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Son muchos y cada vez más. El número de municipios que no rebasan los cien vecinos avanza en Valladolid sin que parezca que haya un freno eficaz contra este síntoma claro de la despoblación en el medio rural. En 1996, había 32 localidades en la provincia donde su padrón no alcanzaba las tres cifras. En 2003 ya eran 36. Diez años después, subía hasta 53. El último registro del padrón, con datos oficiales a 1 de enero de 2023, dice que son 61. El 27% de los pueblos de la provincia no alcanza hoy los cien habitantes. Valladolid es la undécima provincia de España con más pueblos pequeños. Y el avance es especialmente significativo en la periferia de la provincia, en Tierra de Campos, el entorno de Peñafiel y, más recientemente, también en el valle del Esgueva.
En el año 2016, la Federación Española de Municipios y Provincias decía que todos aquellos pueblos que cuentan con ese exiguo número de vecinos está «en riesgo de extinción», por lo que reclamaban medidas para luchar contra la despoblación. Y este es un fenómeno que afecta de forma especial a provincias como Valladolid, donde la tipología de partida de los municipios, especialmente fraccionada, ya apuntaba a pequeños núcleos de población.
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«La distribución de los municipios no tiene que ver con la disponibilidad de agua o de manantiales, como a menudo se ha querido relacionar», dice el geógrafo Fernando Molinero, catedrático emérito honorífico de la Universidad de Valladolid. La explicación, dice, habría que buscarla en el pasado: «Tendríamos que retrotraernos a la Reconquista».
«Está estrechamente vinculado con el proceso de repoblación en la etapa musulmana, con la expansión de los reinos cristianos hacia el sur», indica Ignacio Molina, geógrafo especialista en ordenación del territorio, quien recuerda que de ahí proceden la mayor parte de los municipios actuales. «Es la base del poblamiento actual». Y esto explica que, por ejemplo, los pueblos del centro peninsular (Valladolid, Segovia, Madrid o Guadalajara) sean mucho más pequeños que los de Andalucía o La Mancha. No hay más que ver por dónde se extienden hoy, en 2023, los pueblos con menos de cien habitantes.
«Al sur del Duero, se establecían las comunidades de villa y tierra, con núcleos que se fijaban a una jornada de distancia y donde era importante el peso de los labradores», explica Molina, quien pone como ejemplo las localidades nacidas en provincias como Ávila o Salamanca. «A medida que se va avanzando hacia el sur, la repoblación está en manos de las grandes órdenes militares y congregaciones. El poder militar está más concentrado y se necesitaban localidades más grandes y fuertes para garantizar la defensa». Ahí está el caso de Castilla-La Mancha, con municipios que lo recuerdan incluso en su nombre su origen, como las de Calatrava. Y ese proceso se núcleos grandes se mantuvo en el sur.
Explica Molina que en España se pueden ver de forma clara tres modelos de distribución territorial. Por un lado está el atlántico, con varias aldeas diseminadas cuya organización se agrupa en un ayuntamiento conjunto (que suele rondar los 5.000 habitantes). Es el caso de Galicia o Asturias. En la España interior (casi toda Castilla y León, La Rioja, Madrid o Aragón) se extiende el modelo de un municipio vinculado a cada núcleo de población. Y son núcleos pequeños. En el sur se apuntala esa herencia histórica de menos localidades, pero de mayor tamaño.
Así, por ejemplo, Cádiz y Murcia (con 45 cada una) son las provincias peninsulares con menor número de municipios. Hay todavía menos en Las Palmas (34): Pero también el número es bajo (por ese otro fenómeno de concentración en la gestión) en provincias del norte, como Pontevedra (61 municipios) o Lugo (67). En el otro lado, se encuentran las provincias con sobreabundancia de entidades localidades. Burgos está en cabeza, con 371. Le sigue Salamanca, con 362. Y en tercera posición se coloca Barcelona, con 311. Valladolid se encuentra en el puesto número 13 en el listado de provincias con más municipios (225).
Y de esos 225 municipios, 61 están por debajo de los cien habitantes. Son el 27,11% del total. En términos absolutos, es la duodécima provincia. En cabeza se sitúa Guadalajara, con 172 pueblos con menos de cien vecinos.
Le sigue Burgos (con 162). Pero si la comparación se hace en términos relativos, Valladolid se coloca en la posición número once, en una clasificación que ahora encabeza Soria. Allí, el 63,39% de los pueblos (casi dos de cada tres) no llegan a los cien residentes.
Hay otro modo de asomarse a esta realidad. Podemos fijarnos en el tamaño medio de los municipios. Para ello, eliminamos la capital y establecemos una media con el resto de las localidades. Soria, de nuevo, lidera la lista de provincias con pueblos más pequeños. Allí, la media es de 271 vecinos. A continuación está Ávila (con 407) y luego viene Teruel (con 421). Las siguientes posiciones son para un rosario de provincias de Castilla y León. Por este orden, Palencia (428 habitantes de media por municipios), Zamora (433), Burgos (493), Segovia (501) y Salamanca (507). En Valladolid (la provincia número trece con municipios más pequeños), el tamaño medio de las localidades es de 998 vecinos, arrastrada al alza por cabeceras históricas como Medina del Campo y por el auge de los municipios del alfoz, que en las dos últimas décadas han ganado población a costa de la capital (ahí están Laguna o Arroyo, por encima de los 20.000 vecinos, o La Cistérniga). En Cádiz, sin embargo, el tamaño medio está en 25.880 habitantes y en Murcia, en 24.620 (aquí con el tirón de Cartagena).
Ignacio Molina explica que provincias como Valladolid tengan tantos municipios de un tamaño tan reducido tiene implicaciones tanto positivas como negativas. En este último caso, destaca por ejemplo la dificultad para gestionar unos presupuestos que garanticen todos los servicios. «Hay que hacer virguerías para conseguir ayudas y dejar el pueblo en orden y bonito», dice Justo de la Fuente, alcalde de Torre de Peñafiel (53 vecinos). Es complicado llegar a todos los servicios cuando el número de vecinos es muy limitado.
En esos casos, Molina más que por la fusión aboga por la colaboración, a través de entes como las mancomunidades, con las que los municipios no pierden autonomía, poder local, pero sí que ganan en prestación de servicios a sus habitantes. Precisamente, esa autonomía es uno de los puntos positivos que ve Molina en la presencia de núcleos tan pequeños de población.
«La democracia se vive de una forma más directa, con la elección que sus vecinos hacen del alcalde». Y el alcalde se convierte en un pilar para la comunidad. «Tienes que estar atento las 24 horas de los siete días de la semana para que todo funcione, desde la farola hasta los posibles cortes de teléfono», dice Ignacio del Campo, de Valverde de Campos (103).
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