hijos.
Con esos poco más de 400 euros y la ayuda de Cáritas para pagar el alquiler del piso en Parquesol se fue vadeando durante el confinamiento. Su testimonio público en este diario, dando visibilidad al colectivo de personas en dificultades, llegó a gente que le ofreció su ayuda. «Han sido como hadas madrinas», refiere. «Uno de ellos, me ha estado aportando 60 euros al mes, y hubo dos meses que me dio cien; otra amiga me hizo ingresos de 85 euros, una antigua clienta del herbolario también me llamó y me ofreció dinero para hacer la compra durante semanas, otros que supieron de mis dificultades se han interesado por mi situación; qué fortuna que haya personas y organizaciones para echar una mano; no tenía ni para tomar un café, ahí te das cuenta de quiénes responden», se congratula esta francesa divorciada afincada en Valladolid.
Agradecida con todas esas colaboraciones, un empleo en un supermercado le ha devuelto la independencia económica proporcionándole medios para afrontar el día a día en mejores condiciones. «Ahora estoy muy bien, cobro 790 euros por cinco horas de trabajo diarias con un horario de 13:00 a 18:00 horas que me permite estar pendiente de mis hijos. Están en una edad que no los puedes dejar solos, necesitan de mi presencia».
Aunque sigue recibiendo el apoyo de Cáritas, está feliz porque ha vuelto a ahorrar. Eso le permite hacer ilusionantes planes de futuro para poner en marcha «un proyecto que tiene que ver con desarrollo personal; confío en la vida, no creo en casualidades, sino en causalidades y soy optimista. Es importante tener una meta cada día;si es encontrar un trabajo, que no busquen, que lo encuentren, que no paren, es cansino, pero no más que darle poder a la mente para caer en el victimismo. He vivido no sé cuántas crisis en mi vida y lo que he sacado en claro es que todo depende de cómo lo mires. El encierro durante la covid me enseñó a estar con mis hijos y disfrutar de esos momentos incluso en la penuria. La vida es afrontar las cosas que nos llegan y no lamentarnos por cómo queremos que nos lleguen».
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