Las ciudades son seres vivos que cambian su fisonomía a lo largo del tiempo: crecen, empequeñecen, transforman el trazado de sus calles y algunos de sus edificios 'mueren'. Por ello, la Valladolid actual poco tiene que ver con la Valladolid que ayudó a fundar el ... Conde Ansúrez por el encargo de Alfonso VI de León para repoblar un asentamiento de los vacceos (pueblo de origen celta) y los romanos. Se abre El Hilo para desenmarañar el laberinto de callejuelas del casco histórico:
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• En el medievo era habitual que las vías públicas fueran más estrechas y el trazado de estas, más irregular. Modernizar la ciudad de Valladolid llevó a eliminar buena parte de sus callejones, edificios en desuso y pasos más angostos. El proceso de la construcción de grandes avenidas, bulevares y paseos en el siglo XIX obligaron a demoler edificios e incluso otras vías menores.
• Según el escritor Jesús Anta Roca, de «algunos de ellos ya nada queda y apenas muestran más que rastros destartalados de lo que algún día fueron: Falagués, Ricote, Torneros y Boteros medio se ocultan detrás de varias puertas cerradas o semicerradas». Y es que estos antiguos corrales de oficios -como se llamaba antaño a los callejones- localizados a lo largo de la Acera de San Francisco de la Plaza Mayor han resistido a los cambios urbanísticos de las edificaciones y al voraz incendio de 1561.
• La llamada calle Estrecha -en las inmediaciones del Hospital Clínico- no es la más angosta de la capital del Pisuerga, aunque parezca una paradoja. Las callejuelas que se disputan el honor de ser las más estrechas son las que menciona Anta en las cercanías de la Plaza Mayor y de la estatua del Conde Ansúrez. En el podio de los tamaños reducidos se alza la calle Torneros, mientras que el callejón de Ricote es el más corto.
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• La hoy denominada como calle Torneros, antiguo corral dedicado al oficio de hacer obras de cerámica en el torno, es el auténtico vestigio del Valladolid de otro tiempo y cuyas denominaciones como corrales desaparecieron en 1863. Puede imaginarse en épocas pasadas el bullicio del gentío, el trajín de las mercancías y el olor a vino barato de tabernas de mala muerte.
• Torneros es una calle sin salida de unos 25 metros de largo y algo más de un metro de ancho, con dos números de portales y con muros de hormigón en mal estado. Apenas llega la luz natural. La mítica Cafetería El Norte custodia su final, con más de siglo y medio de historia, seguida de la Óptica Vara.
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• La calle Ricote es una paralela a la calle General Falagues, junto al estanco de la Plaza Mayor, y tiene la peculiaridad de ser una vía sin salida. Sus primeros metros están cubiertos por soportales con las puertas de varias viviendas, lo que dignifica su nombre que pasa de callejones a calles. De esta forma concluye el itinerario por ese Valladolid secreto que pasa desapercibido para muchos ojos.
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