No hay descanso para la mirada en un concierto de la orquesta Panorama. Esto es el Eurodisney de las verbenas, un paquito chocolatero hermanado con el Circo del Sol. Hay tantas luces, tantas pantallas, tanta vomitona de confeti, tantos bailarines que se cambian de ... ropa (que si la pluma, la licra, los taconazos, poco algodón), tantas pasarelas que simulan trampolines, tantos rincones en el escenario, tanta coreo y movimiento, tanto foco y tanta led, que uno no sabe al fin y al cabo hacia dónde mirar. Los ojos, como Marujita Díaz de principio a fin. Con agujetas en las pupilas de estar atento y fascinado a lo que ocurre ahí arriba, como si fueras un niño en el escaparate de Justo Muñoz. Como un político que busca su cámara en campaña. Como turista chino frente a un cuadro del Bosco, López Vázquez en playa nudista, un adolescente con el 'whatsapp' a reventar. Tan pendiente estás del envoltorio (con ese escenario de diez metros de alto, 31 de ancho, doce de fondo), que a veces se te olvida que a la verbena has venido a bailar.
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¡Y qué verbena! Dicen que esta es la mejor orquesta de España. Que gana en la 'champions' de las canciones hacendado, de las versiones marca blanca. Cantamos la mayoría aunque no las contamos todas porque, nada más empezar el popurrí de Michael Jackson con el que arrancó el fiestón, nos perdimos cuando cuatro bailarinas bajaron colgadas del techo disfrazadas de murciélago para amenizar el 'Thriller'. A partir de ahí, todo lo demás. «Saltamos de nuevo, saltamos de nuevo. Salta, bota, salta», arengaba Lito, el director del 'show', con la camiseta del Pucela y la felicitación por la permanencia («de primera, oé, de primera, oé»). Y entre eso, los churros hinchables blancos de un lado para otro (panorámicos los llaman), el «cantamos todo Dios» y el «necesitamos las manos arriba» (más que atraco, atracón de éxitos), se nos fue San Pedro Regalado al cielo.
En esta verbena 3.0 no suenan canciones enteras. Eso es muy siglo XX, de cuando el guateque y la casete. Ahora se lleva el picadillo de estribillo. Cambiar de melodía cuando la cosa ya no da para más. Así que el 'show' de Panorama es un montón de 'hitazos' encadenados, de 'medleys' agrupados por temáticas y décadas en los que caben Bon Jovi y Rosalía (al final, sonaron sus canciones en la Plaza Mayor, sin caché de por medio, tratrá).
La orquesta monta cada año espectáculo nuevo. El de este 2019 se llama 'Number one', porque, como dicen en un vídeo introductorio, hay cien millones de canciones, pero solo unas pocas se convierten en número uno. Así que suenan desde Morat a Luis Fonsi, de Bruno Mars a Beyoncé, de Avicii al 'Sobreviviré' de Mónica Naranjo (con una joven que da vueltas en un trapecio y luego se deja caer colgada de telas mientras la cantante presume de agudos unos metros más abajo). Se suceden los éxitos (más de cien), con escenografías pensadas para cada tema, que bien recuerdan a los artistas originales (con réplicas del videoclip o de los bailes), bien montan parques temáticos en torno a la canción, como en la orgía de luces verdes y bailes sensuales que es el 'I like it' de Cardi B, Bad Bunny y J. Balvin.
El derroche de energía es tremendo. El repertorio, brutal, con canciones de esas que te hacen sentir tan joven cuando las cantas y tan viejo cuando las recuerdas (como 'Salta', los tambores de Safri Duo o 'El tiburón). Hubo, a los sesenta minutos de empezar, un tramo bautizado La hora loca que fue un festival con pelotazos de Camela, Melody (soy una rumberaaa) y, todo el mundo en pie, palabras mayores, Sonia y Selena («Yo quiero bailar toda la noche»).
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Los cantantes son enormes (se lucieron en el homenaje femenino a Queen) y los bailarines, incansables (saltan sobre el escenario como si el suelo les debiera dinero). El verbenazo (cuatro tráileres mueve por España la Panorama) fue un éxito en la Plaza Mayor, que bailó el 'Follow the leader', el 'Dura' de Daddy Yanki o el popurrí de 'Devuélveme a mi chica', 'Aquí no hay playa' o 'Clavado en un bar' como si no hubiera un mañana (aunque lo hay, ay). Un espectáculo de principio a fin, una borrachera de canciones, de luces, bailes y manos al aire para despedir a lo grande las fiestas del patrón.
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