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518 pistolas para los agentes de la Policía Municipal de Valladolid. Y de entre todas ellas destaca un revólver. Se ha convertido en los últimos años en una reliquia y, principalmente, en una herramienta didáctica para todos aquellos que se ponen el uniforme por primera ... vez. Los revólveres, ese arma clásica para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, eran un clásico de los 80 y los 90 del siglo pasado. Cayeron en desuso para dar paso a pistolas más sofisticadas y dejar estas para coleccionistas o museos.
De entre todas ellas sobrivivió en Valladolid una: la que llevó colgada de su cintura durante treinta años el agente Manuel Navarro. Ahora ejerce sus funciones de policía en la Oficina de Objetos Hallados. Reparte y busca al dueño de todo lo que se les cae a los vallisoletanos de los bolsillos. Relojes, móviles, carteras, llaves... Pero hace poco tiempo que su día a día era totalmente distinto.
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Tenía una vida solitaria en el pinar, a pesar de permanecer con su familia. Sus labores de guardia, las 24 horas del día, le obligaba a estar con los ojos abiertos constantemente o intervenir ante improvistos tanto diurnos como nocturnos. «Salió la plaza de guardia de monte en la Policía Municipal, hice la academia y me mandaron al pinar», relata Navarro ya en dependencias de la Jefatura.
Esa plaza aprobada la exprimió durante gran parte de su vida laboral y con la misma le venía aparejado la utilización de lo que hoy en día es el único revólver de la Policía. No lo utilizó nunca contra nada ni nadie, pero el paso de los años es visible a simple vista. Está desgastado de desfundarlo, si bien su funcionamiento sigue preciso como el primer día.
Era el arma que le dieron a Navarro cuando se fue a patrullar entre árboles. «Eran otros tiempos», agrega mientras puntualiza que solo le echa de menos porque pesaba menos que las actuales pistolas. Con el título del último guarda de la Policía Local, Navarro luchó contra otro tipo de delitos. Totalmente alejado de las labores diarias de los que ahora son sus compañeros. No tenía que regular el tráfico ni atender llamadas por ruidos de vecinos. Su jornada estaba relacionada con el medio ambiente y dar seguridad a la ciudad desde el perímetro.
«Hace años había muchos robos de piñas y de madera. Tenía que controlar los vertidos de residuos, así como a posibles cazadores que eran los que más guerra daban», rememora el policía, para ahondar en lo que más miedo le daba cuando la noche se cerraba y él se hallaba en soledad: las jaurías de perros. «Había muchas al final de siglo y eran peligrosas, pues alcanzaban cifras superiores a los veinte perros. Te bajabas y te perseguían los animales. Me tenía que meter rápidamente en el coche de nuevo», tira de memoria Navarro.
En más de una ocasión podría haber utilizado su revólver ante esa tesitura. Disparar al aire para asustar a los perros y ganar en seguridad. Pero, aún así, el agente medioambiental, reconvertido ahora en Objetos Perdidos, nunca gastó un proyectil de su revólver. Utilizaba otras tácticas ante tanta jauría. «Se avisaba a los laceros y ellos los capturaban para trasladarlos a los centros veterinarios. Había una cantidad tremenda de perros en esa época, ahora ya no es así», detalla.
Tras dejar su vida en Pinar de Antequera, Navarro también se apartó del que era su revólver. Ahora lo ve como una reliquia. Le trae recuerdos del pasado de su vida «solitaria». «El cambio ha sido muy diferente. Tenía una vida totalmente de campo, pero ahora te haces a ella. Es bueno cambiar un poco el chip, aquí te relacionas de otra manera con los compañeros. Son casi 30 años en el monte, desde que entré en la Policía hasta que me vine a Objetos Hallados», continúa.
Ahora ya no tiene asignada su arma de toda la vida. «Es prácticamente una reliquia por el trayecto que ha tenido y de donde viene. En los años 80 se retiraron y pasaron a ser parte del museo, este (lo sujeta con las manos) ha estado en servicio durante treinta años en una zona bastante amplia», manifiesta Manuel Navarro, el último pistolero de Valladolid.
Junto a él y 'su' revólver, en la galería de tiro de la Policía Municipal se encuentra el agente armero J. J. F. C., el ahora 'titular' de la pistola y de todas aquellas de las que disponen. Lo lleva a cada instrucción didáctica para «saber cómo manejar un revólver si los más jóvenes tienen una intervención». Aprenden a cargarlo, manejarlo y su funcionamiento de disparo. «Es un arma corta (calibre 38) que se caracteriza porque las recámaras están en el tambor. Tiene seis recámaras que van rotando a la hora de hacer un disparo. El revólver nunca te va a dar un problema y, en cambio, una pistola sí que se puede encasquillar», describe el armero, que incide en que es una pistola segura. «No son menos seguros, la seguridad la da siempre el tirador, si eres consciente del tipo de arma que llevas, son siempre seguras», concluye.
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