Baltasar, Melchor y Gaspar, a su llegada a la Plaza Mayor de Valladolid. Rodrigo Jiménez

Valladolid llena las calles para recibir a los Reyes Magos

La Cabalgata salió de Filipinos en un cortejo con saltimbanquis, gnomos de globos, mariposas gimnastas y luciérnagas escolares

Víctor Vela

Valladolid

Viernes, 5 de enero 2024, 21:37

La tradición dice que, cada 5 de enero por la tarde, los niños salen a las calles de sus pueblos, sus aldeas, sus ciudades, para ver de cerca a losReyes Magos. Para comprobar que sus Majestades de Oriente existen (claro que existen). Para ... cerciorarse de que Melchor ha venido, de que Gaspar ya está aquí, de que Baltasar se sabe el camino de esa casa en la que le esperan una colección de zapatitos y un poquito de comida junto al árbol de Navidad.

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Pero lo que no se cuenta tan a menudo es que las Cabalgatas no solo sirven para ver a los Reyes. En realidad, es el mecanismo que Melchor y compañía utilizan para fijarse en todos y cada uno de los niños a los que por la noche visitarán. Mientras sonríen, lanzan besos y caramelos, toman nota mental de las caras de los peques que, a los pies de sus carrozas, gritan su nombre para que no se olviden de ellos ni de lo que les pidieron hace semanas por carta.

Las Cabalgatas son ese momento en el que sus Majestades de Oriente comprueban que los niños y sus familias están ahí, ansisos de que sus deseos se hagan realidad.

«Aquí, aquí», gritan los niños desde el otro lado de las vallas de seguridad desplegadas a lo largo del recorrido de Valladolid. «Aquí, aquí», insisten para saludar a su rey mago preferido, pero también para reclamar que sus pajes atinen a la hora de repartir caramelos. Masticables, que duelen menos y se comen mejor.

«Aquí, aquí», repiten mientras extienden bolsas, gorros de lana, mochilas o paraguas vueltos del revés. Hasta dos mil kilos de dulces se repartieron en una Cabalgata que, a las 18:30 horas, con seis grados y un viento cada vez molesto, salió de Filipinos parar recorrer un tramo del Paseo de Zorrilla, girar por San Ildefonso, recorrer Isabel la Católica hasta Poniente y luego bordear la Plaza Mayor para entrar por ella desde la calle Ferrari.

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Melchor lanza un beso desde su carroza. Rodrigo Jiménez

Abría el cortejo la tripulación de un barco con dirigible llegado desde Francia. La compañía Le Théâtre de la Grande Ourse animó el inicio de la comitiva con su espectáculo de calle 'Viaje intemporal', con una pareja de zancudos saltimbanquis que hacían acrobacias sobre el asfalto. Cuatro carrozas preparaban la llegada de Sus Majestades de Oriente.

La primera, con caballos plateados de crines de fuego, estaba ocupada por alumnos del colegio García Lorca, disfrazados de osos, tigres y elefantes de peluche. La segunda, con estudiantes del Ponce de León, estaba decorada con una tortuga gigante. Chavales del Vicente Aleixandre y del Antonio Machado repartían caramelos desde un remolque con cisnes. Y en el cuarto, una cigarra y una hormiga hacían compañía a hijos de familias asociadas a la Once y de Renault.

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Entre ellos, los artistas de Globoescultura paseaban unos disfraces de flores, gnomos y aves del paraíso construidos exclusivamente con globos de varios colores. La comitiva contó además con la participación de la compañía Ángeles de luz, que acercó hasta Valladolid unas hadas de neón, y una animadísima orquesta de percusión llamada The lighted drummers, con la que se abría la parte de la Cabalgata dedicada a los Reyes Magos.

Cada uno tenía ambientada su carroza con su profesión y en torno a ella, contaba con la colaboración de pajes (procedentes de grupos scouts de Valladolid), artistas circenses de Nuevo Fielato y alumnos de los colegios Martín Baró (Melchor), Tierno Galván (Gaspar) e Isabel la Católica (Baltasar), quienes, vestidos de luciérnagas –con luces en un tutú– recogían caramelos del suelo para entregárselos en mano a los espectadores.

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Los Reyes Magos, en el balcón del Ayuntamiento. Rodrigo Jiménez

Y todo ello, ambientado con la astronomía, la alquimia o la botánica. En el medio del cortejo había un trenecito luminoso cargado de bolsas de caramelos hasta donde se dirigían los integrantes de la asociación Valladolid Patina para suministrar de dulces a los participantes en una comitiva que se cerró con representantes de los Bomberos, la Policía Nacional y Cruz Roja.

Miles de personas ocuparon las aceras y las medianas de las calles (también las ventanas y balcones) para ver un desfile que concluyó con una ofrenda en el Belén instalado a los pies de la estatua del Conde Ansúrez y el posterior saludo desde el balcón consistorial.

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El alcalde, Jesús Julio Carnero, pidió salud y trabajo para los vallisoletanos. Y para Valladolid, deseó «que cada vez sea una ciudad más próspera, con el mayor desarrollo social y más vivible».

En total, 400 artistas y voluntarios participaron en una Cabalgata que llenó las vías por las que discurría la comitiva. Ya desde las cinco de la tarde (hora y media antes de que saliera el desfile) había personas apostadas en varios tramos del recorrido para asegurarse un lugar en primera fila desde el que ver de cerca a Melchor, Gaspar y Baltasar, que en Valladolid tuvieron como emisarios a JM Nieto (humorista gráfico), José M. Eiros (catedrático y especialista en Microbiología) y el religioso fray Cyprian Choja. Y sí, también para que ellos los Reyes Magos, se quedaran con sus caras y luego, por la noche, no pasaran de largo de su hogar. Por si acaso.

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