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Plano de la ciudad de Valladolid de 1788. Archivo Municipal de Valladolid PL 89
Historia de Valladolid: la ciudad, a cinco metros sobre sí misma
Urbanismo

Valladolid, a cinco metros sobre sí misma

La ciudad, al detalle ·

La escalera de piedra que desciende hasta la Casa Cervantes es, en realidad, una bajada de casi ciento cincuenta años en la historia de la ciudad y en su memoria urbana, cuando esa zona fue nivelada para sepultar el antiguo ramal de la Esgueva sobre el que hoy se levanta la calle Miguel Íscar

Martes, 29 de marzo 2022

En la recia, renombrada y climatológicamente complicada, pero también sorprendente, acogedora e histórica ciudad de Valladolid se cuentan muchas historias entre sus calles. Algunas suenan, como poco, a película de Hollywood. Como aquella que dice que, si te sientas en un sillón un poco hortera, te sobreviene la muerte. O algo así le pasó a un conocido. Otras, en cambio, resultan mucho más creíbles y algo más contrastables, como aquella de que mientras que Castilla era el granero de Europa, Valladolid era la Venecia de Castilla. ¿Quizá habría gondoleros pasando bajo puentes de piedra entre ríos y canales? Quizá. Pero todas esas historias tienen un nexo en común, y es que como son contadas por los vallisoletanos son, por supuesto, todas ciertas.

Si consideramos a Pedro Ansúrez como fundador de la capital del Esgueva, o de la Esgueva, más bien, son casi mil años de historias y de dimes y diretes. En todo este tiempo, a falta de 'smartphones' en buena parte de él para documentarlo, ha podido pasar casi cualquier cosa. Incluso la del bedel muerto en el sillón del diablo. Pero unas cosas han dejado más pruebas y rastros que otras.

¿La capital del Esgueva? ¡pero si es el Pisuerga el que pasa por Valladolid! Eso lo saben no solo en Pucela, sino en toda España. Un refrán no puede estar equivocado.

Y no lo está, en parte.

Efectivamente, es el Pisuerga el río por excelencia de la ciudad, pero ojo, no es el único. Y es que muchas veces, incluso los lugareños obviamos que contamos con un segundo río, mucho más modesto eso sí, y más doméstico. También se dice en España que el Duero lleva la fama y el Pisuerga el agua, pero la realidad es que, en Valladolid, el río que históricamente ha llevado el agua y la fama ha sido la Esgueva. Bueno, agua no tanta, pero fama sí, muchísima.

Quizá aquella historia de la Venecia de Castilla no esté tan alejada de la realidad, salvo algún retoque romántico que le hayamos podido dar.

Y no lo está. Valladolid, hasta mediados del siglo XIX, tenía Pisuerga sí, pero el río cruzaba las afueras del entonces núcleo urbano, lo que hoy llamamos «centro». Era, en su lugar, el río Esgueva el que en una múltiple desembocadura hacia el Pisuerga aprovisionaba a la ciudad de agua y saneamiento. Y de algún susto de vez en cuando, pues con moderada frecuencia el caudal venía alto. Como la famosa 'acqua alta' de Venecia, la de verdad, Valladolid y sus ramales del Esgueva de una forma mucho menos habitual anegaban la ciudad. Y, también, de una forma también mucho más catastrófica que en la capital del Véneto.

Proyecto de Recaredo Uhagón de 1890. Plano demográfico de la distribución de la mortalidad producida por las fiebres infecciosas. Se representan con círculos cuyo diámetro es función del número de defunciones (Archivo Municipal de Valladolid AMVA, Expte. C 21095-1).

¿Qué fastidio no? Pues ochocientos años pasaron los pucelanos soportando cada ciertos lustros riadas que muchas veces se les llevaban las casas, además de algunas almas.

Esta situación, cada vez más tensa por el crecimiento de la ciudad a partir del siglo XIX, se volvió insostenible y se palpó la evidencia de que algo se tenía que hacer para evitarla. Y Dios mediante, en esta circunstancia, el recién nombrado primer edil de la capital el 1 de marzo de 1877, Miguel Íscar, puso sobre la mesa un moderno y novedoso plan que cambiaría la ciudad para siempre.

El conocido y también querido alcalde propuso, ni más ni menos, el desvío y soterramiento del río Esgueva en su tramo final. Justo donde se adentraba en el núcleo urbano formando estrechos y, todo sea dicho, poco sanos canales y riachuelos que se habían convertido en lugares donde la gente arrojaba de todo. Y todo es todo. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

El ambicioso Plan ocultó bajo tierra los tres ramales de desembocadura del río y creó uno nuevo por el norte, justo donde hoy en día lo encontramos. La Esgueva perdió su magnitud, fama y relevancia. La ciudad de Valladolid ganó un montón de suelo nuevo y aquí es cuando, quizá, todos se empezaron a dar cuenta de que el río que les convenía no era la Esgueva, sino el Pisuerga. Caramba, ¡si le da casi toda el agua al Duero! y como buenos vallisoletanos, refrán mediante siempre.

Y esta historia, tal vez de una forma más escueta, te la puede contar casi cualquier pucelano o pucelana, no nos engañemos. Igual que la de los leones del edificio de la universidad o la de la casa de Cervantes. Sí, esa donde vivió el archiconocido poeta, novelista, dramaturgo y soldado Miguel de Cervantes Saavedra, una espléndida construcción del siglo XVII que, de una forma algo extraña, queda encajada en el lado derecho de la calle si lo observamos desde la Plaza de Zorrilla [de buenos poetas se hizo Valladolid].

Antes y después: casas de Juan de las Navas. S XVII, actual calle de Miguel Íscar (fondo Fotográfico del Museo Casa Cervantes 'Casas de Juan de las Navas S XVI').

No pocas veces algún turista despistado te puede preguntar dónde queda el tan afamado Museo Cervantes que hoy ocupa ese edificio a pesar de tenerlo a pocos metros, pues para llegar es necesario descender unas algo escondidas escaleras de piedra que se abren a un jardín que haría las delicias de cualquier escritor. Si a eso le sumamos los frondosos árboles que en cierto modo dificultan la visión de la edificación de dos pisos, en comparación con las mayores que le rodean, muchos podrían preguntarse por qué alguien construiría una casa en poco más que un agujero en la tierra. ¿Quizá, haciendo honor a ese cuestionable título de Venecia de Castilla, Valladolid se esté también hundiendo?

Antes y después: Casa de Cervantes a principios del siglo XX y en la actualidad (Archivo Municipal de Valladolid 02632_A_P.).

Pero nada más lejos de la realidad, aunque sí ya muy lejos de aquella realidad. Recapitulando un poco las fechas, nos damos cuenta de que cuando Cervantes escribía entre aquellas cuatro paredes, a Miguel Íscar aún le faltaban un par de siglos para nacer. En otras palabras, había Esgueva. Y esa mente atenta quizá tampoco haya pasado por alto lo curioso de que justo la calle donde sucede esta «anomalía» sea la que lleve el nombre del histórico alcalde.

Y no, quizá lo del bedel en el sillón sí fuera una coincidencia, pero esto no lo es. La calle de Miguel Íscar actual existe sobre el original ramal sur del río Esgueva, que fue canalizado bajo esa misma calle, y que hoy homenajea a su creador.

Pero en esta calle, bueno, río, ya había por supuesto edificaciones previas muy próximas a él. La casa de Cervantes era una de ellas, y ese pintoresco jardín era, en realidad, su acceso más directo al pequeño ramal sur del río.

Puente de Rastro (Viejo)
Casa Museo Cervantes en su paso por la Esgueva

Puente de Rastro (Viejo)

En 1602, en lo que se llamaba Acera del Rastro, Juan de las Navas, apoderado del Ayuntamiento, levantó esta construcción de cinco pares de casas, una de las cuales, o mejor dicho parte de ella, fue la que habitó Cervantes en 1605.

Ubicación original
Estatua de Miguel de Cervantes

Ubicación original

Vista de la estatua de Cervantes en su ubicación original frente a la casa que ocupó la familia del escritor en la calle del Rastro Nuevo de los Carneros. Se observa la ejecución del pedestal de la estatua. Se ven los edificios desaparecidos del Hospital de la Resurrección.

¿Qué pasó entonces? Que cuando se decidió sepultar la Esgueva hubo que nivelar todos los terrenos colindantes para poder parcelar, edificar y formar una nueva calle. Concretamente cinco metros, toda la calle subió cinco metros en altura para igualar con la Plaza de Zorrilla, por un lado, y con la Plaza de España por el otro, y de esta forma eliminar la vaguada que causaba el cauce del río. Pero la casa de Cervantes, por fortuna (y en Valladolid no siempre la hemos tenido en este sentido), no fue demolida. Permaneció en su lugar y en su nivel original, que no es otro que el suelo de la vieja Valladolid, el nivel original de la ciudad.

Esos cinco metros de escalera de piedra que hay que bajar son, en realidad, una bajada de casi ciento cincuenta años en la historia de la ciudad y en su memoria urbana. Es ponerse una vez más ante esos ochocientos años de historia de sonido del agua pasando por un río que ya no existe, pero sí los muros que alguna vez lo encararon.

Y como decía al principio, algunas historias nos han dejado pruebas. Esta es, sin duda, una huella ya imborrable que nos dice que tal vez todo eso que cuentan sí fue cierto. Quizá hubo barcos paseando por la ciudad con navegantes cantando, quizá los niños jugaran con las 'cantarranas' en las orillas, quizá sí hubo dos venecias en Europa. En cualquier caso, y por si alguien tiene dudas, estas se resuelven al paso de unos pocos peldaños.

Aunque todo esto ya sabíamos que era cierto desde el principio porque os lo cuenta un vallisoletano.

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