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El joven médico en el salón de casa con dos de sus sobrinos. José C. CASTILLO

El mejor MIR de Valladolid es venezolano y cuida de su familia numerosa

Juan Gonçalvez compagina los estudios con la atención a sus cuatro sobrinos, uno de ellos con parálisis cerebral

Sofía Fernández

Valladolid

Sábado, 12 de marzo 2022, 00:02

Un ambiente tranquilo en el hogar, un remanso de paz que fluye entre post-it, esquemas y rotuladores fluorescentes para resumir miles de folios abarrotados de nuevos conocimientos de Medicina. Y, sobre todo, silencio tan necesario para concentrarse. El venezolano Juan José Gonçalvez (27 años) pocas veces, por no decir ninguna, ha disfrutado de ese ambiente óptimo de estudio desde que llegó a España hace ocho años. Durante los últimos siete, su vida estudiantil ha transcurrido en paralelo a los cuidados de sus cuatro sobrinos –uno de ellos con parálisis cerebral– cuando sus padres no han podido hacerse cargo y ha compaginado apuntes y prácticas con las incesantes tareas de un hogar en el que convive con los ocho miembros de su numerosa familia.

Admite que no ha sido fácil a la hora de estar concentrado, «pero es lo que me ha tocado vivir y no me puedo quejar», dice con sobresaliente humildad un joven sacrificado que ha logrado la mejor nota del MIR en Valladolid. Su puntuación –94,29– le ha convertido en el número 1 de 183 y se posiciona como una de las mejores calificaciones a nivel nacional, Juan es el 43 de una lista larga de 12.000. «Lloré como un niño cuando me enteré de las notas», asegura. Si le preguntas cómo lo ha conseguido, Juan responde suspirando y esbozando una sonrisa casi restando importancia a su tremendo logro: «Simplemente con esfuerzo y sacrificio. Nada más».

Quizá porque para él no es nuevo eso de destacar. Su potencial no le pilla de sorpresa, apuntaba maneras. Juan José ya era brillante en los estudios mientras su vida transcurría en Venezuela. Allí logró la mejor nota del Bachillerato y fue también el número 1 de la promoción durante su primer año de Medicina en la Universidad de Los Andes, en la ciudad de Mérida, pero la agitación política, social y la crisis económica y financiera que vivió su país en 2014 le dificultaron un prometedor camino. Los parones en su formación le hicieron elegir, entre repetir el primer año de carrera o cambiarse a enfermería. Optó por lo último, pero no le gustó.

El asalto que sufrió en plena calle en Venezuela fue la gota que colmó el vaso y el detonante para iniciar su camino a España en noviembre de 2014, cuando llegó a Burgos para ayudar a su hermana mayor Lisbeth (también médico) en el cuidado de sus hijos. «En cierto modo vine engañado porque yo pensaba que venía solo a ayudar y mi hermana me insistió en que aprovechara la oportunidad para estudiar». Vaya si lo hizo. Aunque tuvo que empezar de nuevo a cursar Bachillerato para homologar sus estudios. Por las mañanas cuidaba a sus sobrinos, ponía la casa a punto y por las tardes iba de oyente al IES Conde Diego Porcelos. Tras ocho meses ya estaba listo para la EBAU. «No se me olvidará la nota, un 12,794», recuerda.

Valladolid como destino

Ese era solo el principio de muchas y meritorias calificaciones pues con semejantes notas era libre de elegir destino en toda España para empezar la carrera de nuevo, pero se decantó en septiembre de 2015 por la Universidad de Valladolid. «Como las condiciones económicas no eran buenas no quería que la familia tuviera que esforzarse más por mí, por eso y porque sentía que tenía que seguir ayudando a mi familia elegí Valladolid y me vine con mi hermana Mariela, que también es médico», explica Juan en un piso de Parquesol abarrotado de juguetes. «Sabía que no iba a ser fácil y no lo fue. Somos nueve en casa, mi hermana, su marido Gabriel, sus cuatro hijos; Vanesa (14), Miguel Ángel (10), Silvia (8), Juan Daniel, un pequeño terremoto de casi tres años y los padres de mi cuñado Gabriel».

Mantener la concentración para lograr una media de 9,047 en Medicina fue posible robando horas al poco tiempo libre del que disponía, rechazando planes de diversión y estudiando «aunque fuese con los dibujos de fondo», explica mientras coge en brazos al benjamín de la familia, «siempre me busca, tiene devoción por mí», asegura. Cuesta no interrumpir la entrevista por las peticiones del pequeño, la atención especial que requiere Miguel Ángel, que hoy no ha podido ir a terapia «porque está algo acatarrado» y el jaleo constante de una casa en la que reina el caos propio de la vida con nueve en casa. Su cuñado Gabriel habla en nombre de toda la familia. «Estamos más que orgullosos de cómo es y de lo que ha conseguido. Y eso que a sus padres (ella modista y él comerciante) les costó mucho dejarle ir. Es el consentido de la familia», explica.

Fue la decisión correcta «en vista de los resultados que ha tenido, lidiando con tantos niños en casa, atendiendo a mis padres si enfermaban, cocinando, limpiando y a la vez tratando de sacar la mejor nota para ser becado y que no tuviéramos que hacer más esfuerzo económico, porque sabe cuál es la situación», apostilla Gabriel, quien está estudiando Filosofía. «Juan José me ayuda para que yo tenga tiempo de atender mis estudios, su capacidad de sacrificio es digna de admirar, para nosotros la clave de todo es la unión y el amor por la familia», asegura orgulloso del joven médico, al que quiere como un hijo.

Juan tiene clara la especialidad que va a escoger, porque en cuarto de carrera sintió «un flechazo por la Otorrinolaringología». Aún con todas las opciones a su disposición solo duda entre dos; el Hospital de La Paz, en Madrid o el Clínico Universitario de Valladolid. Todavía tiene que pensarlo pero tiene la certeza de que no quiere alejarse mucho de la familia, eso sumado a la presencia de un agradable entorno cristiano en la zona tendrá peso en su decisión final. Una de las más importantes, porque ahora le toca a él emprender una nueva etapa de independencia para formar su propia familia.

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