Ignacio Díez, vendedor de cupones en la plaza del Carmen. RAMÓN GÓMEZ

Los 176 vendedores del cupón de la ONCE en Valladolid vuelven a repartir suerte el 15 de junio

Ignacio y Alicia retoman su actividad después de más de dos meses: «Ya hay ganas de reencontrarse con los clientes»

Víctor Vela

Valladolid

Lunes, 8 de junio 2020, 08:12

«Ya hay ganas de hacer que alguien sea millonario», reconoce Ignacio Díez (Prioro, León, 1959), un clásico en el barrio de Delicias, el vendedor de la ONCE que desde el año 2004 reparte suerte, rascas y cupones en el quiosco que la fortuna tiene instalado en la plaza del Carmen. «Estoy deseando volver», asegura, después de que la ONCE haya fijado el 15 de junio como la fecha para recuperar sus sorteos, suspendidos a mediados de marzo con el inicio del estado de alarma.

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Los 176 vendedores que la entidad tiene distribuidos por la provincia están inmersos, desde el 5 de abril, en un expediente temporal de regulación de empleo (ERTE), en principio, hasta finales de junio. El objetivo con el que se trabaja es que recuperen la actividad a mediados del próximo mes, aunque no es un reto sencillo. Porque su intención es que, en el momento en el que puedan volver a despachar cupones, lo hagan por igual todos los vendedores. Y aquí hay dificultades añadidas. Un tercio trabaja en quioscos, detrás de mamparas, donde es más sencillo garantizar la distancia social, las medidas de higiene. Pero los otros dos tercios lo hacen directamente en la calle, en bares y terrazas, en centros comerciales y hospitales, «a cuerpo gentil». «Y ahí hay una dificultad añadida para garantizar la seguridad de los trabajadores», reconocen desde la ONCE, cuyos responsables trabajan ya en la elaboración de un «plan de desescalada» que, además de «mascarillas y equipos de protección», establezca pautas seguras para la venta de cupones.

Hasta entonces, a la espera, ya con ganas de volver al trabajo, están vendedores como Ignacio. «Lo estoy deseando. Se cansa uno de tanto tiempo en casa. Apetece volver a estar con los clientes, que te digan eso de 'a ver si toca, a ver si toca'». Ignacio tiene retinosis pigmentaria, enfermedad genética que provoca una pérdida progresiva de la visión. «El campo visual se va cerrando poco a poco, ves cómo todo se va apagando. Yo nunca he visto bien del todo. Pero desde los veinte años la situación se empezó a complicar. Estaba en el pueblo, con mi familia. Trabajaba en el campo, ayudaba con el ganado. Y empecé a perder mucha visión. Primero me afilié a la ONCE. Luego, en 1999, viajé a Sabadell para hacer cursos de lectura en braille, para formarme y conseguir una vida independiente». Regresó unos meses a su pueblo leonés, «pero allí estaba sin hacer gran cosa».

«Me acerqué a la ONCE y solicité la venta de cupón. Me hubiera gustado ir a Barcelona o Santander, donde tengo hermanos viviendo, o Burgos, donde estaban varios amigos, pero me destinaron a Valladolid, que era donde había plaza». Recuerda que comenzó a trabajar aquí, en Zorrilla, el 3 de julio del 2000. Cuatro años después, le destinaron a la plaza del Carmen, a un quiosco al que regresará, cruza los dedos, en las próximas semanas.

«Ahora que nos dejan salir a dar paseos, voy todos los días por Farnesio, por la tapia de la Renfe, y me hago seis kilómetros. Es una zona cómoda, donde no hay obstáculos, se anda bien. Y de vez en cuando te cruzas con clientes que te dicen que a ver si volvemos pronto a trabajar». Cuenta Ignacio que estos paseos han sido una bendición después de tantas semanas recluido. «Se lleva un poco mal, aquí solo, todo el tiempo. Me he bajado audiolibros de la biblioteca de la ONCE, he puesto algo de música, la tele... pero se cansa uno de todo».

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¿Y ahora que se puede salir? «Me muevo sobre todo por el barrio, que es lo que mejor conozco. Porque, además, se han perdido muchas referencias auditivas. Los bares y comercios han estado cerrados. No había ese jaleo que suele haber en la calle y que muchas veces te sirve de guía; en mi caso, ya casi no veo nada, hace años distinguía la forma de los coches, las cosas, la gente. Ahora se va apagando. Apenas distingo la luz. Para la compra no he tenido problemas. Tengo un súper cerca de casa, ya me conocen, me van contando lo que hay en las estanterías y yo cojo las cosas que necesito. Pero ya hay ganas de volver».

Alicia Pérez, vendedora de la ONCE.

También Alicia Pérez (Valladolid, 1980) tiene hambre de calle. Afiliada desde hace poco más de un año a la ONCE, comenzó a vender cupones el pasado otoño, después de que la retinosis pigmentaria avanzara hasta un grado que le llevó a dejar sus trabajos anteriores. Tuvo un centro de estética y solarium en la calle del Val (Universol). Trabajó también en la hostelería (El Minuto). Ahora, es vendedora de la ONCE por las mañanas en el Paseo de Zorrilla («entre el Indiana Bill y el Lava») y por la tarde en Puente Colgante.

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«Yo veo de aquella manera. La pérdida de visión es gradual, poco a poco, te vas acostumbrando, así que hago una vida normal, como la de cualquier persona de mi edad». Y este confinamiento se ha hecho duro. «Lo que más echo de menos son los bares, quedar con los amigos, el contacto social. Las videollamadas estaban muy bien al principio, pero se echa mucho de menos el contacto con la gente». Apasionada del deporte, su rutina antes de este parón, obligado por la situación sanitaria, pasaba por acudir al centro deportivo de la calle Perú. Durante los últimos dos meses ha hecho deporte en casa (tengo mis pesas, mi banco de abdominales, la bici elíptica) y también ha salido algunas noches a correr, «siempre acompañada, con alguien delante como guía», cuenta Alicia, con un recorrido habitual (unos siete kilómetros) desde el centro hacia el estadio y las Contiendas.

«Estas semanas he intentado mantener mis aficiones. Me gusta mucho escuchar podcast, los audiolibros, las plataformas de televisión (como Netflix, HBO)han ayudado mucho para entretenerse con series... Pero ya hay ganas de volver a trabajar». Admite Alicia que no será fácil, sobre todo para los que están a pie de calle. «Imagino que habrá que llevar esas mascarillas de soldador, guantes. Muchos de nuestros clientes son personas mayores y también hay que tener precaución por ellas», asegura Alicia, deseosa ya de entregar su primer gran premio como vendedora de la ONCE.

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