El comentario machista a una foto de Instagram, el insulto frente a una idea expuesta en Twitter, la amenaza vía 'whatsapp', el acoso con mil mensaje a través de Facebook, el descrédito amplificado con un rosario de 'post' vejatorios en varios foros de Internet. ... La web se ha convertido en escenario para sufrir (y ejercer) violencias.
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Y en un mundo donde las pantallas ocupan cada vez más espacio, donde nuestro perfil en la red afecta a la identidad, la imagen laboral o las relaciones personales, es imprescindible «elaborar estrategias para protegerse y defenderse» de esos ataques.
«Las vidas 'on-line' y 'off-line' no se dan en mundos distintos. Y en ese sentido, las violencias en Internet no están desvinculadas de las discriminaciones y violencias históricas y sistemáticas que vivimos las mujeres. Aún encontramos muchas dificultades y barreras para identificar y defendernos de las violencias que están facilitadas por las tecnologías. De hecho, hasta el año 2016 el Consejo de Derechos Humanos no reconoció la existencia de violencia digital hacia las mujeres y niñas, aplicando así derechos internacionales a las violencias digitales».
Lo cuenta Rebeca Paz (Madrid, 1984), licenciada en Bellas Artes, máster en igualdad de mujeres y hombres, formadora especialista en género y violencias machistas e integrante de Otro Tiempo, una asociación de utilidad púbica sin fines de lucro que imparte durante el mes de abril, en el Centro de Igualdad, un curso de autodefensa digital feminista:proteger contraseñas y la privacidad, bloquear o silenciar, alertar sobre trolls, documentar las agresiones (desde qué cuentas llegan...).
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–¿De qué hay que defenderse?
–Las TRIC (Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación) han revolucionado nuestras vidas y son, cada vez más, parte de nuestras relaciones sociales, laborales, íntimas... Usamos nuevas formas de comunicación digital con servicios y dispositivos nuevos que hacen posible la interacción inmediata. En principio, estas posibilidades nos mejoran y facilitan la vida, pero quienes quieren controlar, acosar o ejercer diversas formas de violencia machista también encuentran en estas herramientas digitales un abanico de oportunidades que amplifica su daño.
–¿Cómo detectarlo?
–Al igual que ocurre con las violencias machistas, hay muchos comportamientos que aún se encuentran normalizados por la sociedad y no son identificados 'a priori' como violencias. Además, en el ámbito digital, que es un entorno cambiante que no para de desarrollarse, son necesarios algunos conocimientos o herramientas específicas para cuidar nuestra presencia 'on-line' y las vulnerabilidades a las que estamos expuestas. Las mujeres seguimos luchando contra una marcada brecha digital de género –con un alcance elevado en población vulnerable y adulta–, que nos aleja del acceso a las TRIC, de la comprensión de cómo funcionan, de las posibilidades que nos brindan para el desarrollo personal y profesional, haciéndonos sentir una vez más expuestas y dificultando nuestra participación equitativa en la sociedad.
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rebeca paz
–¿Hay violencias específicas o amplificadas por la red?
–Internet facilita y amplifica el alcance de muchas de las violencias que ya conocemos debido a la facilidad de difusión de contenidos. Algunos llegan a convertirse en 'virales'. La violencia no termina cuando cerramos la computadora o apagamos el teléfono. El control, el acoso, la difamación o la persecución son ejemplos de violencias que se amplifican cuando son facilitadas por tecnologías.
–¿Y nuevas formas ?
–Está el 'sexpreading':compartir vídeos o fotos íntimas o sexuales sin consentimiento, con la intención de humillar, intimidar y extorsionar a la víctima. O el 'zoombombing', ataques de hombres que entran a salas de videoconferencias para masturbarse frente a quienes se conectan. Ojo, pero seguimos encontrando viejas conocidas de la violencia, como la invisibilización de los conocimientos y aportes de las mujeres que participan y desarrollan tecnologías; el silenciamiento, con ataques a los canales de comunicación o a personas que generan contenidos relevantes como periodistas; los discursos de odio racistas, misóginos, 'LGTBIQfóbicos'...
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–¿Es un problema de las redes o de quien las usa?
–No debemos restarle importancia a la responsabilidad que tienen los proveedores de servicios y plataformas de Internet. Para lograr una Internet libre y segura, todos ellos necesitan adoptar mecanismos de denuncia, hacer políticas donde se sancionen este tipo de conductas y procedimientos claros y accesibles para las mujeres que están siendo violentadas. Es problemático que no se diseñen con perspectiva de género ni de derechos humanos y que en muchas ocasiones no se comprometan a erradicar las violencias, destinando los recursos necesarios.
–¿De qué manera afectan los mensajes recibidos?
–Para entender el fenómeno de las violencias machistas, ya sean 'on-line' u 'off-line', debemos atender a muchos elementos sociales que favorecen la desigualdad, como los estereotipos y los mandatos de género, la presión social hacia nuestros cuerpos, las creencias sexistas sobre nuestra sexualidad... y también las dinámicas que se están favoreciendo en algunas redes sociales y dañan el autoconcepto y la autoestima de muchas mujeres que no encajan en la norma o cuyas vidas no siguen los parámetros de 'éxito' desde un punto de vista neoliberal.
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–¿Cómo calibrar (a través de comentarios, retuiteos, me gusta...) nuestra agresividad en redes?
–Las violencias machistas están sostenidas por cuestiones estructurales complejas. Por eso, los hombres deben cuestionarse su masculinidad de una forma proactiva en procesos con otros hombres, formaciones o en terapia, para entender verdaderamente estos mecanismos, empatizar y transformar sus conductas machistas hacia las mujeres.
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