Valladolid desde el aire: así de guapa luce en unas fotos desde un globo

Desde ahí arriba, desde la cesta de este globo aerostático que sobrevuela Valladolid, la ciudad (cuidado, se avecina un tópico) parece una maqueta, un juego infantil en el que alguien colocó un río, unas calles y sus plazas, unos bloques –desperdigados allá al fondo, apelotonados más acá– en los que hoy viven 298.000 personas. Desde ahí arriba, el viento dirige la mirada del fotógrafo Alberto Mingueza, que viaja en globo para repasar los cielos y retratar las tierras que llevan desde el paraje del Caño Hondo, donde tuvo lugar el ascenso, hasta el Camino del Cabildo, donde el viaje terminó.

En su camino, hay tiempo para decenas de clics, para sacar guapa a una ciudad que, a las 15:30 horas, parece echarse la siesta, sin apenas coches en las calzadas, sin paseantes minúsculos que pisen adoquín y asfalto en esta Valladolid de mascarillas contra la pandemia. La colección, con cerca de cien imágenes, puede verse al completo en elnortedecastilla.es.

En las fotos, es fácil leer el blanco 'Pucela' que entre butacas moradas dibujan las gradas del estadio José Zorrilla, vacías este año por culpa del coronavirus. Es impactante la claridad que desprende la catedral entre tanta teja del casco histórico. Es tremendo ver, tumba a tumba, esa segunda ciudad que es el cementerio del Carmen. Es agobiante la espesa telaraña de ladrillo que se teje en La Rondilla. Es entretenido imaginar los inmuebles que se levantarán en esa malla de viales recién trazados junto a la avenida de Burgos. Es impactante el respiro urbanístico que desde el aire ofrecen las zonas verdes, las amplias plazas, el redondel de la plaza de toros y el vano del viejo coso. Es casi un juego buscar una calle, un edificio, un momunento que ofrece nuevas vistas cuando se divisan desde lo alto.

Acostumbrados ahora, a golpe de clic, a expediciones con el Google Earth, las vistas aéreas de la ciudad son una conquista que tardó siglos en alcanzarse. La primera gran imagen es una litografía de Alfred Guesdon, quien en 1854 sobrevoló Valladolid (y otras ciudades) en un globo aerostático de la mano del aeronauta inglés CharlesClifford. Ellos entraron desde el sur, desde donde divisaron las puertas de acceso a la población y sus huertas alrededor, con el Puente Mayor al fondo. Su obra –antecedente del viaje actual– permite ver una ciudad que hace 166 años tenía 21.000 habitantes y que aún no había recibido el ferrocarril (llegaría en 1859). Las ascensiones en globo se harían populares a finales del siglo XIX y fueron un atractivo más de las fiestas de esos años, cuando el industrial Ignacio Ibáñez llevaba globos a la Plaza Mayor para que subieran al cielo entre animación musical.