![«Aprovecho mucho cada día nuevo. Cada instante es valiosísimo»](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/10/04/paliativopaciente-k2EB-U2103358525669jG-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Las horas no son fáciles y la cabeza y las emociones van y vienen. El reloj amenaza con pararse definitivamente y Juan Antonio lo sabe. Lleva ya algún tiempo burlando a la muerte y cada mañana «cuando abro los ojos y sigo aquí es un ... regalo».
Este vallisoletano llegó al Hospital Benito Menni encamado y con un pronóstico irreversible. Desde el principio necesitaba saber y su insistencia le arrancó una fecha a su médico, la necesitaba. Insistía «cuánto me queda». La doctora Diana Jissel Pulgarín, experta en paliativos y en particular en enfermos oncológicos, terminó por confesarle lo que la experiencia y la estadística señalan. «Le expliqué que, en cada paciente, la evolución es diferente y que no se podía precisar;pero al insistir de tal manera terminé por decirle que unas dos semanas. Lleva tres meses y cada día me dice: 'Me alegro de verte porque eso significa que te has equivocado y sigo aquí'».
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Ana Santiago
Un cáncer persiguió la vida de Juan Antonio Jiménez y con tan solo 57 años está abocado a la muerte. Comenzó con un tumor renal y se le extendió por todo el cuerpo, cerebro, huesos... ahora el diagnóstico es de cáncer metastásico y no hay tratamiento posible más allá de los paliativos.
Y con este destino tan marcado, tan cercano, Juan Antonio es pura sonrisa, simpatía. Todo un bromista. Exhala alegría.
«Ahora me encuentro bastante bien, aunque llevo unos días que me duele la cabeza y veo mal por un ojo, tengo como una mancha que me impide la visión completa pero por lo demás no sufro, no tengo dolores», explica casi satisfecho.
Vive en el Benito Menni, acompañado por su familia. Su esposa, su hermana, su madre y su hija de 15 años se van turnando para hacerle compañía.
Llegó después de estar ingresado un mes en el Río Hortega. «Y claro nada que ver, allí no había jardín y no tenías vida. Aquí voy a terapia grupal y salgo a ver el jardín, notar el sol. Al principio no podía moverme –dice desde su silla de ruedas– y tenía muchas discusiones con el personal porque no me dejaban hacer cosas que quería hacer. Cosas como andar». Y dicho y demostrado. Con ayuda de Marisa Mendes, su entregada enfermera, se pone en pie y, pasito a pasito, sale al pasillo de la tercera planta, dedicada a Cuidados Paliativos. También acompañado de su hermana Gema, a la que se le adivina una sonrisa con cada broma de su hermano bajo la mascarilla para protegerlo a él.
Es ingeniero y reconoce que «estar en esta situación te cambia los conceptos que tenía de la vida. Yo vivía para trabajar y no. Lo más importante no es eso, es la familia, a los que quieres y ahora valoro mucho más estar con ella. Sé apreciar cada momento, cada segundo es valiosísimo. Aprovecho mucho cada día nuevo que vivo, es un auténtico regalo. Te das cuenta que el discutir cualquier cosa, preocuparse por pequieñas cosas... no tiene sentido», añade.
Aunque «mi trabajo me encantaba, era muy creativo, diseñaba máquinas y siempre surgía un problema que había que resolver. Y ese reto, responder a los problemas evitaba la monotonía y me hacía disfrutar del trabajo, la vida no es eso. La vida es la familia, los tuyos». Tiene una voz muy bajita, la ha perdido en los últimos días y se va apagando;pero la mente lúcida y le invade el agradecimiento, a su familia, a su sentido del humor y al equipo «extraordinario. Son maravillosas», que lo atiende.
Su día a día es lento y lo saborea. «Me levanto de muy buen humor y ya empiezo a contar chistes, a la monja le cuento algunos verdes y se me echa las manos a la cabeza. Siempre tengo uno preparado para contárselo, me gusta mucho bromear, tener salidas de tono».
«A las ocho de la mañana ya estoy preparado, me ducho y desayuno aquí en la habitación (el Benito Menni tiene comedor común y siempre que se pueda prefiere que el paciente sociabilice) y luego vuelvo a la cama a ver Pasapalabra y no llego al final, me duermo antes. Con la tele, las conversaciones... se me va pasando el día. Disfruto de la compañía»
Satisfecho de que «ya camino, aunque las cuestas hacia abajo me ponen nervioso y tiemblo mucho». Y así van pasando las horas y los días hasta escribir el final.
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