Valladolid acoge 40 tesoros del Museo del Prado: guía para descubrirlos

Ocho instituciones de la capital custodian cuadros y esculturas de gran valor cedidos por la mayor pinacoteca del país

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 21 de enero 2024, 00:01

Son cuadros y esculturas, obras enormes que precisan de paredes gigantes y otras tan pequeñas que caben en un despachito, un vestíbulo, una zona de paso, una minúscula habitación. Hay pinturas de motivos religiosos, paisajes bucólicos, escenas históricas. Hay 40 tesoros que, procedentes del Museo del Prado ... , han hallado refugio en instituciones de Valladolid capital. En la Casa Consistorial hay cuadros del Prado. Y en la Diputación. También en el paraninfo de la Universidad, en las Cortes, en el Palacio Real.

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La principal pinacoteca del país (3,2 millones de visitas en 2023) ha redefinido durante los últimos meses su política de depósitos, la de aquellas obras que son propiedad del museo y encuentran un espacio para su exposición en hasta 282 instituciones de todo el país. Son 3.426 piezas. De ellas, 40 se exhiben o custodian en ocho entidades vallisoletanas.

En las próximas líneas, ofrecemos un recorrido artístico por estas obras. Algunas, seguro que le son familiares. Otras, posiblemente nunca las haya visto, aunque se hallen en edificios públicos de la ciudad. Pero antes, estaría bien explicar por qué hay obras del Museo del Prado que no están en el Museo del Prado.

El Prado extendido es el nuevo nombre de una empresa cultural que comenzó a mediados del siglo XIX, cuando «la falta de espacio en salas y almacenes obligó a pensar cómo aligerar la ocupación del edificio del museo», explica Mercedes Orihuela Maeso, conservadora, durante años responsable del servicio de depósitos y autora ahora de 'El Prado disperso', un libro editado por Espasa que recopila 38 de los mejores tesoros del museo repartidos por toda España (entre ellos, destaca la 'Magdalena penitente', de Pedro de Mena, depositada en el Museo Nacional de Escultura).

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«La manera en la que se realizaron estos préstamos no siempre respondía a una coherencia conceptual, vinculada con estilos o épocas, sino que se mandaban obras para mejorar las exposiciones de los museos», indica Víctor Cageao, coordinador general de Conservación del Museo del Prado. O para decorar edificios administrativos y militares.

  • 'El Prado disperso' Mercedes Orihuela Maeso.

  • Espasa. 240 páginas. 21,90 euros.

«Se comenzó enviando obras a los conventos que habían sido desamortizados, como compensación», cuenta Orihuela, quien recuerda que desde finales del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX eran frecuentes las salidas con destino a ministerios, direcciones generales, diputaciones, ayuntamientos, audiencias provinciales, universidades y hasta embajadas. Durante la II República, un destino habitual fue el de los museos provinciales y municipales. Y después de la Guerra Civil, salieron obras rumbo a «capitanías generales, gobiernos militares y civiles, así como ministerios», resume el libro 'El Prado disperso'.

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Hasta 1978 no se implantó un programa sistematizado de registro y control documental. Por eso, en algunos casos hay obras a las que se les perdió la pista. Cerca de 7.000 cifró ese año el entonces director del museo, José Manuel Pita Andrade. Muchas fueron también víctimas de la Guerra Civil. Jesús Urrea, catedrático emérito de Historia del Arte en la UVA, recuerda que también fue habitual el anuncio de algún depósito que luego «no se materializaba».

La situación actual está claramente regulada. La cesión en depósito se hace a través de órdenes (reales o ministeriales). «En los recibos de entrega se anotaban los requisitos para la buena conservación de las piezas, así como la prohibición de que fueran restauradas o prestadas sin el permiso del Prado». Explica Orihuela que el museo exige a las instituciones donde se depositan sus piezas «que atiendan a la buena conservación de las obras prestadas y que estas se sitúen en zonas que puedan ser contempladas por el público». Además, la pieza debe tener unas cartelas informativas en las que se especifique el autor, título, número del catálogo del Prado y su condición de depósito temporal.

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El nuevo impulso que desde el museo se da con El Prado extendido pretende «mejorar la relación» con otras instituciones, con obras que permitan «enriquecer las colecciones, de forma acorde a lo que ya poseen». Esto hace que, por ejemplo, 'En la playa del sanatorio de Santa Clara', una obra de Federico Godoy y Castro que desde 1929 estaba en Valladolid, haya dejado recientemente la Subdelegación del Gobierno para, después de su restauración, recalar en 2021 en el Museo de Bellas Artes Gravina, en Alicante.

También a tierras vallisoletanas han llegado hace poco nuevas obras, como 'Los comuneros de Castilla', el inmenso cuadro de Juan Planella que luce en el vestíbulo de las Cortes. «Este cuadro estaba en los depósitos, no se exhibía. Es una obra muy significativa para la comunidad y tenía todo el sentido que estuviera allí, para que se pudiera ver», indica Cageao. El Prado pone esta obra como ejemplo de su nueva política de depósitos, que tiene como estrategia «fomentar el carácter nacional del Museo mediante la presencia y visibilidad de la colección en todo el territorio español, así como garantizar el estado de conservación de los fondos depositados».

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Y estos son los cuadros que pueden verse en Valladolid.

Ayuntamiento

En pasillos nobles y despachos de la Casa Consistorial

'Nube de verano' (hacia 1901), Antonio García Mencía

Nube de verano. El Norte

Llegó a Valladolid en depósito por una orden del 15 de junio de 1912, procedente del entonces Museo de Arte Moderno. Tiene 250x300 centímetros y está firmado por Antonio García Mencía, discípulo de la Escuela de Bellas Artes de Madrid, que obtuvo una medalla de tercera clase en la Exposición Internacional de Madrid de 1892.

'Nube de verano', en el despacho de Toma la Palabra. Carlos Espeso

El autor dedicó gran parte de su talento a la ilustración, en varias revistas y publicaciones de la época. Ocupó el puesto de profesor auxiliar por concurso de la Escuela Central de Artes e Industrias de Madrid.

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Se trata de una composición alegórica sobre las tormentas de verano, donde un grupo de mujeres (inspiradas en las ninfas griegas semidesnudas) sobrevuela unos nubarrones y vierten agua desde unos cántaros. Hoy está en el despacho del grupo municipal Toma la Palabra, en la Casa Consistorial.

'La romería de San Eugenio' (hacia 1910), Inocencio Medina Vera

'La romería de San Eugenio'. Museo del Prado

Esta romería de San Eugenio se celebraba, desde tiempos de Felipe IV, el primer o segundo domingo del mes de noviembre en el monte del Pardo, en Madrid. El pintor e ilustrador murciano Inocencio Medina Vera reproduce en esta obra una escena de la romería (con los paseos, las comidas...), en una obra con la que participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1910. La pintura regionalista fue habitual en su obra y alcanzó fama como ilustrador en 'ABC' y 'Blanco y negro'.

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'La romería de San Eugenio', en uno de los pasillos de la Casa Consistorial.

El cuadro, un óleo sobre lienzo, tiene 250x213 metros y fue adquirido al autor en 1911 para el Museo de Arte Moderno. Una orden de junio del año siguiente decretó su depósito en el Ayuntamiento de Valladolid, donde hoy puede verse en uno de sus pasillos, junto a las puertas que dan acceso al salón de plenos.

'Florero' (segunda mitad del siglo XVIII), Benito Espinós

'Florero'. Museo del Prado

Este pequeño óleo sobre tabla (de 72x47 centímetros) decoró el despacho y dormitorio del rey en el Palacio de Aranjuez en el año 1818. Después pasó al Museo de Arte Moderno y está depositado, por una orden del 12 de junio de 1912, en el Ayuntamiento de Valladolid. Se trata de una de las muchas obras decorativas pintadas por Benito Espinós, un artista valenciano que se formó junto a su padre, José Espinós, y se especializó en este tipo de pinturas decorativas.

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'Florero', en uno de los despachos del área de Cultura, en el Ayuntamiento. Carlos Espeso

Así, suministraba dibujos para los tejidos y bordados de lujo que se hacían en la fábrica de textiles de seda que los Cinco Gremios Mayores de Madrid tenían establecida en Valencia. Fue nombrado director de la Escuela de Flores y Ornatos. Recibió muchos encargos de Floridablanca y regaló floreros a Carlos IV. El Museo del Prado asegura que Espinós es «sin duda, el más significativo de los artistas valencianos de flores». Algunas de sus obras presentan evidentes tonos rococó.

Diputación de Valladolid

Una estampa infantil en el Palacio de Pimentel

'Juego de niños' (1884), Miguel Zaragoza y Aranquizna

'Juego de niños'. El Norte

En este pequeño cuadro (un óleo sobre lienzo de 43x61 centímetros) el pintor y escritor filipino Miguel Zaragoza reproduce una escena interior, con diversos motivos alusivos al mundo de la infancia. Así, pueden verse los instrumentos musicales más usados por los niños, como es el caso de los tambores y panderetas que hay a la derecha. Una mujer, contempla la escena.

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La obra, con un marco ancho, en el Palacio de Pimentel. Carlos Espeso

El cuadro formó parte del Museo de Ultramar (hasta 1908) y luego se depositó en el desaparecido Museo de Arte Moderno. Hoy está en depósito en la Diputación de Valladolid (en una de las estancias de presidencia) y es una de las piezas clave de un autor nacido en Filipinas, que viajó a España para formarse (estuvo en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando entre 1882 y 1885) y posteriormente en Roma. En 1891 regresó a Manila, donde alternó la creación con la enseñanza y la crítica de arte.

Palacio Real

Dos cuadros vinculados con la figura de Alfonso XIII

'María Cristina de Habsburgo Lorena con Alfonso XIII niño (1886-1887), anónimo

Este óleo sobre lienzo, de 230x143 centímetros, está fechado entre 1886 y 1887, aunque se desconoce su autoría. Está catalogado como anónimo en los archivos del Museo del Prado. La imagen muestra a la segunda esposa del rey Alfonso XII (quien además fue regente desde 1885 a 1902) junto a su hijo, Alfonso XIII, nacido en 1886. María Cristina de Habsburgo está vestida de luto, con una corona regia, y el pequeño Alfonso XIII aparece de pie sobre el sillón del trono. Depositado el 9 de septiembre de 1944, comparte estancia en el Palacio Real con el cuadro 'Alfonso XIII, cadete'.

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Los dos cuadros ubicados en el Palacio Real. Carlos Espeso

'Alfonso XIII, cadete' (1901), Ignacio Pinazo Camarlench

La capitanía de Valencia encargó a Ignacio Pinazo un retrato de Alfonso XIII para el que el artista valenciano hizo varios estudios al natural. En esta obra, el pintor aunó el sentido escenográfico (en un suntuoso marco palaciego) con la imagen casi frágil del adolescente. La cortina como símbolo de realeza y ese ambiente de palacio arropan la figura del futuro rey. Los expertos del Prado apuntan que Pinazo hizo un guiño a la obra de Velázquez con los efectos de luz y profundidad producidos por la puerta del fondo y las ventanas laterales. Aunque se trata de un óleo sobre lienzo (de 225x146 centímetros), Pinazo trabajo con una pincelada acuarelada. Este cuadro formó parte del Museo de Arte Moderno y fue depositado en Valladolid el 9 de septiembre de 1944.

Subdelegación del Gobierno

Dos piezas en el vestíbulo de acceso

'Estamos salvados' (1892), Telesforo Sucgang y Alayón

'Estamos salvados'. Museo del Prado

Ese óleo (de 300x205 centímetros) formó parte del Museo de Ultramar hasta 1908 y, posteriormente, pasó al Museo de Arte Moderno, que lo depositó en el Gobierno Civil de Valladolid por orden del 17 de junio de 1929. El pintor filipino llegó a Madrid en 1884 para perfeccionar sus estudios de pintura. Fue aquí, en España, donde pintó este cuadro de tema marino, en el que tres hombres, en una pequeña barca zarandeada por el oleaje, parecen ver a lo lejos una luz salvadora. Regresó a Manila en 1893. La obra está expuesta en el vestíbulo de la subdelegación del Gobierno. Esta entidad es la única que no ha permitido hacer fotos sobre la ubicación de las piezas para este reportaje.

'El remanso de las brujas' (hacia 1901), Antonio Ros Güell

'El remanso de las brujas'. El Norte

También conocida como 'Paisaje con lago', este paisaje tenebroso muestra un estanque rodeado por árboles y un pequeño muelle de madera iluminado por un farol, cuya luz se refleja en el agua. Esta obra es un ejemplo de esos escenarios de aire romántico y luces crepusculares que cimentaron la reputación de Antonio Ros Güell como pintor. Además, trabajó como escenógrafo y decorador.

Arzobispado de Valladolid

Los reyes del Palacio Episcopal

Serie 'Los reyes de Aragón', Felipe Ariosto

Alonso II El Casto, Carlos I, Felipe II El Prudente y Fernando El Católico. Museo del Prado
García Sánchez I Abarca, Pedro III El Grande, Ramiro Sánchez II El Monje, Sancho Garcés II Abarca y Galindo. Museo del Prado

El Palacio Arzobispal custodia en depósito ocho retratos, en óleo sobre lienzo, fechados en el año 1634 y que formaron parte de la serie de copias los Reyes de Aragón que se hizo para el Palacio del Buen Retiro. En 1586, la Diputación del reino aragonés encargó a Felipe Ariosto, un artista de origen italiano («representante discreto del tipo internacional del retrato de corte») una serie de 40 retratos de los reyes del Sobrarbe, condes de Aragón y reyes de este título, de los que el Museo del Prado conserva copias.

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El cuadro de Pedro III El Grande, en una de las estancias del Palacio Episcopal. Carlos Espeso
Dos de los cuadros de los Reyes de Aragón, en la galería del Arzobispado. Carlos Espeso

Ocho de ellas fueron depositados en el Palacio Episcopal de Valladolid el 5 de octubre de 1898 (Pedro II El Grande, Alonso II El Casto, Carlos I, García Sánchez I Abarca, Felipe II, El Prudente, Sancho García II Abarca y Galindo, Fernando El Católico, Ramiro Sánchez II El monje).

Ariosto viajó a Madrid para mostrar algunos de estos cuadros al rey Felipe II y contar así con su aprobación. La Real Academia de la Historia dice que la serie se destruyó en los sitios de Zaragoza de 1808, pero pudo reconstruirse gracias a los retratos de medio cuerpo realizados por el mismo pintor a partir del 1 de julio de 1587 para el palacio de la Diputación de las Cortes de Barcelona y por estos lienzos del Buen Retiro.

Centro diocesano de espiritualidad

Escenografía teatral en la calle Santuario

'Paisaje con figuras y ruinas' (siglo XVIII), José Carlos de Borbón

'Paisaje con figuras y ruinas', en el centro diocesano de espiritualidad. Carlos Espeso

Reconoce el Museo del Prado que apenas se tienen noticias de este pintor nacido en Nápoles en fecha desconocida. De raza negra, llegó a España en 1759 en la comitiva del rey Carlos III y posiblemente fue prohijado del monarca, de ahí el apellido. En Nápoles existía una importante tradición de pintores escenógrafos. En palacio, José Carlos de Brobón se encargó de realizar pinturas de perspectiva y escenografía para representaciones teatrales (muchas de ellas, por su carácter efímero, no han llegado hasta nuestros días). Esta obra, un paisaje en ruinas, replica una temática habitual en su trabajo. De hecho, El Prado conserva (aunque no expuestos) varios trabajos de este autor con una estética similar, titulados 'Paisaje con ruinas clásicas' o 'Paisaje con ruinas, personajes y vacas'. Un informe del Museo del Prado de 2003 incluye esta pieza entre las obras del Prado extendido, pero no así el último catálogo de 2023. El cuadro, no obstante, está en el Centro de Espiritualidad, en la calle Santuario, como ocurre con otras piezas allí depositadas.

'La dársena de Cartagena' (1781-1803), Mariano Ramón Sánchez

'La dársena de Cartagena'. Carlos Espeso

El rey Carlos IV, cuando todavía era Príncipe de Asturias, encargó en 1781 una serie de 118 vistas de puertos, bahías, islas y arsenales al pintor y miniaturista valenciano Mariano Ramón Sánchez. El artista estuvo ocupado en esta empresa hasta el año 1803. Una de esas obras, dedicada a decorar el gabinete de marinas del príncipe, fue la dársena de Cartagena, un óleo sobre lienzo (de 96x191 centímetros) que formó parte de la Colección Real y se depositó en el Palacio Episcopal por orden del 5 de octubre de 1898. Expertos del Museo del Prado explican que el propósito de esta serie responde al afán de la Ilustración de descibrir los lugares y tiene su antecedente artístico en las vistas de puertos de Joseph Vernet.

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'Paisaje con vistas al mar y pescadores', atribuido a Michele Pagano

'Paisaje con vistas al mar y pescadores'. Carlos Espeso

Tiene el número de inventario del Museo de Prado, 2056, inscrito en ocre, y el 313 en blanco en el ángulo inferior izquierdo. Michele Pagano fue uno de los paisajistas napolitanos más destacados de la primera mitad del siglo XVIII. «Desarrolló un paisaje elegante y pastoril, donde destacaban sus horizontes abiertos y luminosos, el delicado uso del claroscuro y el equilibro en sus composiciones», explican desde El Prado, cuyos expertos añaden que el autor «usaba veladuras y filtros lumínicos para crear ambientes vaporosos que otorgaban misterio y melancolía en su obra».

'Carlos III en un embarcadero', Ginés Andrés de Aguirre

'Carlos III en un embarcadero'. Carlos Espeso

También conocido como 'Vista de puerto con embarcaciones', tiene una firma del autor 'Aguirre f' en una de las piedras incluidas en este lienzo (de 98x168 centímetros). Ginés Andrés de Aguirre fue un pintor murciano que completó su formación en Madrid, gracias, entre otras, a una pensión del rey Fernando VI. Después de realizar copias de maestros como Velázquez y Luca Giordano, pintó en 1760 un un retrato de Carlos III. Fue un importante pintor de cartones de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, con numerosas escenas de caza y semblanzas pintorescas del mundo popular. Su obra pictórica se caracterizó por la pincelada densa.

'Paisaje con San Jerónimo penitente', anónimo flamenco del siglo XVII

'Paisaje con San Jerónimo penitente'. Carlos Espeso

Lienzo de 81x101 centímetros. En el ángulo inferior izquierdo está el número de inventario del museo del prado escrito con cifras ocre (2193) y el número 26 está en blanco en el ángulo inferior derecho. Este paisaje con grandes árboles retrata, en pequeño a San Jerónimo, uno de los padres de la Iglesia.

'Paisaje con San Eustaquio', anónimo flamenco del siglo XVII

Este lienzo de 103x159 centímetros incluye la imagen de San Eustaquio inmersa en un gran paisaje. Casi todas las obras depositadas en el Centro de Espiritualidad se hallan en un mal estado de conservación, según el informe del Prado del año 2003.

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Museo de Escultura

Tres obras expuestas y siete joyas más en depósitos

El Colegio de San Gregorio, sede principal del Museo de Escultura, acoge varias obras en depósito del Museo del Prado. No todas están expuestas al público. Y algunas vinieron recientemente para la exposición 'Érase una vez'. Las que sí pueden verse de forma permanente son, quizá, las tres más destacadas: 'Cristo yacente', de Gregorio Fernández, 'La magdalena penitente', de Pedro de Mena, y 'Cristo crucificado', de Luis Salvador Carmona.

Cristo yacente (1625-1630), Gregorio Fernández

Cristo Yacente, de Gregorio Fernández, en el Museo de Escultura. Carlos Espeso

Es posiblemente una de las obras en depósito más famosas, conocidas disfrutadas y veneradas de Valladolid. Explican los especialistas del Museo del Prado que la iconografía de los Cristos yacentes está tan imbricada con la producción del escultor Gregorio Fernández que casi no existe una imagen de este tipo que, datada en el norte de España y en la primera mitad del siglo XVII, no se le haya atribuido en algún momento a este autor.

Gregorio Fernández, formado con Francisco del Rincón, llegó a trabajar a Valladolid en 1605, cuando la ciudad era capital de la Corte. Elaborada en corcho, pasta vítrea, asta y madera, procede de la iglesia del convento de San Felipe Neri, la casa profesa de jesuitas en Madrid. El Cristo yacente es una imagen de Cristo muerto, tendido para su entierro, pero sacado del grupo tradicional de la Piedad. Se le ha quitado la corona de espinas, pero aún no se le ha cubierto con el sudario. La suavidad del modelado y los apretados rizos de la barba apuntan a que se trata de una talla elaborada en un momento avanzado de la carrera de la artista. Depositada por la orden ministerial del 13 de abril de 1933.

'La Magdalena penitente' (1664), Pedro de Mena

'La Magdalena penitente', expuesta en el Museo de Escultura. Carlos Espeso

Esta pieza de María Magdalena, de madera tallada y policromada, fue realizada para la casa de los jesuitas en Madrid, durante un viaje que Pedro de Mena realizó de Granada a la Corte a mediados de los años sesenta del siglo XVII. No era una iconografía muy utilizada en la escuela andaluza, pero sí que tuvo gran aceptación en Castilla. De hecho, el éxito de las representaciones de la Magdalena durante ese siglo fue muy importante, como símbolo del arrepentimiento cristiano.

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En este caso, María Magdalena sostiene un crucifijo en la mano izquierda (a él dirige su mirada) y su mano derecha se posa en su pecho. De mirada triste, y boca entreabierta, el movimiento iniciado por su pie izquierdo queda suavizado por un áspero y rígido hábito de palma, que oculta la anatomía de la santa. «Es una obra de lenguaje realista que atrapa la emoción y religiosidad típica del Barroco español», explican desde El Prado.

'Cristo crucificado', Luis Salvador Carmona

'Cristo crucificado', en el recorrido expositivo del Museo de Escultura. Carlos Espeso

Esta pieza, fechada en el segundo tercio del siglo XVIII y procedente del Museo de la Trinidad, llegó a Valladolid en depósito el 13 de abril de 1933. Se trata de una obra de madera, tallada y policromada, de 132 centrímetros de alto, 60 de fondo y 184 de alto, en la que trabajó el escultor vallisoletano Luis Salvador Carmona. El artista desempeñó su labor en Madrid en el taller de Juan Antonio de Villabrille y Ron, con quien firmó sus primeros trabajos. En 1746 solicitó y consiguió un puesto entre los maestros y discípulos de la Real Academia de San Fernando, de la que fue teniente director de escultura en 1752, donde también fue profesor. Se convirtió en el principal autor de las piezas devotas para las iglesias de Madrid. Este Cristo crucificado es una obra paradigmática del estilo académico. Trabaja de forma minuciosa la verosimilitud, con policromía sobria, de carnación pálida a pulimento, sin excederse en la sangre.

Las obras no expuestas del Museo de Escultura

Además de estas tres piezas, el Museo de Escultura custodia otras obras de El Prado depositadas en Valladolid, que estuvieron en la capital durante años o que recientemente han visitado la ciudad para la exposición temporal 'Érase una vez'. Y también merecen una mirada.

Descanso en la huida a Egipto (1627), Bartolomé González

El pintor vallisoletano Bartolomé González, discípulo de Patricio Cajés y Juan Pantoja de la Cruz, firmó y fechó este cuadro el mismo año de su muerte, 1627. Su carrera estuvo encarrilada hacia los retratos de Corte. De hecho, en 1617 se convirtió en el pintor del rey Felipe III. En sus últimos años de carrera, su pincel también se interesó por las pinturas religiosas, donde se aprecia un gusto por el cromatismo brillante y unos volúmenes nítidos, con interés por los efectos lumínicos y la descripción detallada (algo característico de la escuela naturalista). Se trata de un óleo sobe lienzo de 155x88 centímetros, que el Estado compró para el Museo del Prado en 1882. Depositado en Valladolid el 13 de abril de 1933.

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San Francisco de Asís en el sepulcro (primer cuarto del siglo XIX), Estaban de Ágreda Ortega

La representación de San Francisco alcanzó amplia difusión en el arte español y aquí el riojano Esteban de Ágreda Ortega se fija en la talla que Pedro de Mena hizo para la catedral de Toledo. Hay una verticalidad estática en la figura, con el rostro ligeramente levantado, las manos ocultas dentro de las mangas y el hábito con un gran pliegue central, abierto en uve hacia el cuello. «Los pliegues y la policromía se han simplificado al máximo», explican desde el Museo del Prado. Mide 172x60 centímetros y es un trabajo en madera tallada y policromada. Procedente del convento de los capuchinos de la Paciencia (en Madrid), llegó en depósito al Museo de Escultura desde el Prado. El autor ingresó en 1775 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde fue nombrado teniente director de escultura en 1804.

Confirmación de la Orden Trinitaria y milagrosa visión del papa Inocencio III (1634-1635), Vicente Carducho

Este óleo (de 241x198 centímetros) formó parte de una serie de doce lienzos sobre las vidas de San Félix de Volis y San Juan de Mata, fundadores de la Orden de la Santísima Trinidad de Redención de Cautivos, pintada por Carducho para la iglesia del convento de la Trinidad Deslcaza en Madrid. El pintor italiano fue uno de los artistas habituales en la Corte madrileña, sobre todo con cuadros de corte religioso, que comenzaron cerca del clasicimo contrarreformista para evolucionar hacia el naturalismo (a veces muy intenso). En todas sus obras, los personajes se mueven con holgura en los grandes lienzos. Fue depositado en el Museo de Valladolid por Real Orden del 17 de junio de 1882.

La Virgen con el Niño, según una piadosa creencia (hacia 1866), José María Galván y Candela

Este óleo sobre lienzo fue adquirido por el Estado en 1867, después de que la obra formara parte de la Exposición Nacional de Bellas Artes. En el catálogo de esa muestra se dice sobre este cuadro: «Según una piadosa creencia, todas las ignominias y dolores de la Pasión se representaron a María cuando Simeón le dijo: 'Y aun tu misma alma será atravesada de un cuchillo'». En 1957 se depositó en la Trapa de San Juan de Baños (Palencia) y en la actualidad se encuentra en el Museo de Escultura. Aunque destacó en el grabado (hay más de sesenta suyos en El Prado), José María Galván y Candela también trabajó en pintura religiosa, como esta.

'San Onofre' (1515-1525), Fernando Yáñez de la Almedina

Hay autores, como Elías Tormo, que consideran a Yáñez de la Almedina como el «más exquisito pintor del Renacimiento en España». Este cuadro muestra una «factura suelta y pictórica, así como un marcado dibujo anatómico del santo», indican desde El Prado.

'Autorretrato' (antes de 1746), obra copiada de Tiziano, Vecellio di Gregorio

Esta obra de Vecellio di Gregorio es una copia de un trabajo de Tiziano, tal vez el que fue su autorretrato más famoso, realizado en 1550. Recaló en Valladolid en 1882 y en la ciudad estuvo durante 107 años, hasta que retornó al museo madrileño. El año pasado volvió a la exposición temporal 'Érase una vez'. La copia perteneció a la colección particular del Duque del Arco, cortesano de Felipe V que al morir dio el cuadro en herencia al rey.

'Estudio de la sillería del coro de Andrés de Nájera' (hacia 1884), Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña.

Este óleo sobre tabla, pequeño, de 38,2x30,2 cm, reproduce la sillería de San Benito el Real de Valladolid, realizada entre 1525 y 1528. El pintor vallisoletano (que estudió becado en Roma por la Diputación) recoge un tramo de la sillería, en una habitación en cuya pared se pueden ver réplicas de las pinturas de San Simón y Santiago el Mayor (de Rubens), así como la 'Muerte de San José', cuadro de Goya del convento de San Joaquín y Santa Ana. «Este tipo de cuadros representan un interesante ejercicio metapictórico en el que los artistas podían poner en práctica diversos elementos propios de su oficio, a la vez que se formaban al amparo del ejemplo ofrecido por los maestros antiguos», dice el catálogo de ´Érase una vez', la exposición que sobre la historial del Museo de Escultura pudo verse el año pasado en Valladolid.

Universidad de Valladolid

Escenas campestres e históricas

'Un hombre con una botella...', 'Un oficial sentado...' y 'Una mujer sosteniendo...'. El Prado

'Un hombre con una botella y una copa en las manos. El otoño (?), Andrés de la Calleja

Los cuadros de formato vertical, en el paraninfo de la Universidad. Carlos Espeso

El autor de este cuadro, un óleo en formato vertical, de 87 centímetros de ancho y 276 de alto, fue protegido de Fernando VI (cuando era príncipe de Asturias) y se convirtió, con 29 años, en pintor de cámara, tras pintar un oratorio redondo portátil, dedicado a la Sagrada Familia, que se conserva en el Palacio Real de Madrid. En 1744, Felipe V le nombró director honorario para preparar la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, que abrió en 1752. Este cuadro, depositado en la Universidad por orden del 16 de agosto de 1940, muestra a un hombre con una copa de vino en la mano que, tal vez (y una interrogación en el título así lo plantea) podría tratarse de una alegoría del otoño, tiempo de vendimia.

'Un oficial sentado hablando con un soldado', Antonio González Velázquez

Los dos cuadros de Antonio González Velázquez, en el paraninfo de la Univeridad. Carlos Espeso

Los títulos meramente descriptivos fueron habituales en la obra de Antonio González Velázquez (1723-1794), quien pintó este óleo vertical que se conserva en el paraninfo, en la Facultad de Derecho. La obra fue inventariada por Real Patrimonio en 1870 y llegó a la UVA por una orden ministerial de 1940. Como dice su título, muestra a un hombre sentado (con capa y uniforme) mientras habla con un soldado, de pie y junto a un caballo. Ambos están en una escena campestre. Los expertos de El Prado dicen que este artista «es uno de los exponentes más importantes de la pintura española del siglo XVIII, por su gran maestría y seguridad en el dibujo, en la técnica del fresco y por la originalidad de sus creaciones». Su obra se define con pinceladas abocetadas y colorido brillante.

'Una mujer sosteniendo a un niño sentado en un burro', Antonio González Velázquez

El autor, Antonio González Velázquez, consiguió en 1746 una pensión para completar su formación en Roma, en el taller de Corrado Giaqinto, con quien pintó la decoracion y frescos de la iglesia de la Santa Trinidad de los Españoles de Roma. El maestro influyó a González en sus conceptos estilísticos que conectan con el barroco tardío. De regreso a España, en 1757, fue nombrado pintor de Corte y trabajó en el Palacio Real, hizo los murales del convento de la Encarnación y las pinturas de la cúpulas de las Salesas Reales.

'Cacería del jabalí', Ginés Andrés de Aguirre

'Cacería del jabalí'. Museo del Prado

Obra de gran tamaño (285x570 centímetros), también exhibida en el paraninfo, recrea la cacería de un jabalí, con una jauría de perros que ataca al animal salvaje mientras, a su alrededor, varios cazadores le apuntan y disparan con sus rifles. De fondo, se ve un puente y un pequeño caserío difuminado. Esta obra está firmada por Ginés Andrés de Aguirre, pintor murciano que se especializó en las escenas de caza como esta (en la que los animales «se mueven con gracia», según los técnicos de El Prado) y estampas castizas y pintorescas.

'Cacería el jabalí', en el paraninfo de la Universidad. Carlos Espeso

'Antonio Pérez recibiendo a su familia después del tormento' (1884), Vicente Borrás y Mompó

'Antonio Pérez recibiendo a su familia después del tormento'. Museo del Prado

El cuadro recrea una escena que tuvo lugar en 1590, cuando Antonio Pérez, secretario del rey Felipe II, está postrado en un sillón y cubierto por una manta, después de sufrir tortura en la que se confesó implicado en la muerte del político Juan de Escobedo (quien le acusaba de apoyar a los rebeldes flamencos). En ese ambiente de intrigas palaciegas se inscribe esta escena, en la que Pérez recibe la visita de su esposa, Juana Coello, y sus hijos. A la derecha, salen de la escena un fraile y un caballero vestido de negro. Borrás y Mompó se especializó en pintura de historia (como en este caso), aunque su obra también incluyó el paisaje y los temas costumbristas.

El cuadro de Borrás y Mompó en el Palacio de Santa Cruz. Carlos Espeso

Las obras perdidas

Los cuadros carbonizados en el incendio de la Universidad

Varias obras del Museo del Prado depositadas en la Universidad sufrieron el devastador efecto de las llamas de un incendio, ocurrido en plena Guerra Civil, durante la madrugada del Miércoles Santo. El informe de daños (firmado el 10 de mayo por el rector Julián María Rubio) dijo que la Facultad de Filosofía y Letras había sido totalmente destruida, y que Derecho y Ciencias habían sufrido «daños considerables».

'Jóvenes cristianas expuestas al populacho', Félix Resurrección Hidalgo

'Jovenes cristianas expuestas al populacho'. El Norte

Pintado en 1884, fue medalla de pata en la Exposición General de Bellas Artes de ese año en Madrid. La escena recrea la persecución de los cristianos en la Antigua Roma, con dos mujeres semidesnudas (han sido despojadas de su ropa y su dignidad) que son vejadas por un grupo de romanos. Hay copia en el Banco Central de Filipinas, donde su autor nació en 1855.

'La invasión de los bárbaros', Ulpiano Checa y Sanz

'La invasión de los bárbaros'. El Norte

El cuadro fue adquirido por el Estado por un precio de 8.000 pesetas el 19 de julio de 1887. La obra permaneció en El Prado hasta 1933, cuando fue depositada en la Unviersidad de Valladolid, donde tres años después fue pasto de las llamas. El museo Ulpiano Checa de Colmenar de Oreja exhibe un boceto de los muchos que el autor hizo de 'La invasión'. Esta obra fue utilizada para viñetas cómicas de carácter político por varios periódicos y revistas y sirvió para ilustrar enciclopedias y libros de texto, sobre todo en las décadas de los años 40 y 50.

'Doña Inés de Castro', Salvador Martínez Cubells

Réplica de 'Doña Inés de Castro'. El Norte

El cuadro recrea la historia de Inés de Castro, una noble gallega, emparentada con los redes de Castilla, que fue asesinada en el año 1355, en Coimbra, en pleno conflicto dinástico entre Portugal y la Corona de Castilla. Los principales implicados en su muerte se dieron a la fuga y el marido de Inés, Pedro I, se puso furioso. La muerte de Alfonso IV hizo que Pedro fuera coronado rey en 1357. La leyenda (no confirmada por la Historia) dice que el rey Pedro tomó el cadáver de Inés, en avanzado estado descomposición, y lo colocó en el trono. Obligó a toda la Corte a rendir honores a la reina. Y esa es la escena que muestra este cuadro.

Cortes de Castilla y León

La reciente llegada de los Comuneros

'Los comuneros de Castilla' (1887), Juan Planella

El cuadro 'Los comuneros de Castilla'. en el vestíbulo de las Cortes. Ramón Gómez

Después de su restauración en el vestíbulo de las Cortes de Castilla y León, este mismo espacio expone esta obra monumental por sus dimensiones (453x748 centímetros). Juan Planella (1850-1910) fue un pintor, poeta, filósofo y acuarelista que se fijó en la Historia de España para crear una obra con la que participar en la Exposición Nacional de Bellas Artes, en 1887. 'Los comuneros de Castilla' (también llamado 'Salida de los Comuneros de Valladolid') obtuvo una «mención de segunda clase» en aquel salón artístico. La parte central de la pintura está poblada del ejército de las tropas comuneras. De entre todos los personajes, solo hay dos cuya identidad puede ser atribuida de forma más o menos segura: el arzobispo Antonio de Acuña y Juan Padilla.

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