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En el cielo culinario siempre están ellas. Quizá no tomadas por tenedores dorados o bañadas por estrellas de la 'alta cuisine', pero a la hora de elegir, «siempre, siempre están las croquetas». Palabra de cocinero. Palabra de camarero.... Palabra de vallisoletano, que a la hora de tapear lo tiene claro: nada equiparable a la cremosidad de una buena croqueta, «crocante por fuera», advierte Irán Rabanal de El Corcho, ese establecimiento en el que la bechamel es casi una cuestión de estado.
Pruebe a 'googlear' croqueta y Valladolid, y 'voilà', El Corcho se convertirá en ese templo de «la crocante» en la que iniciar una ruta «crujiente y dorada».
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En la calle Correos arranca nuestra propuesta. El «una de croquetas» se escucha desde el exterior, y la tapa sale en una bandeja de metal en la que los brazos enseguida se alargan para degustar. De jamón, y al precio de 1,20 euros, probamos la considerada como croqueta más conocida de Valladolid. La que recomiendan las páginas de gastronomía especializada para hacer una parada obligatoria en la capital vallisoletana.
«Es muy importante trabajar la masa para que quede crujiente por fuera y cremosa por dentro», explica Sara Rico. En la cocina, Elena Redondo «echa brazo» al remover un perolo con 20 litros de masa con la que se llegarán a preparar la media de 600 croquetas que venden al día.
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A menos de 500 metros, en la calle de Los Molinos, encontramos otro de los templos de la croqueta. El Ceyjo es uno de esos establecimientos marcados con una cruz -croquetamente hablando- desde los años setenta del pasado siglo. «Aquí si se pide la croqueta... es de huevo, la primera que hicimos», advierte David Burgos, dueño de El Ceyjo junto a su hermano Alejandro.
Entrarían dentro de esa receta tradicional, «que no pasa de moda», pero a la que suman otras nuevas creaciones, eso sí con su amasadora panadera como base para la cremosidad de la croqueta, a la que ahora añaden jamón -otro de sus grandes éxitos-, pero también elaboraciones como las de gambas al ajillo... «Pruebe, pruebe... Son las que más sabor tienen», interrumpe la cocinera, quien aún con harina en las manos defiende que apuesta «sobre seguro» con el sabor de las gambas en la bechamel.
Mientras degustamos los diferentes sabores, con un precio de 1,20 euros, no son pocos los que realizan pedido para llevar a sus casas, otra de esas prácticas que «se ha asentado» tras la pandemia. «Pueden llevárselas hechas o sin hacer», explican desde la barra.
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Nuestro próximo destino -y ya con una buena masa en el estómago- estaría de camino hacia otra de esas zonas de tapeo por excelencia en la ciudad, como lo es La Antigua. Antes, haremos una parada obligada en Los Fogones de Jota, donde la croqueta «castellana» tiene un peso importante.
En la plaza de Fuente Dorada, el chef sería un abanderado de esa cocina de aprovechamiento, o lo que es lo mismo, reutilizar restos de otros platos, para sacarle el máximo jugo a sus croquetas.
De ternera o de callos, los más carnívoros se relamerán con una tapa que se degusta en raciones. La de chuleta, de seis unidades, tiene un precio de 12,80 euros; mientras que la de callos presenta diez croquetas, y tiene un coste de 11,50 euros.
La elaboración roza la hora, «siempre teniendo en cuenta la cantidad de masa que se elabora», explican desde la cocina.
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En nuestro camino hasta La Antigua y casi a la sombra de esta, encontramos la Croquetería La Santta María. Se trata de una de esas opciones para ese porcentaje de 'tapeadores' que buscan experimentar. «La tapa de toda la vida, pero con una pizca de imaginación», reconocen desde la Croquetería La Santta María, en la que también juegan con los ingredientes que echan a una masa que «no tiene que tener grumos y ser suave al paladar», advierte Óscar Rodríguez.
Si las gambas con ajillo, eran «una apuesta segura» en el Ceyjo, desde la barra de La Santta María soprenden a los degustadores de croquetas con creaciones, como la de queso azul con nueces, eso sí, «con un queso azul poco fuerte»; o la de espinacas con queso, que marida a la perfección, y además de consumirse por separado forma parte de ese surtido de seis croquetas que presenta el establecimiento a aquellos abiertos a probar. Cecina, jamón, boletus...
El precio por unidad es de 1,10 euros, y también se puede elegir la ración variada con los diferentes sabores.
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Seguimos en la misma zona, y si El Corcho o El Ceyjo son dos esas paradas obligadas cuando se habla de croquetas en Valladolid, existen buenos complementos para disfrutar de la reina de la tapa. Al queso azul de La Santta María, bien se pueden sumar los escasos pasos -cuéntelos- hasta el 5 Gustos de Palmira Soler, a camino entre La Antigua y San Pablo, en la calle Torrecilla.
En el restaurante de la castellonense una buena opción son las croquetas de espinacas con queso parmesano. Casi 24 horas de elaboración para que lleguen a los paladares más exquisitos, y todo con el influjo de la cocina mediterránea que rodea al 5 Gustos.
Se piden también como ración y tiene un precio de 8 euros para las seis unidades que presenta la chef mediterránea.
Todas, caseras, con una media de una hora de elaboración y «una receta secreta» que pasa de padres a hijos en ya varias generaciones de chefs de la croqueta, que huyen de modas, pero que saben que se encuentran en la cresta de la tapa.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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