Las manos enguantadas de Mar y de Martina, de Ruth, Alba o David se pasean hoy, siglo y medio después, por esta delicada piel de algodón que hace más de 150 años pintó José Martí y Monsó (1840-1912).
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Extendidos sobre unas largas mesas ( ... que un día formaron parte del atrezzo de una obra teatral) están los 17 fragmentos que componen uno de los cuatro lienzos que decoraban la desaparecida biblioteca del Teatro Calderón y que ahora aspiran a una nueva vida después de medio siglo escondidos y de un concienzudo proceso de restauración.
El trabajo para recuperar su esplendor es posible –en el centro municipal Marcelina Poncela– gracias al acuerdo suscrito entre el Ayuntamiento y la Escuela de Arte. Nueve alumnos de los estudios superiores de Conservación y Restauración (equivalentes a un grado universitario) trabajan durante este mes en la recuperación de unos lienzos decorativos que han vivido una rocambolesca historia desde que Martí y Monsó los pintó en la década de 1860 hasta que finalmente han retornado al patrimonio municipal.
Por el medio, hay episodios de ventas y de bibliotecas desaparecidas, de libros emparedados y dudas sobre el dueño, de tesoros escondidos y un final todavía incierto. Y todo ello, en torno a una palabra preciosa: marouflages.
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Con este nombre se conoce a una técnica que consiste en fijar –mediante el encolado– una superficie ligera (papel o lienzo) sobre un soporte más sólido (como tablas de madera o muros). El resultado final es muy similar a la de la pintura al fresco, pero mucho más económico.
Y esa fue la técnica que empleó Martí y Monsó para elaborar los cuatro lienzos pintados al óleo que luego fueron colocados en las bóvedas de horno que había sobre unas estanterías con vitrina de la antigua biblioteca del Teatro Calderón, ubicadas en la primera planta del inmueble, en el muro opuesto a las ventanas que dan a la calle de Leopoldo Cano.
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Estos lienzos, de 37 metros cuadrados y compuestos por 65 fragmentos de tamaño irregular, representaban cuatro alegorías:la política, la poesía, las bellas artes y la historia.«Es uno de los conjuntos pictóricos decorativos más importantes de la pintura del siglo XIX vallisoletana», dice Ignacio Barceló, técnico de restauración del Ayuntamiento, especialista en pintura y documento gráfico, quien recuerda que técnica de 'marouflage' era muy utilizada no solo en espacios públicos, sino también en viviendas y residencias privadas.
Aquella biblioteca hoy desaparecida formaba parte de los servicios que ofrecía el Círculo del Calderón, una entidad inaugurada con una fiesta en el Carnaval de 1865, meses después de que el teatro abriera sus puertas el 29 de septiembre de 1864. Cristina Prieto Heras publicó en septiembre del año pasado un trabajo en la Escuela de Ingenierías Industriales de la UVA que repasa el devenir histórico de estos lienzos.
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En 1968, la Caja de Ahorros Provincial de Valladolid adquirió el edificio y entre sus planes estaba la restauración de la biblioteca. Así, en 1972 se retiraron los lienzos y se trasladaron al taller de restauración de la familia Santamaría, en la calle Marquesa de Esquilache. El espacio de la antigua biblioteca se tapió, con más de cuatro mil libros atrapados en una estancia estanca que no se destapó hasta 1991, cuando el Ayuntamiento comenzó a acometer obras en una teatro que había adquirido en 1986.
«Al haber quitado y trasladado las pinturas de las bóvedas sin ninguna documentación escrita, estas no entraron en los planes de las nuevas obras organizadas por el Ayuntamiento», cuenta Prieto Heras en su investigación. El taller de Santamaría se encontró con que desde 1972 custodiaba unos lienzos cuya propiedad no estaba clara (ya que no habían sido inventariados en el momento en el que se retiraron).
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En 2022, medio siglo después de salir de su espacio original, el director del Archivo Municipal localizó las piezas y animó al Ayuntamiento a reintegrarlas al patrimonio municipal. El grupo Sí Se Puede ya había hecho diez años atrás una petición similar. Fue entonces cuando la concejalía de Cultura llegó a un acuerdo con la Escuela de Arte para acometer una campaña de restauración de uno de los lienzos.
El paso del tiempo había causado estragos en ellos. No en su composición (no se ha perdido ningún fragmento), sino en el estado de la pintura. «Los lienzos –papel de algodón fabricado en Monterrey (México)– presentan desgarros, deformaciones, arrugas y pliegues, manchas de humedad». Pero preocupaba especialmente el estado de la capa pictórica, ya que «el grado de oxidación de los barnices y los restos de cola orgánica del proceso de sentado, previo al arranque de las telas, han desvirtuado por completo la estética de la obra e impiden la legibilidad del conjunto ornamental», explican los responsables del proyecto de restauración, que esta semana visitó la concejala de Cultura, Irene Carvajal.
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En ese trabajo –«meticuloso, delicado, paciente»– colaboran nueve alumnos de la Escuela de Arte (entre ellos Lucía, Mercedes, Isabel y Cristina), con el apoyo de la profesora María Sobrecueva. «Son unas prácticas fuera del periodo de lectivo fundamentales para su formación», asegura Ana Quintas, de la Escuela de Arte, quien anima al Ayuntamiento a afrontar el resto de la restauración a través de contratos, con la búsqueda posterior de un espacio que permita exhibir de nuevo unos lienzos de Martí y Monsó escondidos durante más de 50 años y que ahora empiezan a recuperar su perdido esplendor.
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