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Socios y colaboradores de Amigos de Gambia, en la preparación del material enviado a Cabo Verde. EL NORTE
Las ONG de Valladolid que trabajan con África mantienen los planes pese a la pandemia

Las ONG de Valladolid que trabajan con África mantienen los planes pese a la pandemia

La mayoría de los proyectos se financian con actos para recaudar dinero, limitados ahora por la crisis sanitaria

Víctor Vela

Valladolid

Lunes, 8 de febrero 2021, 07:24

Es la primera vez en años, en muchos años, que Pilar Nieto no ha podido viajar a Tanzania. Su otro país. Allí llegó nada más cumplir los 23 para asumir, como misionera, la atención a niñas y jóvenes que eran abandonadas por sus familias. En la calle. Sin más recursos que la tierra baldía bajo sus pies. Una de aquellas mujeres, repudiada por los suyos, era albina. Tuvo una hija.Falleció por un cáncer de piel. Dejó una cría huérfana que Pilar convirtió en su hija de acogida. «Estuve seis años allí como misionera», recuerda. Y lo que en ese tiempo vio le ha acompañado el resto de su vida. Hasta el punto de que se ha convertido en uno de sus principales motores. En Valladolid creó Educa Tanzania, una ONG con 122 socios que gestiona un colegio e internado con 89 adolescentes de entre 12 y 18 años.

«Todo ese proyecto depende de los recursos que podamos conseguir aquí». Yeste año lo han tenido especialmente difícil. El coronavirus ha obligado a suspender conciertos benéficos, mercadillos solidarios, campañas de captación de fondos, tan comunes en Navidad. «No podemos hacer nada. Y las necesidades siguen ahí. No las podemos olvidar». Este año, gracias a las donaciones particulares, a las cuotas de los socios, han obtenido lo suficiente para construir un almacén en el que guardar la comida, «el maíz, las alubias», que se usa para la alimentación de los chavales allí internos. «Pero para el resto del funcionamiento del centro vamos muy justos», reconoce. La ONG trabaja en Tanzania desde 2007.

En un primer momento, su acción se centraba en la concesión de becas para que los jóvenes asistieran a los colegios ya existentes. Pero se dieron cuenta de que eso no era suficiente. «Había muchos niños sin recursos que si no estaban internos, y no todos podían, eran muy pronto puestos a trabajar en las casas que los recogían».

Así, en 2016, decidieron dar un importante paso adelante con la apertura de las primeras cuatro aulas de un centro propio, en Igingilanyi, una localidad, en la provincia de Iringa, «al pie de una pequeña montaña», donde la educación se ve como un camino fértil para prosperar. «Los alumnos son chavales sin recursos, de hogares muy, muy pobres. O huérfanos que han sido recogidos por familias. Aunque esa acogida no es gratuita y pronto tienen que trabajar en el campo. Para la mayoría, su vida será como mucho una azada y un cachito de tierra de la que puedan sacar algo para comer». El colegio intenta ofrecer alternativas vinculadas con los estudios universitarios, la formación profesional. Un proyecto ambicioso, con profesionales locales (cinco profesores, un cocinero, los educadores) que atienden las clases, la convivencia del internado, la granja o la huerta. Pilar ha viajado todos los años, todos, a Tanzania para seguir de cerca el proyecto.Hasta que 2020 ha cerrado todas las fronteras por culpa de la covid. «Estamos en contacto con ellos y les enviamos todo lo que podemos». Pero las restricciones han recortado los ingresos de colaboradores fieles, como la parroquia Nuestra del Rosario (en La Rubia), como los institutos Pinar de la Rubia y Ribera de Castilla.

Educa Tanzania no es la única ONG vallisoletana que ha tenido que apretarse el cinturón ante los límites impuestos por la covid. Todos los años, a finales de diciembre, la asociación Dhefi-Proyecto Madagascar organiza un multitudinario rastrillo junto a la plaza de España. Un mercadillo solidario con el que otros años han recaudado más de 7.000 euros, enviados íntegramente para un proyecto de atención a madres adolescentes en Tisoroanomandidy, una ciudad con cerca de 25.000 habitantes «en una de las zonas más abandonadas y olvidadas de África», explica Koldo Diez, portavoz de Dhefi. Tampoco ellos han podido viajar a Madagascar.

Jóvenes de la casa de acogida de Proyecto Madagascar. EL NORTE

Colaboración misionera

«Nos gusta ir a principios de verano y en septiembre para ver cómo se trabaja», apunta Diez. La asociación cuenta en el terreno con GustavoBombín, misionero vallisoletano que acompaña a estas adolescentes embarazadas (en muchos casos, fruto de violaciones) en un centro que les ayuda a cuidar a sus bebés al tiempo que completan sus estudios (hay varias que han cursado Enfermería) o aprenden oficios (como cocina). «Además, este año hemos contactado también con Fermín Maroto, un misionero burgalés que trabaja en una región desértica del sur de Madagascar. Con ellos, y con una ONG de Barcelona, Malaria 40, para apoyar el proyecto que tienen con niños necesitados», apunta Koldo, quien recuerda las dificultades de ayuda humanitaria que tiene Madagascar.

Además, la ONG Amigos de Gambia (en colaboración con Aspaym, el Ayuntamiento de Zaratán y la residencia Ballesol, entre otras entidades) ha enviado su primer contenedor con material de ayuda humanitaria a Cabo Verde, para atender a mil personas a través de la organización Acarinhar, que trabaja allí desde el año 2008. La donación ha consistido en mobiliario escolar y más de un centenar de sillas de ruedas, andadodes y bastones que irán a parar a un centro de mayores, a otro de niños que padecen parálisis cerebral y a dotaciones sanitarias de Sao Lourenço de Orgaos. Hasta ahora, la ONG había destinado su atención a proyectos en Gambia.

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