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«¿Qué es lo mejor de la vida? Lo mejor de la vida es vivirla», dice María Cruz Nieto, 101 años («en mayo, si hay suerte, 102»), en el salón de recepciones del Ayuntamiento, donde participa en el acto con el que la capital rinde homenaje a los vecinos que ya han superado el siglo de vida.
Son 140 centenarios en la ciudad. Como Crucita, natural de Tudela de Duero, quien le pone más alicientes a esto de vivir. «Lo mejor de la vida es vivirla.Pero también está la salud, la familia... y las vecinas». Recuerda de su juventud aquellas jornadas de charla a la puerta de casa, mientras despachaba las patatas, los guisantes, la remolacha que su marido cultivaba en la huerta. «También iba a fregar el bar Duque y, cuando la cocinera estaba de vacaciones, a guisar a la residencia de las monjas, allí en el pueblo». Dice que la sopa de pescado le salía de chuparse los dedos y que «comer sano» es una de las claves para vivir tantos años:«Carne poquita, mucha fruta, como el melón y las uvas. El médico me ha quitado el dulce. De cabeza sí, estoy bien, pero tengo muchos dolores. Yo he vivido bien, pero ahora pienso:¡con lo bien que se vive ahora!».
Mari Cruz tiene en el regazo el centro floral que le han regalado en el Ayuntamiento. Su testimonio forma parte de un libro editado por el Consistorio para recordar a esos vecinos que ya han soplado cien velas en sus tartas de cumpleaños. La mayoría nació en 1919. Son quintos de Mingote, de Gila, de Chavela Vargas, de Juanito Valderrama. «¡Y habéis visto tanto a lo largo de vuestra vida! Os ha tocado vivir una guerra civil y una mundial. Habéis visto el restablecimiento de la democracia, la llegada del hombre a la luna. La televisión, los teléfonos móviles, las tecnologías modernas», enumera Feliciano Trebolle, expresidente de la Audiencia Provincial, encargado de leer el manifiesto con motivo del Día Internacional de las Personas de Edad.
«Los mayores antes no disponían de teleasistencia, de ayuda a domicilio, de Cruz Roja, de la labor de los cuidadores y trabajadores sociales. Los mayores fueron durante la crisis el soporte de muchas familias. Y hoy es necesario mantener la autonomía, la participación activa, luchar contra la soledad», dijo Trebolle.
Dionisio Aguado (Villamayor de Campos, Zamora, 1919) la combate a diario con mostos, julepe y tute perrero. Todos los días se acerca al centro de mayores de Parquesol para echar una partidita a las cartas y mantener una afición que ya tenía de joven, cuando la amistad se alimentaba en el pueblo en torno a un tapete verde en el bar. «Era el poco tiempo de descanso que teníamos. Yo no supe lo que eran las vacaciones hasta que me jubilé. Era pastor, unas cien ovejas, y había que atenderlas todos los días». Tiene vendado el pulgar de la mano derecha.«Me lo pillé con una puerta. El médico ya me ha dicho que es lo único malo que tengo», bromea. Dejó de fumar a los 85 años, después de que le operaron la próstata. «De joven fumaba cuarterón, me hacía los librillos en la palma de la mano. Y luego puros. Diez al día me fumaba. ¡Anda que no he ordeñado yo con el puro en la boca! Yel chato de mistela, que vendían a treinta céntimos». Y para él, una pregunta contraria a la de Mari Cruz:¿Qué es lo peor de vivir?«Lo peor de vivir fue la guerra. La Guerra Civil. Estuve con 18 en la batalla del Ebro. Y fue lo peor de todo. Ojalá que nadie tenga que vivir de nuevo una guerra».
Dionisio y Mari Cruz forman parte de los siete vecinos que han querido participar en este homenaje, junto a María Ángeles Diez, Petra Fernández, Natividad Ramos, Manuel Recio y Germana Ruiz.
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