Los avances en la lucha frente a la avispa asiática son prometedores. No solo es una especie peligrosa para el ser humano sino que participa de forma grave en la preocupante extinción de las abejas. «Es un depredador y crece a costa de las abejas. ... Antes se intervenía quemando los nidos pero se escapaban, los quitan y destruyen ahora... pero con esta especie ya se trabaja con trampas de feromonas. Se mueren por amor», casi bromea la jefa de Alergología de Valladolid, Alicia Armentia. Esta especialista indica que «la expansión desmesurada y de forma totalmente anormal de esta especie empieza a ser controlada ahora y ya se ha logrado rebajar mucho su población; pero todavía son un peligro.
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Recientemente, un equipo de científicos chinos y franceses lograba aislar la feromona sexual de estos insectos para poder usarla como cebo para atraparlos. La avispa asiática, conocida también como Vespa velutina, es una de las mayores amenazas para la apicultura en países como España o Francia. Hasta ahora, una de las principales dificultades para luchar contra esta especie invasora era que no se disponía de un cebo capaz de atraer a las avispas a una trampa. Y, sobre todo, uno que no atrajera también a otros insectos, sino que fuera específico para esta especie y no causara daños a otras, incluida la abeja melífera.
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La Vespa velutina nigrithorax, más conocida por Vespa velutina o avispa asiática, llegó a Europa en 2004. Al igual que otras especies invasoras, como la avispa mandarina o el avispón oriental, viajó desde el sudeste asiático, en barcos. En su hábitat natural, esta avispa de gran tamaño compite en igualdad de condiciones con abejas como la apis dorsata, mucho mayor que la apis mellifera europea. Al llegar a Francia, la avispa encontró un clima propicio en toda la franja costera y, además, unas abejas incapaces de defenderse de un agresor tan grande y fuerte.
Esta combinación de factores ha propiciado su rápida expansión por Francia, España, Portugal e, incluso, por las islas británicas. Aclimatada rápidamente a la suavidad de las costas atlánticas, la avispa proliferó a gran velocidad, a pesar de las muchas iniciativas para frenarla.
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En España se detectó por primera vez en 2010 y, desde entonces, ha colonizado prácticamente toda la zona costera del Cantábrico. La región española más afectada es, sin duda, Galicia, donde los apicultores de pequeño volumen han sufrido pérdidas devastadoras a lo largo de la última década.
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