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Mercedes Rodríguez camina por la calle después de un duro proceso de recuperación; Carlos Álvarez, en el domicilio familiar, donde se recupera de las secuelas Ramón Gómez

«He de pagar la rehabilitación y tardaré un año aún en recuperarme de la covid»

Secuelas de la covid ·

Mercedes Rodríguez y Carlos Álvarez relatan cómo afrontan el día a día tras superar sendos casos graves de coronavirus

Arturo Posada

Valladolid

Domingo, 6 de septiembre 2020, 08:24

Los pacientes que han superado casos muy graves de covid-19 saben que la vida se abre paso, aunque deje secuelas. La enfermedad del nuevo coronavirus resulta traicionera y salir de la UCI solo es el primer paso de un proceso que en muchos casos resulta lento y plagado de obstáculos. Pero, sí, la vida acaba encontrando sus cauces para una paulatina vuelta a cierta normalidad tras el duro epílogo de la rehabilitación.

Mercedes Rodríguez Manso, 60 años, transmite «alegría por todos los poros» después de pensar que no lo contaría. Ahora afirma sentirse «fenomenal» y el simple hecho de tomar el autobús y caminar por el centro de Valladolid supone para ella un gran logro personal. Después de cinco largos meses de calvario, que incluyen el ingreso en la UCI del Río Hortega y el trabajo de rehabilitación en el Benito Menni, Mercedes dice que se encuentra en una «nueva vida». Sus secuelas incluyen un soplo sistólico y una enfisema derivados de la covid-19, aunque las últimas pruebas a las que ha sido sometida arrojan resultados muy favorables.

La vida empezó a cambiar para Mercedes el pasado 28 de marzo, cuando ingresó en el Hospital Río Hortega de Valladolid. Allí superó un infarto de miocardio causado por la covid-19 y durante los últimos días de intubación y sedación, los médicos tuvieron problemas para retirarle el tubo. «Entonces sucedió un milagro: me lo saqué yo misma de la boca cuando los médicos ya pensaban en practicarme una traqueotomía», cuenta.

Cuando abandonó la Unidad de Cuidados Intensivos, Mercedes comprobó los estragos de la covid en su cuerpo. «Tenía pérdidas musculares generalizadas. Sentada en el sillón, notaba cómo mi cuerpo resbalaba y caía. Ni un solo músculo respondía a mi voluntad. No podía mover ni un dedo del pie, ni llevarme una mano a la cara. La medicación solo me quitaba el dolor cinco horas. Una vez libre de covid, me llevaron al hospital Benito Menni para seguir con la recuperación. Me dijeron que volvería caminando a mi casa. No me lo podía creer porque entonces no podía ni coger un vaso».

Mercedes Rodríguez dice que siente alegría por «todos los poros» tras recuperarse de la covid-19. Ramón Gómez

El trabajo con los fisioterapeutas fue surtiendo efecto de manera gradual. Poco a poco, le fueron enseñando a colocar las piernas, las rodillas, los brazos, a no mover el tronco al andar... Mercedes cuenta que después de la UCI pensó que no podría valerse por sí misma y que se quedaría paralítica. Pero la realidad fue otra.

«Ahora voy por la calle y me siento alegre con todo el mundo. En este tiempo he nacido dos veces:una en la UVI y otra en rehabilitación. Desde hace dos meses tengo autonomía propia para ducharme, lavarme la cabeza, ir al baño, levantarme de un sillón... He sentido liberación en los brazos, hombros, se me ha quitado el dolor que tenía en el pecho del soplo y el enfisema. Antes había llorado mucho, con gran sufrimiento e impotencia, porque pensaba que no podría mover mi cuerpo, aunque los fisioterapeutas me decían que sí, que lo conseguiría. Ahora estoy tan feliz que no puedo contener la alegría en ningún momento».

El ictus de Carlos

Para Carlos Álvarez, 39 años, los peores momentos también han quedado atrás y ahora enfila la vuelta hacia la normalidad perdida. Él fue uno de los primeros casos graves de coronavirus (17 de marzo), estuvo en coma inducido en el Hospital Clínico de Valladolid y sufrió un ictus del que aún se recupera. Tras abandonar el Clínico permaneció tres meses en rehabilitación en el Benito Menni y luego estuvo una semana en el Institut Guttmann de Barcelona, uno de los mejores hospitales de neurorrehabilitación de España. «Afortunadamente, me vieron bastante bien y me dijeron que podía hacer la rehabilitación que me quedaba en cualquier gimnasio, ya que no me hacía falta ningún aparato especial. Desde Barcelona siguen mi rehabilitación neuronal, me ponen ejercicios y los hago por ordenador», relata. La rehabilitación ahora la paga de su bolsillo, ya que la Seguridad Social no se ha hecho cargo.

Carlos recuerda como el momento más positivo de estos meses el regreso desde Barcelona para decir adiós a los hospitales y volver con su familia. Pero la adaptación a la cotidianidad no le resulta fácil. «Al principio estaba acobardado porque me daba miedo hacer cualquier cosa. Me había desacostumbrado a hacerlo por mí mismo. Yo antes era independiente: vivía en mi propia casa, iba, venía y hacía lo que quería. Pero tras pasar por los hospitales, resulta extraño salir a la calle y hacer lo que quieras sin que nadie te vigile. De alguna manera te desacostumbras:te da miedo salir a la calle y sientes que tienes que seguir pidiendo permiso para todo».

Carlos Álvarez espera superar en los próximos meses las secuelas que aún padece. Ramón Gómez

Carlos sigue de baja laboral. Su vista aún está dañada como consecuencia de una hemiplejia en la parte izquierda de la cabeza que le impide dibujar las estructuras de madera que diseñaba antes de sufrir el coronavirus. Tampoco puede conducir. Sin embargo, semana a semana, sus familiares observan progresos graduales. «Las cosas de la cabeza van muy despacio. Personalmente, noto poco la mejoría y los cambios, pero los que me rodean sí lo ven de manera más clara. El plazo que me han dado para una rehabilitación completa es de un año, así que, si Dios quiere, en 2021 estaré recuperado. Y ya llevo medio año».

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