1.250 son las terrazas instaladas en la capital vallisoletana este año, 25 menos que en 2022. Ese ligero descenso se puede deber a que los hosteleros este año han tenido que pagar la tasa de forma íntegra, cuando el año pasado solo tuvieron que ... pagar el 60% y los dos anteriores se les condonó la tasa para paliar los daños económicos que sufrieron por la pandemia.
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De las 1.250 terrazas instaladas en la actualidad, 1.045 están establecidas en suelo público y una de ellas es la de Pablo Pérez, dueño de La Central desde hace 35 años, que cuenta con 16 mesas y 64 sillas repartidas frente a su establecimiento de la Plaza de la Universidad. «En líneas generales, las terrazas funcionan, aunque son muy caras. Nosotros, por ejemplo, no cobramos un suplemento de terraza porque estamos asentados en una zona universitaria y es muy difícil que a nuestros clientes se les cobre unos precios disparatados. Son universitarios, independientemente de que ellos o sus padres tengan dinero. Por eso para nosotros es más difícil asumir ese 40% a mayores», explica Pablo.
La ordenanza reguladora de las tasas por utilizaciones privativas y aprovechamientos especiales del dominio público municipal establece que en las calles de primera categoría hay que pagar 40,20 euros anuales por cada metro cuadrado de terraza; en las de segunda, el precio del metro cuadrado al año asciende a 30,68 euros y en las de tercera, el dinero que deben aportar los hosteleros son 21,16 euros por metro cuadrado.
Los hosteleros coinciden a la hora de señalar que el precio de la tasa es demasiado elevado, pero lo que deben abonar al Ayuntamiento no es el único problema al que se enfrentan los profesionales en relación a las terrazas, tal y como indica Eduardo Vicente, dueño del bar Pispás. Eduardo se ha gastado más de 4.400 euros en concepto de tasa para las 28 mesas y 112 sillas que tiene autorizadas en la calle Arribas y explica que uno de los asuntos más controvertidos a los que tiene que te hacer frente el sector es la aplicación de la ordenanza en aspectos tan fundamentales como el mobiliario o las distancias y dimensiones. «El problema es que no hay un criterio claro establecido para ciertos asuntos fundamentales. La Policía hace su trabajo y vela porque todo se ajuste a la ordenanza, pero el criterio es muy ambiguo y depende mucho de la interpretación. Temas fundamentales, como el mobiliario o las dimensiones hacen que en algunos casos los problemas sean similares a los que puede tener un agricultor con las lindes», bromea Vicente, quien reconoce que la terraza es una parte fundamental de su modelo de negocio.
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Y de esta manera, igual que los agricultores, los hosteleros llevan meses mirando al cielo, ya que este año tan inusual en los meteorológico siembra de incógnitas la temporada de terrazas. Las inusuales temperaturas registradas en el primer tercio del año han hecho que la campaña se adelantase y que los hosteleros pudieran sacar más partido a estos espacios creados, especialmente, para el verano. No obstante, la lluvia ha irrumpido con fuerza en un mes como el actual para demostrar aquello de que nunca llueve a gusto de todos.
De las terrazas autorizadas este año, 121 están ubicadas sobre suelo privado y una de ellas es la del Connery, un establecimiento de Las Delicias que ha convertido su terraza en un reclamo gracias a las 33 mesas 132 sillas que conforman su oferta exterior. «Buena parte de la facturación del negocio se hace con los servicios fuera del local», desvela Eduardo Atienza, uno de los dos socios que regenta el local, quien indica que tener los veladores sobre suelo privado elimina el gasto de la tasa, pero no es oro todo lo que reluce. «Sólo pago al Ayuntamiento los gastos del papeleo por el croquis. No tengo que pagar tasas, pero pago a la comunidad por el uso de este espacio y el precio entre uno y otro es muy similar», añade.
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El Connery es uno de los establecimientos que cobra suplemento de terraza. Una caña vale 1,80 en barra y 2 euros si se toma fuera, un incremento que tiene su razón de ser en algo tan simple como el incremento del gasto. «Sin terraza trabaja una persona, pero cuando tenemos que trabajar fuera necesitamos a cuatro. Las terrazas dan trabajo, pero de manera estacional porque esto no es Benidorm», concluye Atienza.
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