La historia de Cleto Criado del Rey podría haber inspirado al escritor y conferenciante Robin Sharma, para escribir su 'bestseller', El Monje que vendió su Ferrari. El libro, con tintes autobiográficos, narra la vida de Julian Mantle, un exitoso abogado que, tras sufrir un colapso ... mental y físico, decide vender su coche de lujo y el resto de propiedades para dejar todo atrás y emprender un viaje espiritual a la India, en busca de la felicidad. Cleto, vallisoletano de nacimiento, en vez de vender su coche se embarcó en un globo aerostático y no acabó en la India, su plan inicial, de milagro, pero si lo hizo en otro país asiático de la cordillera del Himalaya.
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«Nepal es todo verde, todo agua. Yo llegué recién acabada la época de monzones - lluvias torrenciales - y casi todos los días hacía sol, había animales sueltos por todas partes, motos, coches a toda velocidad, mogollón de gente… yo soy un gran amante del caos, así que me enamoré nada más llegar», recuerda Cleto Criado del Rey, vallisoletano de 31 años, sobre sus primeras impresiones al llegar hace un año a la ciudad nepalí de Pokhara, próxima al Annapurna, un macizo montañoso situado en el centro de la cordillera del Himalaya.
Desde el cielo lo avista cada día. El idílico paisaje nepalí es, como él lo denomina, su nueva oficina. Allí llegó a finales de octubre de 2023 para desempeñarse como piloto de vuelos turísticos en globo aerostático, tras dejar su trabajo en el departamento de compras de una multinacional y una vida encauzada en Asturias, donde se había mudado dos años atrás. «Me fui dando cuenta poco a poco de que mi trabajo no me hacía feliz, yo llegaba todos los días muy tenso a casa del trabajo, no me gustaba estar encerrado en una oficina todo el día. Ahí fue cuando entró en mi cabeza el decir, ¿Y si me voy al extranjero a pilotar?», rememora sobre el momento en que decidió liarse «la manta a la cabeza y dejar el trabajo».
Cleto Criado del Rey
Piloto de globos aerostáticos
Fue una invitación a un festival en la India, que le brindó experiencia, contactos y varias ofertas laborales como piloto, lo que terminó por allanar el camino: «Yo me quería ir a la India, porque era lo que ya conocía y me daba seguridad, pero a la vez no estaba terminando de materializarse. Entonces me llamaron y me dijeron, oye, una empresa amiga en Nepal ha tenido un problema con su piloto y tiene una vacante».
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«Me costaba muchísimo creer que ese entorno, el Annapurna, era mi nueva oficina. Por la mañana me recogen en una furgoneta, me voy al culo del mundo, cojo el globo, me llevo a no sé cuántos pasajeros, aterrizo y me voy a casa», simplifica, mientras alaba la experiencia de vivir en una ciudad bendecida por la naturaleza que le enamoró desde el primer momento: «El sitio es espectacular, yo allí vuelo al lado del Annapurna, con unas salidas de sol impresionantes, sobre un lago, en un valle que parece encantado, el sitio es muy bonito».
Lo que había sido una afición desde que en 2018 se sacara el carné de piloto, se convirtió en su forma de ganarse el pan: «Hasta ese momento nunca me había permitido pensar que yo podía vivir de los globos por dos razones. Una, porque pensaba que no era viable económicamente, y dos, por el propio freno emocional que yo tenía, por lo que le había pasado a mi padre». Y es que no es casualidad que haya escogido los globos aerostáticos para redirigir su vida. Su apellido, Criado del Rey, está intrínsecamente ligado a la historia de este deporte en Valladolid.
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Su padre, Diego Criado del Rey, fue el primer piloto de globos aerostáticos de la provincia y en 2003 trajo el campeonato de España a la ciudad. Meses más tarde, en abril de 2004, el pionero vallisoletano falleció en un accidente durante una regata en Santiago de Compostela al incendiarse el globo en el que volaba. En aquel momento Cleto, el mayor de los Criado del Rey, que ahora supera la treintena, tenía 10 años.
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Desde entonces, cada año en Valladolid se celebra una regata en su nombre. «Todos sus amigos se pusieron de acuerdo para montar un festival en Valladolid en su memoria, que ha perdurado hasta hoy», ensalza el joven, que desde 2018 y junto a sus hermanos, Diego y Sancho, de 29 y 28 años, está al frente de la organización de este trofeo, cuando tomó el relevo de su tío Rodrigo en la presidencia del Club Deportivo Mesetario de Aerostación, fundado por su padre más de hace dos décadas.
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El campeonato, en el que participan los Criado del Rey, viejos amigos del piloto y profesionales de la aerostación, tiñe de globos el cielo vallisoletano cada mes de septiembre, coincidiendo con los festejos de la Virgen de San Lorenzo, desde hace 21 años. En 2019, siendo ya un piloto en ciernes, Cleto se hizo con el tercer puesto de la clasificación durante el trofeo y un año después se alzó al primer puesto. Hace escasos días era Diego, en la XXI edicón, el que se subía a lo más alto podio. Y es que parte del proyecto vital de Cleto ha sido contagiar su pasión por estas aeronaves a su entorno más cercano: «Ahora ya somos seis pilotos enValladolid, cuando hace tres años éramos dos en activo».
Cleto Criado del Rey
La fijación por los dirigibles de aire caliente le vino de cuna, como muchas otras cosas en las que siguió la estela de su padre, pero nada ha guiado más su vida que volar en globo. «Cuando empecé buscaba un poco a mi padre en esto, pero por el camino descubrí que era algo que me encantaba». Fueron las regatas en memoria de su padre lo que le llevó a vivir de cerca este deporte: «Durante un tiempo de mi vida, más o menos desde los 10 hasta los 18 o 19 años, viví los globos de septiembre en septiembre».
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Ya cumplida la mayoría de edad, Anulfo, un amigo de su padre, le brindó su primera experiencia laboral en su empresa de trabajos aéreos de Segovia, haciendo labores de tierra: «Nosotros lo llamamos hacer el rescate, que es ir a buscar el globo a donde aterriza. Descubrí que eso me encantaba». Tras cinco años compaginando este deporte con sus estudios de Administración y Dirección de Empresas, en 2018, se mudó a Madrid para sacarse el carnet de piloto.
Ya con la licencia en la mano recuperó el globo granate de su padre, que lucía el logo de la Universidad de Valladolid, y les propuso un patrocinio que le abrió la puerta a competir deportivamente. «Realmente era un cacho de tela, al que tuve que hacerle todos los papeles. Una vez lo tuve montado, fui a hablar con la Universidad y les conté mi proyecto», rememora. El proyecto no era otro que reflotar el Club Mesetario que había fundado Diego Criado del Rey: «Quería empezar volando el globo con el logo de la Universidad por toda España. Gracias a eso pude seguir volando para coger experiencia».
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Cleto, que se acerca ya a las 500 horas de vuelo que hizo su progenitor, vuelve en dos semanas a Nepal para arrancar una nueva temporada, ya superada la época de los monzones, que coincide con el periodo estival en España. Este año, además de pilotar, espera asumir más responsabilidades en la tour operadora, aprovechando su experiencia laboral en la gestión de empresas: «Vuelvo este año para ayudarles a crecer y a hacer las cosas bien».
Desconoce cuales serán sus siguientes pasos, pero si algo tiene claro es que serán de gran altura: «Donde yo siento que encajo es ligado a este mundillo del aire. Me encantaría aprender a pilotar otras cosas, como un avión de ala fija, un ultraligero o un helicóptero, pero de momento son sueños al aire que habrá que dedicarles tiempo si tienen cabida en mi vida».
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