«Una universidad anquilosada no sirve a la sociedad, ni a los alumnos ni a las empresas»
Imelda Rodríguez Escanciano, rectora de la UEMC ·
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Imelda Rodríguez Escanciano, rectora de la UEMC ·
Imelda Rodríguez Escanciano viaja estos días a Nueva York para recoger un galardón internacional otorgado por la Hispanic American Association. Enfila su cuarto año de mandato con la responsabilidad de haber ampliado el número de títulos ofertados por la Universidad Europea Miguel de Cervantes ... y, por tanto, de haber incrementado notablemente el número de alumnos matriculados.
–La UEMC recoge un reconocimiento internacional el día 28 de noviembre en Nueva York. Es el primero de este tipo para una universidad con apenas 15 años de historia.
–Este reconocimiento manifiesta el reconocimiento a la validez de un modelo de una universidad, que es el de la UEMC, que va más allá de formar profesionales. Estamos muy volcados en destapar el talento de nuestros estudiantes para que se conviertan en los profesionales que necesita el mercado empresarial, pero sobre todo para que pueda desarrollarse en ellos un liderazgo capaz de transformar el mundo. Que ellos sean conscientes de que a través de su profesión son capaces de transformar la sociedad, liderar el progreso, cambiar el mundo. Este reconocimiento va en esa linea de reconocer un estilo formativo y por eso me produce tanta satisfacción, porque el trabajo que desarrollamos día a día ha tenido un eco internacional y un reconocimiento a lo que ellos han llamado innovación y excelencia educativa.
–La innovación ha sido una de las líneas maestras de la política de la UEMC.
–Las universidades tienen que estar pegadas a la innovación, porque una universidad anquilosada es una universidad muerta, una universidad que no sirve. No sirve a la sociedad, ni a los estudiantes ni a la empresa. Es muy importante tener en cuenta que una universidad debe estar totalmente sincronizada con la realidad empresarial. Tenemos la obligación y la responsabilidad de formar a esos profesionales que serán los que desde diferentes ámbitos van a liderar el progreso. Y por eso necesitamos una retroalimentación, conocer qué es lo que nos está pidiendo el mercado. No todos los modelos de universidad son iguales. Este es un modelo muy pegado al mercado empresarial y a las exigencias sociales. En la firma del pacto por los derechos de la infancia comenté que íbamos a poner en marcha una medida que es la creación de un consejo de especialistas, formado por representantes de distintas organizaciones del ámbito de la discapacidad, la igualdad, la infancia, la lucha contra la violencia de género... Para que todas nuestras titulaciones, pero sobre todo aquellas vinculadas con profesiones pegadas a la acción social, como Psicología o Criminología o Ciencias de la Información se aseguren de que los contenidos que se ofertan son contenidos en sintonía con lo que demandan esos sectores, esos colectivos. Poder formar a los profesionales válidos es uno de los objetivos fundamentales que representa el estilo formativo de la UEMC.
–Hablaba de otro modelo de Universidad. El otro día el rector de la UBU decía que le parecía que nueve universidades en Castilla y León eran excesivas. Quizá la clave no sea el número, sino el tipo, la especialización de cada una.
–No tengo capacidad para valorar si nueve universidades son muchas. Lo que sí me gustaría poner sobre la mesa es que las universidades deben dejar muy claro a los alumnos el modelo que representan, el tipo de alumno que ayudan a formar. El estilo en esa formación y sobre todo que sean universidades que pueden procurar un valor diferencial y una especialización muy marcada. Eso es lo que valida el número de universidades que puede haber o no en una comunidad. El número por sí mismo no es representativo, lo que es representativo es lo que manifiesta y lo que contiene cada una de ellas. Lo que puede aportar a la sociedad. Su grado de especialización e innovación, el tipo de estudiante que forma... Eso es lo realmente importante.
–Ustedes han apostado desde siempre por esa ligazón con la empresa y eso condiciona desde la propia implantación de los títulos hasta el modo de impartirlos.
–Efectivamente, estamos convencidos de que es posible formar líderes para transformar el mundo y estamos convencidos de que la educación debe contribuir a cambiar la sociedad y al progreso, al crecimiento económico. En una comunidad como Castilla y León, al fortalecimiento del entorno económico. Por eso nuestras titulaciones están siempre pensadas para reforzar nuestro sistema social y nuestro sistema económico. Y para garantizar también el futuro de nuestros titulados. Los orientamos sobre las tendencias de futuro de cada una de esas titulaciones. Creemos en titulaciones de futuro y en el futuro que ellos van a procurar cuando se conviertan en profesionales una vez que han finalizado la carrera. Mantener un contacto permanente con la empresa no es un capricho. Ni creemos en ese reclamo de la empleabilidad por la empleabilidad. Conocemos los itinerarios hacia la empleabilidad del futuro y que lo demanda el mercado va cambiando con el tiempo. Ahora se pide que los estudiantes aprendan más rápido, que sean capaces de volcar en su profesión las competencias adquiridas con mayor precisión, que tengan capacidad de gestionar sus emociones. Eso es lo que la empresa va a pedir. Y en eso es lo que a veces, en las universidades, se forma muy secundariamente o ni siquiera se forma en ello. Por eso tenemos ese plan de carrera que dirige el Centro de Empleo y Carrera Profesional, que asesora principalmente a nuestros estudiantes en aquellas competencias que las empresas piden prioritariamente. Por supuesto que confían en que un titulado tenga las competencias necesarias para ser ingeniero, psicólogo o publicista. Ya lo saben. Pero si no estamos preparados para ofrecer ese valor añadido que demanda el mundo empresarial, estaremos fallando a nuestro entorno social y económico. La empresa no puede cansarse de que el sistema educativo cambie, es la universidad la que tiene que despertar. Tenemos que adaptarnos a la evolución de la propia sociedad, no podemos quedarnos atrás. Esa es la línea en la que sigue la UEMC. Por eso el siglo XXI, el momento en que nos encontramos ahora, exige un nuevo modelo de universidad. Nuestro proyecto Tándem 2018, que conecta con el mundo empresarial, no es un capricho, es una necesidad. Es un proyecto que lleva a la práctica la filosofía de la universidad. ¿Estamos sincronizados con la empresa? Sí. ¿Cómo lo llevamos a la práctica? Tenemos grupos empresariales permanentes en cada una de nuestras titulaciones, que nos dicen cuáles son las tendencias del mercado y eso nos permite reciclar e introducir elementos formativos diferenciales en cada una de las titulaciones. Algo que luego se nota en los alumnos, cuando realizan sus prácticas o cuando finalmente se les contrata en diferentes puestos de trabajo. Por su valor diferencial. Porque son titulados UEMC. El proyecto Tándem 2018 se ocupa de que el grueso de profesores de la universidad, no solo los que llegan del mundo empresarial, se pueda ir reciclando continuamente. En julio tuvo lugar un proyecto de innovación educativa muy potente y un grupo de nuestros profesores en diferentes áreas tuvieron un intercambio experiencial con empresas de prestigio, líderes en cada uno de los sectores, para que ellas pudieran poner de manifiesto qué necesidades tienen. Qué necesitan de los titulados, por dónde van las tendencias o los requerimientos de una empresa cuando tiene que contratar un profesional, qué deficiencias encuentran en ellos cuando los acogen en prácticas. Y cómo podemos mejorar el sistema educativa. Esos profesores luego se han podido reunir con profesores de su área, manifestar todo eso que ha recogido de su experiencia con la empresa y poco a poco ir introduciéndolo en el proceso formativo. Eso va a marcar la diferencia entre un profesional y un profesional UEMC. Otro punto es el de la formación en Humanidades. Hace poco se publicaba una entrevista con el mejor profesor del mundo y él decía que hoy son las humanidades las que hoy disciernen lo que es un buen profesional de otro. La formación complementaria basada en humanidades ayuda a destapar el pensamiento crítico de los estudiantes, que sepan discernir, solucionar conflictos, negociar. Porque las humanidades abren la mente y la asientan para que todos los conocimientos que ellos asimilan durante su carrera se coloquen en lugar adecuado. Por eso hemos introducido un programa, Minor, que provee de formación complementaria en diferentes áreas humanísticas que el alumno podrá seleccionar a lo largo del curso y luego se incorporará al plan de carrera. Ese plan de carrera es el que registra todo el valor añadido de un alumno UEMC. Desde lo que considera la empresa que son los aspectos en que destaca el alumno hasta los valores que los profesores creen que tiene ese titulado, hasta la formación que ha cursado en humanidades. Todo eso configura una idea, un valor y una identidad de ese profesional que a la empresa le va a ayudar mucho a la hora de decidir cuál es el profesional que necesita en cada momento. Las empresas nos dicen que pierden mucho el tiempo cuando deben contratar a un profesional, el currículum no dice bastante, luego hay que formarlo en lo que la empresa necesita... Eso que quiere la empresa a mayores ya se aprende en la UEMC desde el primer año.
–En un reportaje reciente, la periodista Marta García Aller hablaba de la venganza de los letrasados. En el sentido de que hay una tendencia que viene de Estados Unidos, que empieza a llegar, que consiste en que las empresas de tecnología buscan graduados en humanidades. Precisamente por esas competencias añadidas.
–Todos los grandes CEO de las compañías más importantes, muchos de ellos vienen del campo de las Humanidades y muchos otros se están formando. Las empresas nos lo dicen. No quieren alumnos que sepan hacer solo, sino alumnos que sepan ser. Nuestras nuevas generaciones han potenciado unos valores pero han perdido otros. Por ejemplo, su capacidad de frustración, de manejar una situación de conflicto y llevar a buen término los resultados. En estas nuevas generaciones se hace necesario impulsar esto todavía más. Que tomen conciencia de que la empresa no les va a pedir solo que sepan hacer y controlar su profesión técnicamente. Que se da por supuesto que lo saben hacer. Otra realidad que nos ocupa es que trabajamos con diferentes tipos de alumnos, desde los muy brillantes hasta los que necesitan ciertos refuerzos. Es misión nuestra que ningún alumno pierda la oportunidad de destapar su talento. Intentar buscar aquellos elementos en los que ese alumno es bueno, acompañarle en ese proceso para que todos puedan llegar al punto final para el que ellos están destinados, al punto máximo al que puedan llegar. Por eso hay programas especiales para alumnos muy brillantes, como mentorización internacional, o programas que van a poner en marcha próximamente de refuerzo del liderazgo y del talento. Y programas de refuerzo que se preocupan en ayudar al alumno a paliar las carencias que presenta en el proceso formativo y que con un trabajo individualizado se pueden paliar. La satisfacción de nuestros estudiantes y de las empresas significan que vamos por el buen camino. Poder contar este año con en torno a 1.200 alumnos de nuevo ingreso, que supone un crecimiento de casi un 40%, son palabras mayores. La sociedad nos dice que confían en nosotros y que nuestro modelo educativo produce satisfacción.
–Es curioso que se achaca a la subida de las tasas en Castilla y León cierta parte de la bajada de la matrícula en las universidades públicas y que crezca una universidad privada.
–Cuando hay una identidad formativa... La subida del número de alumnos viene a decir que este modelo formativo interesa. Porque ven los resultados. Ahora estamos trabajando en un proyecto con todos los casos de éxito de la UEMC de estos 15 años, alumnos que han llegado a posiciones muy relevantes dentro de sus profesiones y ellos lo manifiestan, lo dicen claramente. Han aprendido cosas, valores, aspectos que luego las empresas han considerado como un valor de primer orden. Por eso luego se han integrado con éxito en las empresas hasta llegar a puestos muy altos. Porque son esos valores los que les van a permitir triunfar en la vida. Nosotros formamos para el éxito y el éxito supone que la empresa diga 'quiero a este titulado, este es el que me sirve y va a yudar a que la empresa tire para arriba'.
–El crecimiento de las universidades privadas en España tiene todos los síntomas de una burbuja también. Hemos pasado rápidamente de una cifra pequeña –cuatro privadas en 1990– a que surjan un montón de nuevas universidades, hay más de ochenta en España y 33 de ellas son privadas. ¿Es un crecimiento desproporcionado? ¿Habrá un filtro y sobrevivirán solo las mejores?
–La UEMC ha tenido un crecimiento muy lento en sus quince años. Solo hay que comparar sus números con otras. Los crecimientos hay que sostenerlos, si no son sostenibles son crecimientos vacíos con riesgos muy grandes. Riesgos como que no puedas ofrecer calidad, excelencia, innovación. Y esos crecimientos deben tener pilares muy fuertes para que cuando vengan temporales no se caiga todo el proyecto. Esta universidad ha ido creciendo muy lentamente hasta encontrarse en punto en el que su modelo empieza a arraigar en la empresa y en la sociedad y despunta. Por eso es ahora, a los quince años, cuando se produce el mayor crecimiento de su historia. Si una universidad no es capaz de consolidar su estilo formativo, de identificarlo claramente y de hacer que todos los elementos de la propia universidad se conecten en pro de esa función, de esa misión que debe tener, su recorrido será muy corto. Aquí no ha sido fácil, pero ha sido posible conectar la investigación, la internacionalización, la organización académica, el profesorado... Conectar todo eso para el mismo objetivo, que es nuestra misión de formar líderes y de formarles en una serie de valores y de competencias.
–Ha hablado de formación en humanidades como un valor que las empresas demandan. Con las públicas buscando planes de viabilidad para sus grados de Humanidades con tasas de matriculación muy bajas, ¿no sería posible buscar una complicidad pública-privada que beneficie a ambas?
–El mensaje de la universidad pública muchas veces parece que tiene que ser en contra de lo privado. Pero no se puede estar en contra de lo que sea bueno independientemente de que sea público o privado. La colaboración es deseable, más que posible. Tenemos las manos abiertas a cualquier tipo de colaboración, pero me gustaría que no existieran tantos prejuicios a la hora de valorar determinados proyectos. Parece que una privada, por ser privada, tiene que hacer y demostrar el doble. Esta universidad no está financiada con dinero público, no es precisamente un proyecto privado el que más tiene que demostrar cómo gestiona determinados recursos, aunque nosotros lo hagamos siempre desde una base de calidad y rigor absoluto. Hay demasiados prejuicios a nuestro alrededor, y entorpecen la agilidad del propio sistema universitario. Hay proyectos universitarios buenos, muy buenos, excelentes... ¿Por qué no van a colaborar dos buenos proyectos? Lo importante es que colaboren instituciones que tengan puntos en común y que puedan compartir cosas en pro de la formación, de aquello que beneficie a la empresa y a la sociedad. Cuando seamos capaces de ver la colaboración como la única forma de generar futuro y progreso social... No hay otra. El crecimiento económico pasa por la educación.
–El premio de la Hispanic American Association llega el mismo año del palo de los rankings. ¿Es una manera de equilibrar la balanza? ¿Demuestra que, como decía usted meses atrás, todo depende de qué baremo se utiliza, de qué se mide?
–Los rankings miden diferentes modelos de universidad. No me preocupan tanto los resultados de ellos como lo que se deriva, los indicadores. La gente no sabe los indicadores. No sabe que te penaliza no participar en ciertos proyectos de investigación a los que, por otro lado, no puedes concurrir porque eres una universidad privada. Hasta que no se discierna en esos indicadores y no se categorice según una serie de parámetros... Aquí nos quedamos siempre con la anécdota, quién queda el último y quién el primero. Ahora puedo hablar de resultados. El ránking, a tenor de los resultados de la UEMC, no tiene mucho impacto, porque me importa más la opinión del mundo empresarial o la trayectoria de cada uno de nuestros alumnos que lo que dice el propio ránking. Claro que es un elemento importante, pero por eso mismo debería hacerse de una forma más precisa y rigurosa. Y discernir qué indicadores conectan con determinadas universidades y en cuáles otros no pueden ser valoradas porque no procede. No se puede medir un mastodonte como la Complutense en algunos indicadores con la UEMC. No me preocupa tanto lo de salir bien en el ránking. Miden algunas cuestiones de una manera desordenada y desorientan. Y algunos indicadores deberían rectificarse y reordenarse.
–Lleva tres años y medio en el cargo, camino de concluir el mandato de cuatro años. ¿Qué le ha quedado por hacer? Ha iniciado muchos proyectos pero, ¿qué piensa que podría hacer aún en el caso de que en junio el consejo de administración decida que siga en el cargo?
–De lo que más orgulloso estoy es de haber generado satisfacción en los estudiantes, en la comunidad universitaria y en el entorno socioeconómico. Para conseguir resultados excepcionales hay que introducir medidas excepcionales con recursos excepcionales. Uno no puede llenarse la boca diciendo que esta es una universidad diferente, que promueve el liderazgo de los alumnos y luego... ¿Dónde están los programas para ello? Aquí están. También los recursos. Le pedí a mi consejo de administración que esto requería una financiación superior. Tener un centro de empleo potente, psicopedagogos, asesores, personal especializado para el seguimiento de los estudiantes, comisiones permanentes empresariales... requiere una financiación excepcional. Eso ha hecho posible que los resultados se hayan producido. Estoy orgullosa y satisfecha de haber podido liderar un proceso de transformación de la universidad. De transformación para crear un estilo formativo que funciona, que responde a las exigencias del mercado, trabaja sobre el talento del alumno. Todo eso es lo que creo que hay que seguir potenciando en los próximos años porque si los proyectos nuevos no se siguen vigilando y recibiendo continuidad, tienen un recorrido muy corto. Y este proyecto de universidad está llamado a tener un recorrido muy amplio. Por eso creo que queda mucho por hacer, que es mantener esta línea y seguir explotándola, lógicamente, creando nuevas líneas de trabajo, proyectos, fórmulas... Una universidad es uno de los sectores que más renovación necesita. Y eso a veces no se entiende.
–Igual que en el caso del rector de la Universidad de Burgos, le doy la oportunidad de añadir una última cosa.
–Hay un concepto del que me gusta hablar que es el aprendizaje contemporáneo. Me he formado en una universidad pública, la Complutense, conozco la realidad de la universidad pública, ahora trabajo en una privada. Y tengo el convencimiento de que la universidad no puede mantener en todos los puntos la línea que ha mantenido hasta ahora desde el punto de vista de la formación. La sociedad ha llegado a un punto en el que necesita que procuremos a los estudiantes un nuevo tipo de aprendizaje, que es lo que llamo aprendizaje contemporáneo. Un aprendizaje cargado de capacidades y de actitudes que necesariamente deberían poder llegar a ofrecer todas las universidades. Como vivamos de espaldas a lo que el mercado nos grita, a lo que el entorno social nos está demandando, a la realidad del estudiante que nos encontramos, y no reaccionemos a tiempo, dejaremos de ser instituciones formativas válidas. Y tendrán que reemplazarnos por otras que crearán aquellos que son los encargados de generar progreso, el mundo empresarial. No lleguemos a ese límite.
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