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De pie, Begoña, Loli, Antonia y Paqui. Sentadas, Leonor, Tory, Pilar, Pruden, Julia y Goya, costureras voluntarias en la AECC. José C. Castillo
Las vallisoletanas que cosen las almohadas del corazón contra el cáncer de mama
La red social

Las vallisoletanas que cosen las almohadas del corazón contra el cáncer de mama

Un grupo de costureras se reúnen todas las semanas en la sede de la AECC para preparar unos cojines especiales que luego reparten por los hospitales de la ciudad

Domingo, 18 de febrero 2024, 00:02

La mesa está llena de tijeras, dedales y alfileteros, de bolsitas de plástico y retales de algodón, de una espuma –suave y ligera como caricia– que se llama floca. Y alrededor de esa mesa hay un grupo de mujeres que cose almohadones con forma de corazón. Unas le dan a la aguja, otras meten relleno en el cojín. Estas lo cierran con un último pespunte, aquellas los empaquetan con un lacito rosa al final. «Parecemos una cadena de montaje», dice Mercedes García, 83 años, una de las voluntarias de la AECC que todas las semanas –«casi siempre los miércoles»– se reúnen en la calle Claudio Moyano para confeccionar unas almohadas que luego reparten en elhospital Clínico, el Río Hortega y el Campo Grande a las mujeres que acaban de ser operadas de cáncer de mama.

«Ayuda a aliviar los efectos de la intervención quirúrgica:impide que el brazo roce la herida y además, lo sostiene, junto a los músculos del hombro», explica Luisa Lobete, gerente de la AECC. «No es un corazón normal, tiene una hendidura pronunciada. Son 36 centímetros de alto, 20 de ancho y 21 en el pliegue. Los laterales son más largos, para que pueda encajar mejor bajo el brazo del lado de la mama operada», asegura Begoña Fernández Rodríguez, otra de las voluntarias.

Muchas han vivido de cerca la enfermedad. «Yesto es un valor añadido que hace que esta iniciativa sea aún más valiosa, porque a través de estas almohadas, estas mujeres regalan lo que ellas también recibieron», cuenta Lobete. Apoyo, esperanza...

Almohadas del corazón

En 2010, una enfermera mallorquina, María José Loly de Cooman, implantó en España un proyecto que dos años después llegó a Valladolid de la mano de Pilar Legido y Esther Carranza, voluntarias de la Asociación Española contra elCáncer (AECC). Ese año, en 2012, comenzó a andar la delegación vallisoletana de Almohadas del Corazón.

«Mi marido, Anastasio, murió de cáncer de pulmón y pleura», recuerda Mercedes. Ella misma fue diagnosticada de cáncer de mama hace 38 años. En el pecho derecho. «Me lo quitaron. También soy de las destetadas». Cuando su esposo falleció, tuvo claro que reservaría el tiempo libre que el día le dejaba para dedicárselo a otras personas. Ella es una de las voces amigas, de las manos acogedoras, que encuentran las personas que reciben sesiones de quimioterapia en el Clínico.

«Voy al hospital del día y allí ofrezco conversación, cariño y entendimiento a quienes están pasando por ese proceso. Siempre se coge con mucho susto al principio», asegura Mercedes, quien además elabora estos corazones solidarios en recuerdo de su pasado en la costura. «Yo he sido toda mi vida pantalonera, braguetera: de las de coger bajos y poner cremalleras», indica Mercedes, ante la mirada cómplice de sus compañeras.

Como Alejandra, implicada en esta red social desde 2012. «Me lo propuso la oncóloga, que viniera, que me iba a sentar bien». También ella superó un cáncer de mama (pecho derecho) y dice que todavía utiliza uno de estos almohadones. «Mucha gente se ha acostumbrado a dormir con ellos... y si no los tienen, los echan de menos», asegura Alejandra, quien siempre le ha dado a la aguja y al dedal, también porque en casa había un hermano sastre.

Estas almohadas tienen sus características especiales. Las telas (cedidas por Ikea) son cien por cien algodón. «No vale la seda ni el poliéster. Tienen que ser telas suaves, que tampoco sean muy duras», explica Loli Cañas, quien recuerda cómo al principio del proyecto recibieron el apoyo de muchos modistas locales, que les facilitaron telas, hilos, agujas. «Algunos también nos dieron dinero», cuenta Loli, para recordar que además de este grupo de Claudio Moyano, los corazones solidarios palpitan en los centros cívicos zona este y La Rondilla, en varios colegios y en Laguna de Duero, donde hay dedos diestros que se dedican a coser y rellenar almohadas.

Lo hacen con 160 gramos de floca, «para que no queden ni muy duras ni muy vacías», matiza Pilar Rodríguez, quien ya ha cumplido un año en esta tarea de costura solidaria. También en su casa han tenido que lidiar con el cáncer. Su madre murió de melanoma. Su hija, por culpa de un tumor de cinco kilos en los ovarios. Su marido, hace 22 meses, de cáncer de páncreas.

«A todos nos puede tocar esta enfermedad. Por eso, lo mejor que podemos hacer para luchar contra ella es apoyar iniciativas como esta, que ayudan a los enfermos», dice.Y también, respaldar todas aquellas acciones que vayan encaminadas a financiar proyectos de investigación. El laboratorio como la mejor trinchera contra el cáncer. El conocimiento del enemigo, como la mejor vía para su erradicación.

El marido de Goya Alfageme murió de cáncer de nariz. El de Prudencia Nistal, de cáncer de pulmón. «Solo duró un año desde que se lo dijeron. Y de esto hace ya trece. Yo lo pasé muy mal. Estuve muy baja de moral. No me apetecía salir», recuerda Goya. Fue una trabajadora social quien, para inyectarle ánimos positivos, le invitó a unirse a este grupo de costura. «Para que estés activa», le dijo.

Lo que no sabía Goya es que detrás de ese consejo se hallaba un trampolín para coger impulso. «Me he encontrado aquí con un grupo de amigas. No solo quedamos para coser. También hablamos.Nos apoyamos unas a otras. Y después, siempre nos tomamos un cafelito», dice Goya.

Su ritmo de producción es de cerca de 35 almohadas cada semana. «Durante el confinamiento paramos un poco. No nos podíamos reunir y, aunque algunas hacían algo desde casa, no pudimos mantener el ritmo». A medida que avanzaba la desescalada, el grupo se volvía a reestructurar, aunque fuera con mascarillas de por medio.

Porque el cáncer no se detuvo por culpa de la covid. Seguían llegando nuevos diagnósticos. Todavía había operaciones de cáncer de mama. Y ahí estaba una almohada del corazón para acompañar a esas mujeres en uno de los momentos más delicados de sus vidas.

«Sabemos que lo que les ofrecemos no es una solución a todos sus problemas. Sabemos que la operación es dura, que tendrán por delante una recuperación que puede ser larga. Pero con este corazón queremos hacérselo más cómodo... y también que sepan que no están solas, que tienen a su lado (mientras abrazan el cojín) el apoyo de un grupo de mujeres que piensan en ellas», dicen. Y que han cosido, en una cadena solidaria perfectamente engrasada, un corazón hilvanado con cariño. Porque estas voluntarias saben que este es un detalle que confeccionan de todo corazón.

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