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Hace exactamente cien años, el río Esgueva inundó Valladolid y anegó a su paso muchas calles de la capital. Muchas vías que pertenecían al antiguo cauce del río y por donde ahora ni siquiera se alcanzan a ver pistas del antiguo recorrido de las aguas ... del afluente del Pisuerga. Entre estos hechos y otros que ocurrieron en la ciudad y en el mundo, que ayudaron a conformar la sociedad actual, nacieron 16 personas. A todas ellas les unen varios rasgos en común. Pero, sobre todo, destacan sus vivencias, la experiencia, la sabiduría y ser vecinos de Valladolid.
Son testimonios que cumplen un siglo y cuyos protagonistas han sido homenajeados este martes en el Ayuntamiento de Valladolid. Allí han estado presentes estos dieciséis centenarios de la capital, acompañados por sus familias en el salón de recepciones de la Casa Consistorial, donde se ha rendido homenaje a sus vidas y se ha celebrado su contribución a Valladolid y a las generaciones que han venido después de ellos. Dieciséis hombres y mujeres que han relatado sus experiencias vitales y consejos a los jóvenes. Todos ellos están recogidos en el libro que ha editado el propio Ayuntamiento con motivo del Día Internacional de las Personas con Edad.
Estas son sus vidas y recomendaciones para las nuevas generaciones:
Benita Gómez San José San Cebrián de Mazote, 7 de noviembre de 1924
Benita Gómez San José nació en San Cebrián de Mazote antes de mudarse a Valladolid a los 24 años. Estudio Corte y confección y trabajó como modista. Casada a los 26, trabajó en la capital «cosiendo para tres familias por nueve pesetas con desayuno, comida y merienda diarias». El matrimonio -ella enviudó en 2008- no tuvo hijos, aunque sí una amplia familia que cuida de ella. «Mi afición y mi sueño fue siempre la costura y he disfrutado mucho de ella, sobre todo, haciendo vestidos para niñas y niños y, sobre todo, vestidos de boda». Sus momentos más felices, reconoce, fueron cuando vino a vivir a Valladolid. A los jóvenes les diría que «vivan haciendo su vida, sin meterse con los demás y que vivan y disfruten de manera equilibrada y moderada». Desde los 91 años reside en la Casa de Beneficencia.
Bibiano Pascual Muñoz Sanchonuño (Segovia), 12 de abril de 1924
Segoviano de nacimiento y huérfano de padre desde que tenía año y medio «por injusticias de la vida», Bibiano Pascual Muñoz se dedicó a la agricultura hasta que en 1966, ya casado con Milagros, a la que perdió por la covid en 2022, se mudaron a Madrid para regentar un hostal, el Milabi -ahora regentado por otra familia- que fue su vida. Allí se veían partidos de fútbol y se celebraban todo tipo de comidas de cumpleaños, navideñas... Siempre fue, destacan sus familiares, «la casa de todos». Padre de dos hijos, dos nietas y dos bieznietos, sus allegados destacan que siempre les dedicó su vida «con cariño, paciencia y buenos consejos». Eso y que fue, y es, un gran cocinero con la tortilla de patatas como especialidad.
Candelas Manteca Lorenzo Pozoantiguo (Zamora), 1 de mayo de 1924
Ya centenaria desde el 1 de mayo, Candelas vivió «los tristes años de la guerra», aunque destaca que tiene muy buenos recuerdos también su niñez. Hija de labrados, a Candelas le tocó ir a «servir» a los 17 años, un trabajo «duro, sin descanso, cargando cántaros de agua a la cadera». Prácticamente, lamenta, «trabajaba por la comida y poco más». De Zamora, cuando se casó, se mudó a Adalia (Valladolid), donde tuvo a sus primeras dos hijas. Y acabó en la capital en busca de un futuro mejor. Una «vida austera» les permitió ofrecer la posibilidad de estudiar a sus hijos y darles así un futuro mejor. A los jóvenes, destaca, «les diría que fueran respetuosos con sus padres y que transmitan este ejemplo a sus hijos; que llevan una alimentación lo más sana y natural posible y que sean pacientes».
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Cristeta Vaquero Rodríguez Peñaflor de Hornija, 19 de mayo de 1924
Madre de siete hijos y ama de casa a tiempo completo para sacarlos adelante, Cristeta Vaquero, natural de Peñaflor y vecina de 25 Años de Paz, disfruta a sus cien años coloreando mandalas, prácticando la costura y dando paseos por su «querido Valladolid».
Esperanza Álvarez Pérez Valdestillas, 18 de abril de 1924
Natural de Valdestillas, y ya centenaria, desde el 18 de abril, es la única superviviente de nueve hermanos. Casada con un agricultor, con el que vivió en Carpio, es madre de dos hijos, dos nietos y un bisnieto y hoy vive en la capital con su hija Esperanza. Es, relatan sus familiares, «creyente, de grandes valores familiares y amante de sus familia y amigos y siempre está pendiente de todo el mundo». Hace punto y es, apuntan, una «gran ama de casa».
Guadalupe Espinel Pérez Villalba de la Loma (Valladolid), 13 de agosto de 1924
Guadalupe Espinel, centenaria desde el 13 de agosto, quedó huérfana desde joven y con 18 años se mudó a Vitoria. Contrajo matrimonio con su esposo, pastor de profesión, y tuvo tres hijos. Desde siempre, ya afincada en Valladolid, su familia vivió en Pajarillos. Ahora vive en la residencia de Parquesol y continúa disfrutando jugando «al dominó y pasando tiempo con su esposo».
Laureano García Díez Orzonaga (León), 11 de abril de 1924
Nacido de un parto gemelar en Orzonaga (León) y huérfano desde pequeño, su familia -eran cuatro hermano- salió adelante con la ayuda de otros allegados con «esfuerzo y trabajo». A los 18 años se mudó a Valladolid y aquí fundó con sus hermanos un negocio de transporte y almacén de bebidas. Después regentaría un bar en la calle de La Estación, donde siempre regalaba caramelos a los hijos de sus clientes. Después regentaría una cocedero de marisco en La Victoria. Hoy lleva una tranquila en la que disfruta de sus nietos y biznietos.
Manuel Represa Cortés Valladolid, 20 de diciembre de 1924
Vecino de la capital de toda la vida y agricultor de profesión, Manuel Represa reconoce que el momento más feliz de su vida fue «el primer beso que le supo a gloria» de su mujer Casilda, con la que tuvo nueve hijos. Aficionado al Real Valladolid y al Real Madrid, de joven fue un «extremo derecho rapídisimo» al que una lesión sacó de los terrenos de juego. El secreto de su longevidad, apuntan sus familiares, «comer lo más variado posible» y, añade con sorna, «hacer lo menos posible» y, más en serio, «quererse mucho siempre y tener una gran familia».
Marcelo Las Heras Rodríguez Almodóvar del Pinar (Cuenca), 19 de noviembre de 1924
Natural de Cuenca y vecino durante setenta años de Valladolid. Marcelo de las Heras reconoce que no se ve capacitado para dar consejos a los jóvenes. Su gran sueño cumplido, reconoce, fue que sus hijos terminaran una carrera y sean, son, felices. «No hay secreto para la longevidad, la vida viene y se va sin saber por qué, aunque ayuda el estar siempre activo», apunta.
Margarita Niño Carrión Villavaquerín (León), 7 de marzo de 1924
Margarita inició su dilatada vida laboral en el 'Clínico viejo' en 1967 y allí, posteriormente en el Clínico actual, estuvo detrás de los fogones durante 25 años, hasta su jubilación 'a la fuerza' a los 68. Así pudo sacar adelante a sus tres hijos. Antes trabajó como limpiadora de casas y en los históricos Almacenes Regalado. En la actualidad, esta vecina de Vadillos de toda la vida, reside junto a su hija. Su centenario lo celebró en marzo con un homenaje en el centro de día de San Juan.
Milagros Buenaposada Pérez Ventosa de la Cuesta (Valladolid), 10 de mayo de 1924
Natural y vecina hasta 1958 de Ventosa de la Cuesta, cuando se mudó a la capital con su familia, Milagros es madre de cuatro hijos. Hoy, ya con los cien años cumplidos, reconoce no saber cuál es la clave de su longevidad. «Solo sé que he vivido mi vida como a mí me ha gustado, he sido buena persona, trabajadora y he ayudado todo lo que podido». Fuera de eso, añade, «creo que el azar es el que habla». Ella se define como una mujer muy familiar y en familia, apunta, «he pasado mis mejores momentos».
María Rosario Vega Blanco Valladolid, 25 de octubre de 1924
Vecina de la capital, de la Acera de Recoletos, hasta que se mudó con su familia al carecer su casa de ascensor por razones de la edad. María Rosario Vega Blanco ofrece sus consejos a los jóvenes para que tengan una «vida buena y feliz». Para ello, apunta: «Cumplir con sus obligaciones, ser respetuosos y honestos, obedecer a los padres que los quieren mucho y desear siempre lo mejor para ellos y tener buenos amigos». Su sueño cumplido, reconoce, fue ver crecer a su familia y el nacimiento de sus sobrinos. Su secreto de longevidad pasa por «hacer una vida sana, cumplir con las obligaciones, ser paciente y tolerante y tener mucha fuerza de voluntad para pasear todos los días y dejarse cuidar».
María Teresa Jimeno Domingo Valladolid, 16 de octubre de 1924
Natural de la capital e hija del dueño de una vaquería en Quintanilla de Arriba y de una ama de casa, María Teresa reconoce que sus padres le dieron una buena educación, que le permitió trabajar como auxiliar administrativa y mecanógrafa hasta que tuvo que coger la excedencia al contraer matrimonio. Tuvo seis hijos y, con la llegada de la democracia, retomó su actividad laboral como funcionaria de la Dirección General de Medio Ambiente de la Junta hasta su jubilación. Sus momentos más dichosos, destaca, «mi boda, el nacimiento de mis hijos y nietos y el primer sueldo que gané». Y el secreto de su longevidad, concluye, pasa por «haber tenido una vida normal, ordenada, saludable, disfrutando mucho de mi familia, de muchas amistades y de largas caminatas saliendo desde Delicias».
Sergia Pérez Benayas Castromocho (Palencia), 30 de julio de 1924
Fue en Palencia donde Sergia Pérez vivió buena parte de su vida. En el municipio de Castromocho fue a la escuela -«de allí recuerdo a mis amigas con mucho cariño»-, comenzó a trabajar en una tienda de ultramarinos con sus hermanas y su madre cuando falleció su padre, y conoció a quien sería su esposo. «Cuando nos casamos fue un día muy feliz que aún recuerdo y nos vinimos a vivir a Valladolid, donde comenzamos una vida juntos», rememora. De sus aficiones destaca la costura, «siempre me ha gustado», así como cocinar para su familia. «Me gustaba ojear los libros para ver recetas nuevas y leer la prensa en mis ratos libres, que no eran muchos. Y cuando llegaron los nietos, Ángel y Sergio, también fue una etapa muy feliz de los cuales hemos podido disfrutar».
Teresa Margarida Gómez Quintanilla del Monte (Zamora), 29 de diciembre de 2024
Nació en Zamora, pero el trabajo de su padre llevó a su familia a Valladolid. Aquí, en la calle El Peso, vivió toda su familia, encima de la imprenta de su padre, hasta que se trasladaron al barrio de Delicias. Allí comenzó a trabajar en Editorial Miñón, Lara y Santarén, mientras que otros hermanos lo hicieron en la imprenta de El Norte de Castilla, tanto en el Duque de la Victoria como en el Polígono de Argales. En el barrio ha pasado el resto de su vida, por ejemplo en la calle Caamaño. «¡En un tercero sin ascensor!», exclaman sus hijos. Teresa vive ahora en otra vivienda con ascensor, lo que la permite salir de paseo. «Hasta los 92 años ha viajado sin interrupción por toda España y por otros países, una de sus grandes aficiones».
Teresa Sánchez Riesco Medina de Rioseco (Valladolid), 13 de diciembre de 1924
Nacida en Medina de Rioseco, Teresa Sánchez vivió poco tiempo en el municipio vallisoletano antes de ir a vivir a Santander. «Lugar que siento como mi tierra natal», reconoce. También vivió en París durante diez años, su ciudad favoria, y donde pudo cumplir uno de sus sueños. «Ver a los pintores en Montmartre». Desde el año 1969, ha sido vecina de Valladolid, donde ha residido y ha podido ver crecer a sus nietas. «Los momentos más felices de mi vida han sido mi boda, el nacimiento de mis hijas y la graduación de mi nieta. Me falta ver casar a mi nieta». Y un consejo para los jóvenes: «portarse bien, ser buenas persnas en todo momento y así serán felices siempre».
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